Las deportaciones de Trump que no hacen ruido: procesos administrativos automáticos o abuelas expulsadas en secreto
La imagen de la cuerda de presos de cráneo rapado y mono blanco, conducidos como reses en una prisión salvadoreña con apariencia de hangar, es ya la foto fija de la salvaje agenda migratoria de la Administración de Donald Trump. Los detenidos, venezolanos supuestamente vinculados a la banda criminal Tren de Aragua, encarnan el empeño del presidente de limpiar EE UU de extranjeros condenados de antemano y sin pruebas por el Gobierno que dirige. Además de generar un conato de crisis constitucional que aún colea, al desafiar las órdenes de un juez que bloqueaba la expulsión, la instantánea ha contribuido a criminalizar aún más al colectivo más vulnerable de todos cuantos se exponen a ser deportados: los venezolanos, sin asistencia consular desde que en diciembre de 2018 Caracas y Washington rompieran relaciones diplomáticas, y además carentes de arraigo por haber llegado a EE UU recientemente. No pocos se preguntan si Washington se habría atrevido a escenificar de igual manera la expulsión colectiva de mexicanos, por ejemplo, por citar la comunidad más numerosa de potenciales blancos.