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Nuestra felicidad depende de la ciudad en la que vivimos

La neuroarquitectura es una disciplina que fusiona el conocimiento sobre el cerebro humano con el diseño arquitectónico, con el fin de crear espacios que favorezcan nuestro bienestar mental y físico. En este contexto, Ana Mombriedo, una de las neuroarquitectas más influyentes de la actualidad, señala que nuestra felicidad no depende solo del entorno inmediato que nos rodea, sino también de la ciudad en la que vivimos. En sus palabras, «nuestra felicidad no solo depende del entorno que nos rodea, también de la ciudad donde vivimos.» Este concepto abre una reflexión importante sobre cómo los espacios urbanos pueden influir de manera profunda en nuestro estado emocional y físico.

Por qué impacta en nuestra salud
Vivimos en un mundo cada vez más urbanizado. Según datos de la ONU, más de la mitad de la población mundial reside actualmente en áreas urbanas, y se estima que para 2050 este porcentaje llegará al 68%. Esto plantea la pregunta: ¿Cuánto tiempo puede una persona vivir en una ciudad sin enfermar? La respuesta no es sencilla, pero diversos estudios apuntan a que el entorno urbano, particularmente el caos y la contaminación, pueden tener efectos negativos sobre la salud. Ana Mombriedo enfatiza que las ciudades tienen un impacto directo sobre nuestro bienestar, ya que los espacios en los que nos desenvolvemos a diario influyen profundamente en nuestra salud.

«El ruido constante, la polución, la falta de espacios verdes y la sensación de agobio en las grandes ciudades contribuyen a generar altos niveles de estrés, ansiedad y agotamiento mental» afirma la neuroarquitecta. Y es que los estudios sobre el estrés relacionado con el entorno urbano muestran que las personas que viven en ciudades con altos niveles de contaminación del aire o del sonido tienen un mayor riesgo de padecer trastornos cardiovasculares, problemas respiratorios y trastornos mentales como la depresión y la ansiedad. Es por esto que Mombriedo propone un enfoque más holístico de la arquitectura, que considere no solo la estética o funcionalidad de los espacios, sino también la influencia directa de estos en nuestro bienestar.

La importancia de desconectar para reconectar»
Se ha demostrado que la conexión con la naturaleza es una poderosa herramienta para contrarrestar los efectos nocivos de vivir en un entorno urbano. Uno de los fenómenos más comunes entre los habitantes de las grandes ciudades es la necesidad de escapar, de desconectar del ruido y el estrés, para volver a conectarse consigo mismos y con la naturaleza. Este comportamiento es tan universal que ha sido denominado escapismo urbano, y es cada vez más frecuente que las personas busquen un respiro fuera de las ciudades, ya sea en parques cercanos, en la naturaleza o, en casos más extremos, en viajes a lugares más tranquilos y alejados del bullicio.

En Japón, por ejemplo, se ha popularizado una práctica llamada shinrin-yoku, o baño de bosque, que consiste en pasar tiempo inmersos en entornos naturales para reducir el estrés y mejorar el bienestar general. Este tipo de terapia es tan eficaz que los médicos japoneses lo prescriben como tratamiento para pacientes con altos niveles de estrés, ansiedad y agotamiento. El contacto con la naturaleza tiene un efecto restaurador sobre el cuerpo humano, ayudando a reducir los niveles de cortisol (la hormona del estrés), mejorar la concentración y fomentar una sensación de calma y paz interior» explica Mombriedo. Según investigaciones científicas, estar en contacto con la naturaleza activa áreas del cerebro relacionadas con la empatía y el bienestar, lo que favorece la recuperación emocional.

La homeostasis: clave para comprender el impacto del entorno
Según la neuroarquitecta Ana Mombriedo, un concepto fundamental para entender cómo el entorno influye en nuestro bienestar es la homeostasis, que hace referencia al proceso por el cual el cuerpo humano busca mantenerse en equilibrio con el entorno. Este equilibrio no solo se refiere a la temperatura corporal o a las necesidades fisiológicas, sino también al equilibrio emocional. El ser humano tiende a adaptarse a los estímulos que recibe del exterior, ya sean positivos o negativos, y responde de acuerdo con el entorno.

Como bien explica Ana Mombriedo, la homeostasis no se limita a los aspectos biológicos, sino que también involucra los factores emocionales y psicológicos. Si el entorno es hostil y agresivo, como puede suceder en ciudades con altos niveles de ruido, polución o violencia, el cuerpo humano reacciona con estrés, ansiedad e irritabilidad. Este tipo de entorno genera un desequilibrio en el cuerpo, afectando nuestra salud mental y física. En contraste, si vivimos en un entorno natural, tranquilo y relajado, el cuerpo se siente en armonía, favoreciendo una respuesta más positiva y equilibrada.

El hogar es el lugar donde pasamos una gran parte de nuestra vida, y este espacio también juega un papel crucial en nuestro bienestar. Mombriedo subraya la importancia de crear un hogar que no solo sea funcional y estéticamente agradable, sino que también esté alineado con nuestra necesidad de equilibrio y armonía. Un hogar que esté en un entorno contaminado, ruidoso o caótico puede generar estrés constante en sus habitantes. Preguntarnos si el aire que entra por la ventana está contaminado, si escuchamos constantemente los cláxones de los coches o si nos sentimos atrapados por la falta de luz natural, son cuestiones clave para evaluar el impacto de nuestro entorno inmediato en nuestra salud.

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