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Una modesta proposición para evitar que los palestinos sean una carga para Israel y EE UU

A principios de esta semana, durante la primera visita de Estado que el eminente rey de Israel, Benjamín I, tuvo a bien hacer al magnífico emperador del mundo, Donaldo el Magnífico, surgió al fin una idea genial y definitiva para resolver el problema de esos dos millones de bípedos de apariencia humana que infestan ese terreno conocido como la franja de Gaza, erigido en inmediaciones del reino de Israel, y que viene obstaculizando al susodicho reino el acceso directo a un mar de indiscutible valor turístico y económico, vale decir el Mediterráneo.

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