La vaca de Mantequilla
Jeahan Bodel fue un poeta francés y se le reconoce por ser uno de los principales autores de “fabliaux” o fabulilla
Recientemente, y aún perduran, los asuntos, “les affaires”, que en corrosión lingüística se transformó en “féferes”, de un muchachón que saltó a la fama de la mañana a la noche.
Me animo a inmortalizarlo, antes que sus acreedores, en este escrito porque él es, sin la mínima duda, el mejor representante de aquel estudio que hicieran los norteamericanos David Dunning and Justin Kruger y que, en el caso de Mantequilla, simboliza el espíritu de la dominicanidad. Ese espíritu, créanme, tiene raíces profundas y tan lejanas como la Edad Media o época Medieval.
Mantequilla, cual predicador y nuevo mesías, era capaz de multiplicar, no panes ni peces, sino el dinero mismo mediante una fórmula, más que mágica, milagrosa, que es como la entendieron los pobladores de Sabana Grande de Boyá, creyendo a ciegas, amas de casa, motoconchistas, albañiles, prestamistas, vagos, que es lo mismo; riferos, dominicanyor extraditados o desahuciados y hasta policías. Todo lo que sea fácil y sin trabajar.
A la oficina que abrió la llamó 3.14 que es el valor geométrico relacionado entre la longitud de una circunferencia y su diámetro, 3.1416 para ser exacto. Pero esto no tiene nada que ver con economía, ahorros, estadísticas, préstamos, usuras, una redundancia, y menos dinero. Él simplemente la usó para allantar, “dar un golpe publicitario” de imagen misteriosa en un mundo que él desconoce completamente y los compueblanos, sabanagrandeboyenses, peor. De lo que sí él está dotado es de un enorme talento de avivatez, que conoce el medio por lo que hablaba de darle lecciones a los banqueros sobre algunas formulitas que él amplió desde Gottfried Leibniz o Albert Einstein.
Hace varios lustros se conoció al “Muelú”, que convencía “mujere con cuaito” para administrárselos al tiempo que las conquistaba, o al revés. Preferiblemente viudas ricas y con herencias “buchúas”.
Cuentos con el fin de causar risa
Mantequilla lo supera con mayor “gabela” aunque el destino de ambos coincide en el punto final del desvelamiento del engaño y las rejas. Aquel cogió cárcel y este se esconde más que una botija.
Jeahan Bodel D’Arras fue un trovero y poeta francés que vivió de 1165 a 1210 y se le reconoce por ser uno de los principales autores de “fabliaux”, o fabulillas, que eran cuentos cortos con el fin de provocar la risa basándose en personajes reales, vulgares, extravagantes, ambientados en sus entornos. La fábula pone a los animales como protagonistas de una anécdota, casi siempre con una moraleja que mostrar.
He traducido del francés el cuento siguiente que él elaboró cuando descubrió, en un pueblito, un cura Mantequilla. Este cuento forma parte de una selección de la Editorial Marabout titulada “LES 30 MEILLEURES NOUVELLES” (los 30 mejores cuentos, no novelas, que es “romain”).
BRUNAIN LA VACA DEL CURA
He oído contar la aventura de un campesino libre que un día de “Nuestra Señora” fue a la iglesia con su mujer.
Antes de iniciar el oficio, el cura, llamado don Constante, dio un sermón en el que clamaba por la caridad, planteando, entre otras cosas, que “hace muy bien dar a Dios, porque él, en muestra de reconocimiento, devolverá el doble”.
Este razonamiento sacudió al campesino.
-Hermana, le dijo a su mujer cuando salían de la iglesia, ¿entendiste bien lo que dijo el cura? Puesto que Dios paga tan buenos intereses, estoy de acuerdo, por su amor, darle a Blerain, nuestra vaca. Total, que ya ella casi no da leche… ¿qué te parece?
-Si eso es lo mejor, pues hazlo, dijo su mujer.
Es así que el campesino desató a Blerain y se la llevó al cura, quien les agradecía bendiciendo con las manos juntas.
-Es lo único que tengo, se la ofrezco en nombre de Dios, al mismo tiempo que le puso en sus manos la soga del animal. Constante agradeció muchísimo el gesto de su feligrés y esperaba que su sermón hubiese llegado también al corazón de los demás.
Cuando el campesino se fue, el cura le pidió al diácono llevar la vaca al corral y de amarrarla por los chifles con Brunain, la suya, para que se habituaran a estar juntas. El diácono obedeció. Brunain siguió comiendo su pasto tranquilamente, pero la nueva no se acomodó a esta asociación y comenzó a halar tratando de escaparse. A fuerza de sacudirla la arrastró fuera del corral y, de pradera en pradera, cañaverales en cañaverales, siempre halando, la llevó hasta la misma puerta de su propio establo. Cuando el campesino las vio llamó a su mujer para que viera ese milagro. Se felicitaron entonces de haberle dado al cura su vaca y admitieron que él tenía razón cuando les dijo que Dios duplicaría los dones. Sin embargo, como su establo era pequeño, decidieron sacrificar a la nueva y venderla lo más pronto posible.
Ver también https://www.elcaribe.com.do/gente/cultura/mondonguerismo-cultural-segun-david-dunning-y-justin-kruger/
La entrada La vaca de Mantequilla se publicó primero en Periódico El Caribe.