¿Falta educación financiera o disciplina individual?
Es frecuente escuchar la prédica de que en República Dominicana, y en muchos otros países, es necesario fortalecer la educación financiera, a los fines de que las personas tengan mayor facilidad y habilidad a la hora de tomar decisiones que guarden relación directa con sus finanzas personas.
Desde el punto de vista de lo evidente, no deja de ser cierto que la población se percibe limitada en cuanto a la necesaria educación financiera. Sin embargo, hay un elemento que resalta, al menos en lo que percibimos quienes recibimos solicitudes de orientación sobre finanzas personales: la mayoría de las personas que lo requieren tienen niveles educativos adecuados, suficientes como para que la administración de sus finanzas sea adecuada.
En otras palabras, se puede decir que muchos de los ciudadanos y ciudadanas que caen en situaciones difíciles con respecto a sus finanzas, son gente con conocimientos básicos sobre la adecuada administración, pero que, aun así, incurren en acciones que tienden a colocarles en situaciones de endeudamiento insostenible.
¿Por qué ocurre eso? Una respuesta aceptable podría ser que solo puede tener problemas financieros alguien que tenga acceso financiero. Es decir, el pobre, carente de recursos, tiene menos posibilidades de envolverse en un lío grande de endeudamiento, pues, en principio, no tendría acceso a créditos. Eso en parte es verdad, pero no hay que perder de vista que los pobres, por su condición, tienden a recurrir al financiamiento informal (el prestamista) que cobra elevadísimos intereses y hace que su pobreza sea más pronunciada. Lo que pasa es que esa clase social y sus problemas financieros, sin menos visibles para quienes se identifican como “asesores” en finanzas personales.
La otra parte es la relacionada con aquellos que tienen buen nivel social y educativo, por lo que no tendrían motivos para afectar sus finanzas personas por desconocimiento. En esos casos, se trata más de indisciplina y falta de fuerza de voluntad en las decisiones relativas a sus finanzas.
La tentación a tener varias tarjetas de crédito, cuando lo recomendable es una o a lo sumo dos; la debilidad emocional que le hace aceptar ser garante o codeudor de alguien (familiar o amigo) que al final le queda mal y usted termina enganchado con esa deuda; las compras compulsivas, que implican gastar dinero en cosas que realmente no necesitan, a lo cual se incluyen otros gastos en placeres (bares, restaurantes, viajes) que posiblemente están por encima de sus capacidades del momento.
Esas son solo algunas de las actitudes de personas que incurren en esas prácticas sin detenerse a pensar sobre la conveniencia o no de hacerlo, además de si tienen o no la capacidad para asumir esos gastos y pagarlos sin incurrir en endeudamiento o en atrasos.
Al final, la mayor parte de personas que han caído en el caos de unas finanzas personas desordenadas e insostenibles, lo han hecho “con conocimiento de causa”, es decir, a sabiendas de que podían caer en esa situación, pero ignorando, por el momento, ese llamado de razonamiento.
La poca voluntad política y la indisciplina en la administración de sus ingresos, ya sean fijos o variados, independientemente de que sean muchos o pocos, va a terminar siempre en una situación de endeudamiento insostenible que, obviamente, le afectará su historial crediticio, le provocará relaciones personales conflictivas y le causará serios traumas psicológicos, de depresión y de desesperación.
Todo lo anterior se puede evitar con solo asumir una actitud de disciplina en la administración de los recursos disponibles, de mantener siempre presente que cada centavo que usted gaste debe ser en algo que verdaderamente necesita y no simplemente porque lo quiere.
También debe aprender a decir que no, porque siempre que las personas cercanas saben que tenemos un nivel de solvencia relativamente bueno, aparecen con “problemas” de deudas o de otras situaciones en procura de que les ayudemos. Si su amigo, amiga, pariente o allegado tiene alguna situación de deuda, trate de orientarle y de darle opciones para superarlas, pero nunca se preste a servirle de garante o a facilitarle de lo suyo, porque es muy probable que termine quedándole mal. Esos casos son más frecuentes de los que usted se imagina. A la larga, no falta tanto la educación financiera, sino la disciplina financiera.
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