El bello sino del oro

El asunto es que Jasón era hijo de un rey, el rey de Yolco o Jolcos, una ciudad griega que se encontraba frente al mar Egeo, entre lo que es hoy Grecia y Turquía. Había sido fundada (de acuerdo con las más acreditadas fuentes de la mitología griega), en época inmemorial por un señor llamado Creteo, que se la había dejado en herencia a su hijo Esón, pero el hermanastro de Esón, llamado Pelias, lo había destronado.

La genealogía de los personajes mitológicos griegos, la cuestión de la ascendencia y descendencia, siempre es más complicada de lo que parece. Pelias era hermano de Esón, pero de una manera adulterinamente morbosa. Poseidón, dios de los mares, estaba enamorado o encaprichado con Tiro, la mujer de Creteo, madre de Esón, pero ella no le hacía caso porque estaba perdida por Enipeo, un dios acuático, fluvial. He aquí, sin embargo, que Enipeo no mostraba interés en ella. Entonces a Poseidón se le ocurrió adoptar la figura de Enipeo y la llevó a la cama o a cualquier otro sitio donde tuvo sexo con ella. Entre los griegos no hay dioses infertiles ni métodos anticonceptivos. En su único acoplamiento Poseidón le pegó una barriga a Tiro y Tiro tuvo a Pelias y a un hermano gemelo de quienes Tiro no quiso saber y terminó repudiando y abandonando. Pelias era, pues un semidiós, un hijo de dios y mortal, que nunca manifestó algún poder especial. Era un simple intrigante que usurpó el trono de Esón, el que sería padre de Jasón.

Por fuerza de las circunstancias, cuando Jason nació tuvieron que esconderlo para que no lo mataran, pues era el legítimo heredero al trono. De hecho, antes de que naciera, su madre Tiro hizo creer que había muerto. Después lo mandaron a estudiar con el sabio Quirón, que era un caballo con cabeza de gente que vivía en la cueva de un monte. Uno de esos seres maravillosos que llamaban centauros.

También el linaje de Quirón es complicado, turbio, un producto de transformaciones con propósitos inconfesables. Cronos, dios del tiempo, el que devorada a sus hijos, el dios que nos devora a todos, se prendó de Filira, hija del Titán Océano y Tetis, es decir, lo que los griegos llamaban una oceánide. Como Cronos tenía mujer, que también era diosa y muy celosa, se convirtió en caballo para no ser reconocido y copular con Filira, pero igualmente es posible que fuera Filira la que se convirtiera en yegua para tratar de librarse inútilmente del acosador. Huyó después al monte con el vientre hinchado para evitar la vergüenza y dio a luz a esa extraña y maravillosa criatura que del ombligo hacia arriba era una persona divina y del ombligo hacia atrás era un caballo.

Quirón era un maestro como los de antes, un maestro de renombre que había sido el tutor de grandes héroes. Quirón te educaba y entrenaba a la vez, te enseñaba arte y música, medicina y cirugía, te enseñaba a cazar, te enseñaba deportes probablemente. Siempre pensé que también te podía llevar a pasear en el lomo. Además, a diferencia de los demás centauros, que eran intratables, Quirón tenía buen carácter. Un personaje fascinante.

Jasón recibió, pues, una excelente educación y se convirtió en un tipo fornido, aguerrido y muy sabido. Cuando cumplió 20 años, regresó a Yolco para reclamar su reino. En el viaje de vuelta, en algún momento Jasón perdió una sandalia y ocurrió lo que contamos la vez pasada: ayudó a cruzar un río a una anciana que se convirtió en diosa y perdió una sandalia. Algo que según una profecía tenía la mayor importancia, según lo que cuenta Apolonio de Rodas en un poema épico famoso que la mayoría hemos leído en prosa novelada, al igual que la Ilíada y la Odisea, que son insoportables, para la gente de estos tiempos, en su poética forma original.

La nave y sus tripulantes

“Pelias, rey usurpador que imperaba en Jolcos, consultó el Oráculo deseando saber si su dominación sería duradera, y el Arúspice, tras de llevar a cabo la ceremonia ritual, respondió:

»—Soberano Señor: la Fortuna te será contraria. El pueblo, ingrato a tus beneficios, anhela tu destronamiento. Conocerás a tu sucesor en esta señal: se presentará ante tí con sólo un pie descalzo.

»Quedóse meditabundo Pelias oyendo este pronóstico, y algún tiempo después, llegó a su palacio Jasón, hijo de Esón, rey legítimo de Jolcos y de su esposa la reina Alcimeda, con objeto de reclamarle el cetro. En su adolescencia, Jasón, que demostraba grandes aficiones marítimas, bañándose frecuentemente en el Egeo, fué educado por el centauro Quirón. El Hado permitió que el mancebo, en su viaje a Jolcos, al vadear el río Anauro, perdiese una sandalia, que quedó enterrada en el fango, por lo cual apareció ante Pelias con un pie desnudo.

»Advertido el rey por el Oráculo (y del cual Jason no tenía conocimiento), prometióle espontáneamente la herencia de su reino, pero le puso por condición emprender un largo viaje por mar, y rescatar el vellocino de oro que Frixo había dejado en poder de los colquios.» (1)


Jasón estaba a punto de embarcarse pues en una misión imposible. El astuto rey Pelias lo había engatusado y lo enviaba a una remota y peligrosa región donde esperaba que en lugar del vellocino encontrara la muerte. El largo viaje, como se puede apreciar en la ilustración, comenzaría en la región griega de Tesalia y terminaría en Colquios, en la orilla oriental del mar Negro, una región que hoy pertenece a Georgia, la patria del monstruoso y no menos mitológico Stalin.

Una misión imposible
»Pelias sabía que el vellocino se hallaba en el límite oriental del mundo conocido, al otro lado de mares que nadie había surcado, protegido por una poderosa serpiente de fauces venenosas. Conquistar el vellocino de oro era un trabajo inaccesible a las fuerzas humanas. De modo que, si Jasón aceptaba aquella misión, no había duda de que perdería la vida en el intento de llevarla a cabo.

»Jasón permaneció pensativo unos instantes. Su maestro Quirón le había hablado muchas veces del vellocino de oro, y Jasón siempre había soñado con conquistarlo. Aquella aventura era una temeridad, pero Jasón estaba decidido a demostrar su valentía, así que miró a su tío con gesto seguro y respondió:
»—Sí, soy capaz: ¡Traeré a Grecia el vellocino de oro!» (2)

Notas:
(1) «Los argonautas», poema épico de Apolonio de Rodas, adaptado a la juventud por Carmela Eulate.
(2) “Jasón y los argonautas”, Ilustrado por Jason Cockcroft, Versión Agustín Sánchez Aguilar, Susana Camps, Vicens Vives Editorial. l

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