¿Te preocupa no ser suficiente?

Esta voz en la cabeza se va construyendo a lo largo de nuestra infancia, a partir de experiencias e interacciones con los demás. Interpretamos sus acciones y palabras desde nuestra propia lógica infantil, con el filtro de nuestro egocentrismo y de la idealización de nuestros padres, llevándonos a tener creencias distorsionadas sobre nosotros mismos.

Las formas de crianza anteriores no mejoraron nuestra forma de pensar. La expresión de las emociones no era tomada en cuenta, la falta de empatía de los adultos alrededor, el castigo físico y la represión afectó nuestra autoestima mientras nos hacíamos mayores.

De alguna manera crecimos pensando que había algo que no estaba bien en nosotros. Parecía que los otros eran mejores que nosotros y que no dábamos la talla. Crecimos con la sensación interna de que, para sentirnos suficientes, nos faltaba algo.

La sociedad tampoco contribuyó a sentirnos mejor con respecto a nosotros mismos. De hecho, se alimenta de nuestras debilidades y nuestros grandes vacíos. Nos llena los ojos de todo lo que vende como promesa de la felicidad: poder, fama, dinero, prestigio, reconocimiento, lujo, marcas, etc. Nos convencemos de que, si logramos obtener aquello que nos falta, seremos felices.

Teniendo la dificultad de conectar con nuestra maravillosa esencia interna (el ser que somos) vamos a compensar nuestras carencias. Nos enfocamos hacia afuera y nos volvemos insaciables en buscar la felicidad donde no es posible encontrarla.

Vivimos en una intensa carrera, hasta invertimos nuestras prioridades. El trabajo, la formación académica, el poder, la imagen, las redes sociales y el prestigio se convierten en el propósito mayor pues, para esta voz en la cabeza, nunca nada es suficiente. Cuando conseguimos algo, enseguida vamos por lo próximo.

Descuidamos nuestros hijos, nuestras parejas, las relaciones. Comprometemos nuestro bienestar emocional, pues la balanza se inclina hacia un solo lado: la necesidad de sentirnos suficientes nos lleva a hacer muchas cosas y nos mantenemos muy ocupados. NOS HEMOS OLVIDADO DE SER, no sabemos SER pues hemos pasado nuestro tiempo en HACER.

Nuestro regreso a casa comienza por identificar las heridas y reconocer que todo aquello que hemos creído de nosotros mismos ha estado equivocado. Podemos trabajar en nuestra forma de pensar, en nuestras acciones e iniciar un camino de crecimiento emocional y/o espiritual, que nos permitirá encontrar en nuestro interior, nuestro auténtico valor.

La autora, Isabella Paz, es pedagoga terapeuta, especializada en práctica psicomotriz Aucouturier, y directora de @felices jugando