El poeta Miguel Batista se hace abogado para sacar outs con leyes en tribunales
Las postalitas y Wikipedia dicen que Miguel Batista en febrero cumple medio siglo de edad en un recorrido tan intenso que parece valer por más de una vida, como lo fotografía la pérdida de su cabello, aunque él sigue dispuesto a aprovechar en activo el mínimo minuto que suspire.
Una historia que comenzó en Montecristi en 1971, que a los cinco años lo llevó a asentarse en San Pedro de Macorís cuando su madre fue a estudiar Secretariado Ejecutivo en la UCE y que a los 17 lo montó en el tren de la MLB con paradas durante 18 campañas en Pittsburgh, Miami, Chicago, Montreal, Kansas City, Phoenix, Toronto, Seattle, Washington, Nueva York y Atlanta.
En el trayecto cobró una fortuna de US$47,6 millones antes de impuestos, escribió un libro de poesía, una novela policíaca y casi 300 artículos para ESPN, mientras ganaba una Serie Mundial compartiendo camerinos con siete inmortales y fungir como miembro activo del sindicato de peloteros.
Pero ese 1988, cuando comunicó a su madre que los escuchas José Pérez y Jesús Alou les ofrecieron US$2,500 para firmar con los Expos de Montreal, cursando el primer cuatrimestre de Administración Hotelera en la UCE, su progenitora cuestionó la decisión.
Sin embargo, Batista la convenció con la promesa de que ese diploma un día colgaría en su casa y el hecho se producirá el próximo jueves 10, 32 años después, cuando reciba su certificado como licenciado en derecho en la graduación de la Universidad de la Tercera Edad.
“Yo estudiar lo puedo hacer hasta después de viejo, jugar pelota solo lo puedo hacer ahora”, le dijo entonces a su madre.
¡Ojo! El certificado se quedará como adorno en la casa materna del Poeta, pero prepárese para ver al ganador de 102 partidos y casi 2,000 entradas de trabajo en la Gran Carpa de negro, con toga y birretes en su cabeza en los tribunales dominicanos. El peyorativo “abogadito” parece que no aplicará para el ex lanzador, que se ha tomado muy en serio sus incursiones en los diferentes campos.
Si Batista devoró a los clásicos de la literatura universal, desde Shakespeare hasta García Márquez, como curiosidad para entender mejor a la humanidad para este nuevo desafío que afronta su biblioteca se ha inflado y cita con punto y como a maestros del derecho como Jorge Subero Isa, Milton Ray Guevara, Ramón Ruiz Tejada o Eduardo Jorge Prats.
“Lo que me fue difícil fue poderle demostrar a la gente que yo estaba en la universidad de verdad porque yo quería aprender derecho. Todo el mundo pensaba que yo era un jugador que fui allá y que quizás yo no tenía la capacidad y que yo iba a comprar el título”, dice Batista a DL en Sport Academy, un colegio especializado en béisbol donde ofrece sus conocimientos.
“Tuve que fajarme mucho con muchos profesores en muchas discusiones de ley sobre cosas que yo entendía que no estaban adaptadas al tiempo, que había que reformar esa ley porque no llegaba a suplir la necesidad de nuestra sociedad hoy día. Ahí era donde me empezaban a mirar diferente, ‘parece que de verdad este tipo quiere aprender derecho’”, dijo.
Cuenta que en principio pasaba desapercibido, como en realidad quería, aunque su rostro a algunos les parecía familiar. Ve un gran nicho, un vacío en el derecho deportivo, aunque ya se apresta a hacer una maestría en Derecho Procesal Penal.
“Esto es un poquito más complicado (ejercer de abogados que de pelotero). Mucho más complicado. En mi primera practica fue a dar calidad en un tribunal, en Villa Mella. Sentí la misma ansiedad que cuando lancé mi primer juego en Grandes Ligas. Sentí la misma emoción, el mismo nerviosismo. Esto es mucho más peligroso. El derecho es mucho más importante que cualquier otra cosas porque aunque no lo quieras, muchas veces te convierte en parte del destino de la vida de alguien. Un error tuyo como abogado le puede costar 30 años de su vida a un imputado. El caso del béisbol no, le puede costar una Serie Mundial, un juego hoy, pero siempre hay un mañana”, dijo Batista.
Y confía en que su ejemplo estimule a sus colegas.
“Espero que muchos peloteros dominicanos tomen un poquito más en serio su educación, porque aprendí de Michael Jordan que la palabra más difícil de un jugador enfrentar es ‘yo fui el mejor, yo fui jugador’ ¿Y después? La vida no se para”, dice. “El deporte profesional es un privilegio que te da la vida por cierto tiempo y es lo que muchos jugadores debemos entender, que ese privilegio de ser figura pública tiene una fecha de vencimiento”.