Te necesitamos a tope
El cuerpo humano es fascinante. Cuando él cree tener mucha razón, más de la habitual, o enfatiza gravemente un asunto, o se siente agredido y necesita explicar por qué, Álvaro García Ortiz eleva la ceja derecha de manera ostentosa (ostentoso es una palabra en rehabilitación después de los años oscuros a los que la condenó el ostentóreo de Jesús Gil). No son cejas simétricas: la derecha tiene su propia personalidad, desde pequeña ha seguido su propio camino. Hay un lenguaje propio en ella curioso de descifrar durante el interrogatorio que a García Ortiz le hacen sus defensores (se negó a responder a las acusaciones por “deslealtad” –esto último se lo susurró la ceja). Al final, en realidad, uno nunca sabe cuál es la ceja que desobedece, si es que una sube por su cuenta o es la otra a la que no le da la gana de subir. En este juicio hay mucho de eso. De aquello que escribió una vez Xacobe Casas: “Los pájaros pensaban que volaban, pero era el cielo, que caía”.