Y Merkel mandó parar
A veces parece que ya nadie se acuerde, pero hace aproximadamente 15 años la Unión Europea estaba al borde del precipicio, a punto de irse al infierno. Acababa de saltar por los aires Lehman Brothers y la Alemania de Merkel le impuso a todo el Sur una camisa de fuerza en forma de austeridad, ajustes y recortes: una purga fiscal de caballo para una crisis que en realidad era financiera y que a punto estuvo de llevarse por delante el mismísimo euro. Uno de los episodios más infames de ese incendio llegó con el primer rescate a Grecia. Para desesperación de los griegos, Merkel retrasó ese rescate a Atenas para que no perjudicase los intereses de su partido, la poderosa CDU, en las elecciones de Renania del Norte-Westfalia. Merkel, en fin, era mucha Merkel en Europa. Nadie le tosió en Bruselas. Pero sí en casa: el excanciller Helmut Kohl tenía entonces 80 años e iba en silla de ruedas, pero levantó aquella voz tronante, ya desaparecida, para recriminarle a Merkel su miopía política. “Me va a romper mi Europa”, bramó Kohl, que para más inri había sido el mentor político de Merkel. Un par de años después, y después de equivocarse una y otra vez, la canciller dijo las palabras mágicas (”si el euro fracasa, fracasa Europa”) y con la ayuda de la varita de Draghi la crisis se cerró después de mucho sufrimiento innecesario.