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Rusia negocia con las nuevas autoridades de Siria mantener sus bases en el país, de las que depende para enviar tropas y armas a África

La precipitada huida del exdictador sirio Bachar el Asad ha dejado fuera de juego a Moscú. “En las últimas 24 horas, aviones de las Fuerzas Aeroespaciales de Rusia y de la Fuerza Aérea Siria lanzaron ataques con misiles y bombas (…) más de 300 terroristas, 55 vehículos y un depósito fueron liquidados”, decía el último parte de guerra ruso horas antes de que su aliado pusiera tierra de por medio. Un día después, el vocabulario del Kremlin y sus canales de propaganda cambiaba: ya no hablaba de “terroristas”, sino de “rebeldes” y “opositores”. El motivo es sencillo: Moscú negocia con los nuevos dueños de Siria, país que alberga las únicas bases que permiten al país eslavo enviar tropas y armas a África y a otros clientes de Oriente Próximo.

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