Un Singapur en el Caribe
República Dominicana tiene todo lo necesario para convertirse en el Singapur del Caribe. Durante mi estancia en Singapur pude notar como ese país siendo más pequeño que el municipio de Constanza, se posiciona como uno de los países más ricos del mundo; su estabilidad económica, su alto nivel de seguridad ciudadana, su excelente y avanzada educación y su eficiente sistema de salud, convierten a Singapur en un modelo de desarrollo económico. Cabe destacar que Singapur tiene la mayor densidad de millonarios en el mundo, que en Singapur todo se hace en función del bienestar de sus ciudadanos y que el robo allí es duramente condenable. ¡Singapur es un paraíso!
En cambio, la República Dominicana goza de más recursos que Singapur; sin duda alguna, posee riquezas naturales, suficientes para que el pueblo no viva en precariedades. Nuestro país tiene el sello que nos distingue en ser el país con la primera universidad y catedral en el continente americano; somos un país geocéntrico, tenemos un suelo y un clima muy rico y variado; producimos un buen café, somos la capital mundial del cigarro, tenemos uno de los mejores cacao orgánico del mundo, tenemos oro, larimar, ámbar, plata, níquel, cobre, bauxita, hermosas playas y ríos. ¡Somos ricos en recursos naturales!
En el ejercicio de compararnos con Singapur, podemos notar que ese país no tiene recursos naturales. Además, para abastecerse de agua tiene que recurrir a Malasia, su país vecino. En cuanto a la superficie que poseen las dos naciones, la República Dominicana es 67 veces más grande en territorio que Singapur.
Cuando leemos esos datos de nuestra nación con relación a Singapur, nos autocuestionamos y nos da coraje ver a un pueblo con tantas riquezas, y al mismo tiempo con tanta miseria.
Como ciudadanos debemos preguntarnos si realmente estamos dispuestos a pagar el precio para ver un cambio palpable, visible y que el pueblo lo certifique. Para gozar de este cambio debemos identificar y entender los dos elementos que convirtieron a Singapur en un país seguro y próspero; estos dos elementos son: La forma de pensar y el cumplimiento de la ley en todas sus dimensiones. Nuestro accionar es un reflejo de nuestras ideas, y como decía el sociólogo alemán, Max Weber, las ideas tienen consecuencias, y este principio insoslayable ha sido ignorado, consciente o inconscientemente, por nuestros gobernantes y líderes políticos.
Muchos de nuestros gobernantes han decidido, por conveniencia, abrazar las ideas que pueden beneficiar el estilo execrable, maquiavélico y antidemocrático que ellos han ejercido en sus gobiernos y en la administración del Estado, con el único propósito de sustraer los recursos de la nación y depositarlos en cuentas ajenas a los intereses del pueblo. Las ideas que sostienen nuestros líderes políticos producen consecuencias; por tal razón, los patrones o paradigmas internos se reflejan de forma concreta en el diario vivir del pueblo y en las estructuras del Estado. Es por eso que vemos a un pueblo maltratado por prácticas gubernamentales muy distantes de los principios y valores que promueve nuestra democracia.
Tengo la certeza y la confianza de que nuestro pueblo dará un giro que convertirá a nuestra bella nación en el Singapur del Caribe; pero para que esto suceda, debemos obligar a nuestros líderes a que abandonen sus discursos populistas, que vuelvan a promover los ideales del Estado por encima de los intereses partidistas. Asimismo, todos debemos reconocer que nuestra forma de pensar ha sido influenciada por líderes inseguros, caudillistas, dictatoriales y egoístas. Sin embargo, esta cultura inculcada no debe impedir que elijamos líderes que desafíen los paradigmas enquistados en las viejas estructuras del Estado; líderes que no teman al cambio, y que se descoloquen aunque se genere en ellos un conflicto interno que le provoque consecuencias personales. Necesitamos líderes que inserten nuevas ideas y apliquen el imperio de la ley.
Estoy convencido de que si logramos cambiar nuestra forma de pensar y hacemos valer la ley en las estructuras del Estado, entonces, podremos garantizar un Singapur en el Caribe.