Cuando salen hombres chungos en el bancal
El lenguaje es estructural. No elijo mi idioma materno, con el que escribo esta columna, y me someto a su sintaxis, su ortografía y su léxico. Escribo y hablo con herramientas impuestas cuyas normas no he votado ni puedo discutir. Unas me las insertaron en la escuela y otras las absorbí por contagio con otros hablantes, y apenas soy consciente de lo mucho que me influyen. No elijo mi lengua ni sus flexiones, pero sí mis palabras y mis silencios. Elijo la textura y música de las frases, y también el tono y la precisión. Puedo ser ambiguo o claro, agresivo o dulce, melodramático o cómico, insultante o halagador. Lo estructural del lenguaje no me exime de la responsabilidad ante mis palabras. Si me acusan de brutalidad verbal no puedo excusarme en que el castellano es rico en insultos.