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Disfraces, gorros absurdos y hasta dos falleros: los que creen en la esperanza más que en la probabilidad

El patio de butacas del Teatro Real de Madrid parece un huerto de gorros raros: abunda el clásico gorro de Papá Noel, pero también brotan sobre las cabezas árboles de navidad llenos de espumillón, coronas de rey medieval, pelucas de colorines, sombreros de paja con un globo pegado, orejas de conejo o cuernos de reno. Se respira ambiente popular en este espacio normalmente dedicado a las más refinadas esencias de la alta cultura. Cuando los bombos del Sorteo Extraordinario de Navidad de la Lotería Nacional están repletos, uno con los números y otro con los premios, y cuando se anuncia la cuantía del premio gordo (400.000 euros por boleto) la gente aplaude rabiosamente, jalea (“¡ahí está el mío!”) y todo ese huerto de gorros se menea alegremente. Cuando entran los niños de San Ildefonso, se cae el teatro.

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