Huida desesperada de Yenín ante la ofensiva israelí: “Cada operación es peor que la anterior”
Karmel Obeid es de las últimas en salir y lo hace llorando sobre lo que antes era asfalto. Son casi las 14.00, a punto de terminar el plazo que el ejército israelí ha dado a los habitantes del campamento de refugiados de Yenín para abandonar sus casas. No queda, de todos modos, casi nadie: sin agua ni electricidad, más de 2.000 familias han escapado desde diciembre, cuando la presión de Israel y Estados Unidos llevó a las fuerzas de la Autoridad Nacional Palestina a lanzar una de sus operaciones más impopulares, para desmantelar la milicia local. Cientos de ellas, en los últimos cuatro días, en los que Israel ha tomado las riendas, bombardeando y declarando el campamento zona militar cerrada. Su ministro de Defensa, Israel Katz, lo define como una “operación potente” para aplicar en Cisjordania “la primera lección del método” empleado en Gaza, a fin de eliminar de una vez por todas “a los terroristas y la infraestructura terrorista”. Ya van 12 muertos, la mayoría civiles. El temor ahora es que, apagado de momento el fuego de Gaza, llegue el incendio de Cisjordania.