Noticas

Mario Vargas Llosa: despedida en La Catedral

Cuando llegó a abrir el taller por la mañana, Mario se encontró un ramo de flores blancas en la puerta. No había tomado aún ni el primer café y apenas le dio importancia. Pero cuando volvió a salir, ya no estaban las flores y de repente todo cuadró: “¡Pucha, es porque se murió mi tocayo!”. El taller donde trabaja Mario Espinosa fue hace no tanto el bar La Catedral, el corazón de una de las grandes novelas de Mario Vargas Llosa, fallecido este domingo. Hoy apenas queda en pie la fachada de piedra, en forma de arco, y el portón de metal comido por el óxido. Dentro, los trabajadores con cascos y guantes hacen retumbar las sierras mecánicas cerca de la mesa donde, en la fábula del escritor, se sentaron más de cuatro horas Zavalita y el zambo Ambrosio a desenmarañar los demonios peruanos.

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