Don Mario y Orlando, periodismo y amistad

Mario Rivadulla y Orlando Gil ejercieron dos tipos diferentes de periodismo que se unían en un espacio clave: la defensa de las libertades públicas y el derecho al disentimiento en una sociedad democrática.

Don Mario hacía periodismo probablemente cuando Orlando era un niño, o por lo menos cuando, con toda seguridad, no estaba, por su edad, en condiciones de pensar lo que habría de ser años después. En su Cuba nativa, don Mario escribía y comentaba en la radio los sucesos de aquellos años intrépidos de lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista. José Pardo Llada, quien ejerciera como embajador de Colombia en nuestro país en el decenio de los ochenta, era un trueno en el mediodía habanero con un programa combativo que seguían diariamente millares de cubanos. Mario hacía historia también desde la radio en los años cincuenta, y escribía encendidas letras para enfrentar las malas decisiones de los gobiernos cubanos, que llegaron a su clímax de horror con el gobierno de Batista.

Mario era, entonces, un orador admirado en los mítines que el Partido del Pueblo Cubano, conocido también como Partido Ortodoxo, realizaba por las provincias cubanas. Fue seguidor y dirigente de ese partido que lideraba Eduardo Chibás, el político mayor de la cubanía política de su tiempo, pues dirigió la ofensiva de masas contra la dictadura de Gerardo Machado y se asociaba a todo propósito del autoritarismo, a un nivel de que acompañó a Julio Antonio Mella –nieto del patricio Ramón Matías Mella- quien fuera fundador del Partido Comunista de Cuba, cuando Machado lo encarceló, acompañándolo en la huelga de hambre que Mella realizó desde la cárcel exigiendo su libertad. Fue histórica la campaña de Chibás contra la corrupción bajo su lema “Vergüenza contra dinero”, que Juan Bosch recogería aquí para su campaña electoral de 1962. Mario Rivadulla estuvo al lado de Chibás desde muy joven y junto a Pardo Llada y Fidel Castro –seguidor también de Chibás- recorrió toda Cuba pregonando los ideales de su líder y promoviendo a los candidatos al congreso del Partido Ortodoxo.

Cuando Chibás se suicidó –al no poder comprobar las acusaciones de corrupción contra un ministro- (su “último aldabonazo” como el propio Chibás llamó al disparo que se hizo en la sien segundos después para poner fin a su vida), Mario pasó a ser un colaborador activo del movimiento 26 de julio en la lucha contra Batista y un defensor de las acciones militares en Sierra Maestra de Fidel Castro. Al triunfo de la revolución, entró poco tiempo después en contradicción con su viejo amigo, permaneciendo seis años en la cárcel de La Cabaña, y luego de ser liberado vivió durante dos años como un zombi –como llegara a contarme- caminando sin rumbo fijo por las calles de La Habana, que ya no era la misma que había conocido en sus años de lucha contra Batista. El ambiente le era hostil. Logró salir de Cuba y radicarse en Santo Domingo donde llegó al inicio de los años setenta. Desde entonces, se integró a la radio y a la televisión, volviendo de nuevo al periodismo que aprendió y que ejercitara en Cuba: crítico y a su vez tolerante; expandiendo las buenas ideas de bienestar, desarrollo, libertad, y a su vez condenando desenfrenos y virulencias; escuchando las opiniones de los demás y abriendo trechos para el respeto de los derechos humanos, en una época en que el periodismo dominicano se practicaba entre zarzas.

Mario fue ecuánime, abierto, conciliador, sincero, amigable, íntegro. Es difícil encontrar en la sociedad dominicana alguien que no lo respetase y persona alguna por quien él manifestase aversión. Hasta los que no giraban sobre sus ideas, le admiraban y le profesaban afecto. La defensa de lo que cada cual cree y piensa no debiera ser nunca motivo para la enemistad y el odio. Mario nos educó a todos en esa práctica. Se hizo dominicano y durante 52 años vivió entre nosotros. Cuba fue su patria de origen y de formación política y periodística. En nuestro país encontró refugio a sus inquietudes, a sus esperanzas. Aquí hizo familia. Cientos de amigos. Y también hizo historia y dejó huellas vivas. Me contrarié cuando un titular de diario decía que había muerto “un periodista cubano”, cuando Mario era dominicano como el que más, y lo fue mucho antes que los periodistas jóvenes o menos jóvenes que intentaron escribir la noticia de su partida hubiesen visto la luz de la vida. Cuando el gran músico Billo Frómeta murió en Caracas, la prensa lo trató como un venezolano oriundo de Santo Domingo. O cuando el compositor Mario de Jesús falleció en Ciudad de México los diarios resaltaron su mejicanidad. Y, con toda seguridad, lo harán cuando parta el actor Andrés García, los tres dominicanos de nacimiento.

En 1970, a poco de ya haberse establecido en el país y en la radio y la televisión, Mario fue a mi ciudad nativa a conocerme a mí y a Adriano Miguel Tejada,  a quienes consideraba entonces “jóvenes inquietos” a quienes Rafael Herrera les había dedicado un par de editoriales elogiosos. Así comenzó nuestra amistad (“medio siglo de amistad sin quebraduras”, como escribió alguna vez) que fue más bien una relación de padre a hijo, por sus orientaciones, sus atenciones que se mantuvieron intactas hasta el fin de sus días y por su insistencia en que ambos nos estableciésemos en Santo Domingo. Adriano Miguel se instalaría en la UCMM, viajaría a estudiar en Estados Unidos, dirigiría el diario santiaguero La Información. Yo, le hice caso y logré venir a la capital. Don Mario, tiempo después, me buscaría colocación en una empresa multinacional, donde él era asesor, y desde donde emprendí vuelo hacia nuevos y mejores estadios de progreso individual. Mi deuda con él, de quien tanto aprendí, ha de ser por siempre.

Orlando Gil fue un periodista que practicó otro tipo de periodismo: incisivo, diestro como muy pocos en el análisis de la vida política, punzante, bien enterado, conocedor de los nudos secretos del ejercicio público. Sus columnas fueron lectura obligada por decenios, lo mismo cuando las escribía sin firma en más de un diario, cuando utilizaba seudónimos, o la clásica que firmaba con su nombre. Se hizo popular la frase: lo dijo Orlando, y ese decir de sus lectores le sirvió de punto de partida para elevar su nombre en el ejercicio de la opinión. Probablemente, no ha existido un periodista mejor enterado de los recovecos de la vida política y empresarial en la historia del periodismo moderno en la República Dominicana. Las fuentes siempre supo descubrirlas, para armar luego la artillería pesada de sus comentarios. Tenía un valioso sentido de la amistad, de la que fui por muchos años un beneficiario. Y, al mismo tiempo, era severo con sus enemigos, no tanto los de la vida política, sino aquellos a quienes les retiró de por vida sus saludos. En muchas ocasiones disentí de sus juicios, de sus simpatías o antipatías. Empero, nunca ninguno de los dos puso sobre la mesa de la amistad esas diferencias. Teníamos contacto permanente: me enviaba videos de entrevistas literarias, comentaba un libro que acababa de leer, aplaudía uno que otro de mis artículos, me informaba de algo que podía ser de mi interés. “Cuando sea grande quisiera ser como tú”, era su habitual y escueta celebración por uno de mis modestos artículos que apreciaba. El 25 de octubre pasado me envió el texto del poema de Alfonsina Storni, “Voy a dormir”. Notaba que distanciaba ya sus mensajes. El 23 de noviembre, un mes después, me envió un WhatsApp. Esta vez le respondí: “Me alegra ver tu mensaje. Salud, grande y admirado amigo. Mis oraciones están contigo”. Acababa de salir de un internamiento médico. “Creo que estoy recibiendo su efecto beneficioso. Gracias”, me respondió. El 25 de noviembre, dos días después, sin yo saberlo, nos despedimos. Él me envió un nuevo mensaje. Y yo le respondí: “Gracias por tu amistad. Gracias por tu coraje. Gracias por ser como eres. Que las bendiciones te lluevan”. Ya no nos escribimos más. Su voz se ocultó, tal vez para todos los que fuimos sus amigos.

Don Mario y Orlando ejercieron periodismos diferentes, pero tenían un punto en común: para todos, la defensa del pensar libre. Para mí, una amistad sin precio que, estoy seguro, no morirá con sus dolorosas partidas. 

Libros

  • Expandir imagen
    Mario Rivadulla
Editorial Funglode, 2020
165 págs.
La escritura de dos semblanzas que son un compendio de las batallas vivas de dos grandes hombres, Martí y Gómez. Juntos en el ideal y en la manigua. Juntos en el deseo de libertad y en la honradez. Y en el centro, dos patrias, o tal vez una: Cuba y República Dominicana.
    EL APÓSTOL Y EL HÉROE

    Mario Rivadulla
    Editorial Funglode, 2020
    165 págs.
    La escritura de dos semblanzas que son un compendio de las batallas vivas de dos grandes hombres, Martí y Gómez. Juntos en el ideal y en la manigua. Juntos en el deseo de libertad y en la honradez. Y en el centro, dos patrias, o tal vez una: Cuba y República Dominicana.

  • Expandir imagen
    Heberto Padilla 
Plaza & Janés, 1989
263 págs.
El fenecido poeta cubano describe en un capítulo de estas memorias suyas, su vida de correrías políticas junto a Fidel Castro y Mario Rivadulla, resaltando aspectos de la vida de don Mario, como orador brillante de su tiempo y sagaz analista de la realidad política de la Cuba batistiana.
    LA MALA MEMORIA

    Heberto Padilla
    Plaza & Janés, 1989
    263 págs.
    El fenecido poeta cubano describe en un capítulo de estas memorias suyas, su vida de correrías políticas junto a Fidel Castro y Mario Rivadulla, resaltando aspectos de la vida de don Mario, como orador brillante de su tiempo y sagaz analista de la realidad política de la Cuba batistiana.

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    Orlando Gil
Editora Lozano, 2011
Dos volúmenes, 1,083 págs.

Reunión de sus textos en 35 años de análisis político. En la dedicatoria me escribe: “Para JR que conoce de estos desvelos. Nunca me ha sido fácil hacer la historia del día a día político. Lo sigo intentando”.
    AHORA QUE LOS DIOSES DUERMEN

    Orlando Gil
    Editora Lozano, 2011
    Dos volúmenes, 1,083 págs.

    Reunión de sus textos en 35 años de análisis político. En la dedicatoria me escribe: “Para JR que conoce de estos desvelos. Nunca me ha sido fácil hacer la historia del día a día político. Lo sigo intentando”.

  • Expandir imagen
    Orlando Gil
Serigraf, 2016
574 págs.

Recopilación de los textos que escribiera en Última Hora, entre 1973-1974 y los publicados en El Siglo en 1997. Sus libros constituyen hoy un amplio legado que sirven de contribución a la historia de las ideas políticas, y a su ejercicio, en la República Dominicana.
    TRINCHERAS DE PAPEL

    Orlando Gil
    Serigraf, 2016
    574 págs.

    Recopilación de los textos que escribiera en Última Hora, entre 1973-1974 y los publicados en El Siglo en 1997. Sus libros constituyen hoy un amplio legado que sirven de contribución a la historia de las ideas políticas, y a su ejercicio, en la República Dominicana.

  • Expandir imagen
    Orlando Gil
s.p.i, 1996
150 págs.

El periodismo político es tarea dura, ácida. El ejercicio poético es su contrapeso. Orlando era poeta, publicó cuatro poemarios y textos literarios. Tenía en la lectura y en la escritura poética dos pasiones vivas. Era otro distinto cuando abordaba el poema como tarea de vida y amor.
    GEOGRAFÍA DE TERNURA

    Orlando Gil
    s.p.i, 1996
    150 págs.

    El periodismo político es tarea dura, ácida. El ejercicio poético es su contrapeso. Orlando era poeta, publicó cuatro poemarios y textos literarios. Tenía en la lectura y en la escritura poética dos pasiones vivas. Era otro distinto cuando abordaba el poema como tarea de vida y amor.