No va al refugio por miedo a que le roben sus pertenencias

«Si vienen las autoridades para decirles que vayan a un refugio, ¿ustedes van?» preguntaron reporteros de este medio a varios hombres en la comunidad El Naranjo, en Nagua, de los cuales uno se alzó para expresar su negativa a dejar su casa de madera y zinc.

«No, no, que viene otro y saquea la casa«, dijo el hombre, quién esperaba poder pescar anguilas en la playa tras el fenómeno.

«Nosotros nos aguantamos aquí porque no hay palos (árboles) que nos hagan mucho daño», dijo otro comunitario, quién preparaba un fogón para un buen pan, el único alimento que, según dijo, tenían para hoy.

Al lado del humilde espacio para vivir de uno de los hombres, se encontraba la casa hecha de block de Franklin, donde Sandra, su vecina, aguardaba el paso del huracán Fiona para volver a retornar a su vivienda.

«Yo vine para acá huyendole a una mata de coco no vaya a caerse», señaló.

Sandra vive con su esposo y dijo que el fenómeno le recordó el huracán María, de 2017. Narró que a la llegada del ciclón envío a sus hijos a una escuela que servía de refugio mientras se quedaba en su hogar.

Agregó que las aguas del Caño Gran Estero, que queda detrás de las viviendas, llegaban hasta el frente de su casa. Preguntados sobre si el arroyo crece ante las lluvias y si no les preocupa, uno de ellos responde: «si el (río) Yuna se bota si».