23 de marzo

Cada 23 de marzo se conmemora el Día Mundial de la Rehabilitación. Esta fecha tiene por objetivo resaltar la necesidad y el derecho que tienen las personas con discapacidad de poder acceder a tecnologías eficaces, diagnóstico y el debido tratamiento, sin distinción de raza, religión, ideología política o estatus social.
En esta oportunidad no hablaré de los derechos, trataré de ampliar la historia que hace unos días este diario publicara sobre mi madre, pero más que eso, hacer un reconocimiento a tantas personas que han sido los actores de los casi cincuenta y ocho años de Rehabilitación.

Mi tío Celso, hace algunos años, le decía a mi madre, que de haberse dedicado a ser empresaria hubiera creado una gran empresa. De hecho, la creó, sólo que con una tremenda función social.

Hay que imaginarse una institución de treinta y dos filiales y dos más en proceso de construcción, más de mil empleados y consultas por más de un millón trescientas.

Empezó con los ir y venir a mi casa paterna del doctor Hermán Cruz Ayala, escribiendo los estatutos de lo que en su momento fue la Asociación de Inválidos, nombre que fue cambiado en dos oportunidades hasta llegar al de hoy Asociación Dominicana de Rehabilitación.

Los carros del Servicio Secreto de Trujillo (SIM), con los conocidos cepillos rondando mi casa por las reuniones que se hacían para formar Rehabilitación. Cualquier reunión preocupaba a los servicios secretos de la nefasta era de Trujillo.

Hablar de Rehabilitación es recordar los sobres de las escuelas y las alcancías. Las jóvenes de los colegios que iban a trabajar como voluntarias, entre ella mi esposa, lo que me obligaba ir a buscar a mi mamá sólo para verla. Es recordar el esfuerzo de Consuelo de Alsina, Fidelina de Aguilar, Leonor Reinhold, Vicenta Peynand, del doctor Emil Kasse Acta.

Hablar de rehabilitación es agradecer los aportes que los diferentes gobiernos han hecho a nuestro presupuesto, el presidente Joaquín Balaguer que aportó su primer cheque como gobernante y cambió el trazado de la 27 de Febrero para no afectar la localización actual de Rehabilitación. Es recordar los aportes de todos los gobiernos y en estos momentos tan difíciles al actual Gobierno del presidente Abinader, que nos ha apoyado con un importante aumento en el subsidio que recibimos.

Hablar de rehabilitación es recordar a Freddy Beras Goico y sus telemaratones. Los artistas que daban gratis sus conciertos para lograr seguir con la obra que ustedes conocen hoy. El apoyo del Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez. Nuestro siempre recordado monseñor Amancio Escapa, que siempre nos acompañaba en la casa de mis padres en el almuerzo de los domingos y no dejaba de oficiar las misas de aniversario de Rehabilitación.

Hablar de rehabilitación es hablar del doctor Jordy Brossa y su empeño con la escuela de educación especial, fuente de muchos desvelos por su importancia y el impacto que en la población de menos ingresos tiene en nuestros niños. Los aportes del Reverendo Howard Shomaker, con su experiencia y los recursos de la iglesia evangélica.

Hablar de rehabilitación es recordar al dr. Oscar Hernández, a doña Melba Báez. Cómo olvidar a don Julio Postigo, las reuniones clandestinas que debieron realizarse en el patio de su librería.

Don Pichulín Ramos, su empeño en dotar a Rehabilitación de computadoras, recorriendo bancos y empresas para que donaran las computadoras usadas. Doña Delsa, don Cristóbal Gómez, en Puerto Plata; doña Mercedes en Constanza, Doña Irene en La Vega, son de las presidentas de consejos de Gestión que recuerdo desde hace muchos años.

Rosa Languasco con sus muchos años al frente de las fianzas, alargando los recursos escasos para que Arturo Pérez Gaviño con su entusiasmo no los gastara. Ivelisse Brea más que una asistente, compañera de mi mamá, memoria histórica de las Junta de Directores y ahora soportándome a mí.

Jatnna Tavárez, Sonia Villanueva, Margarita Moronta, Minerva Núñez Milagros Germán, Miralba Ruiz, Wilfrido Vargas, Carlos Sánchez, cómo olvidarlos en “La Noche de Estrella Solidarias”.

Miembros de la Junta de Directores que yo he conocido, la mayoría con más de veinte años de vida activa en la institución.
José Espaillat, Ramón García Tatis, Julia Lora, Eduardo Tolentino, Alexis Alcántara, Cristina Francisco, Eduardo Espaillat, reverendo Augusto Sánchez, Dania Rijos y Rhina Báez.

Como no recordar a nuestro amigo y gran colaborador Isidro Pichardo, ido a destiempo, sus correos, sus WhatsApp, su capacidad de generar recursos, su preocupación por la aprobación de la donación del terreno para el futuro local de Rehabilitación en Cotuí.

La pandemia, como a todos, nos afectó seriamente, el 17 de marzo debimos parar las operaciones. Recuerdo cuando le explicaba a doña Mary que teníamos que permanecer en las casas, me respondió que tenía que ir a Rehabilitación, pero le dije que también ellos debían permanecer en sus casas.

Era algo que en todos los años de servicio no había sucedido, me costó mucho trabajo convencer a nuestra presidenta, que debíamos hacerlo y me preguntó ¿y entonces los pacientes, sus dolores, sus terapias? Creo que la dejé más tranquila al decirle, que era por la protección de ellos para que no enfermaran.

La vuelta a operaciones fue difícil, un ambiente desconocido, temerosos de la pandemia, los hospitales sin camas, todos los respiradores en uso. Perdimos amigos, familiares, pero volvimos convencidos que nuestros pacientes no podían esperar más. El reto era conseguir mascarillas, guantes, alcohol, trajes de protección. El sector privado, como siempre y el Gobierno también, nos apoyaron. Empezamos temerosamente, un reto para todos en la Junta Directiva, ya con nuevos miembros como Rafael del Toro, José Luis De Ramón y Julio Llibre.

Todos como equipo enfrentamos el reto, Rosa Languasco, Pilar Joaquín, Arturo Pérez, Rosanna Madera, Leonardo Ariza, Mario Rubiera, Jilmary Tiburcio, Dolores Mínguez, Diana Anniuska Castillo, Ivelisse Brea, Francis Sánchez, Helen Jáquez, Diana Rosario, Felipe Román, Rosa Emilia Ureña, Guadalupe Moll, Moisés Blanco, Juan Carlos Reyes, nuestras administradoras, esas abejas que trabajaron sin descanso junto a los Consejos de Gestión.

Poco a poco veíamos cómo los pacientes retornaban, debimos tomar decisiones difíciles, pero poco a poco los pacientes retornaban. Mascarillas, alcohol y distanciamiento. Gracias a Dios debemos reconocer que ni nuestros pacientes ni nuestro personal, las cifras de afectados nunca pasaron de un cinco por ciento.
Mirábamos los números y nuestra capacidad de pago, que sin el apoyo del Banco Popular y Senasa hubiese sido posible la estabilidad financiera que hoy tenemos.

Sé que omito muchos nombres y muchos casos, pero prometo que cada 23 de marzo escribiré de cómo más de mil mujeres y hombres son capaces, con pasión, dar atenciones a nivel nacional a miles de pacientes, lo que Mary Pérez de Marranzini empezó hace casi 58 años y hoy es más que un centro de rehabilitación “es una obra de amor”.

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