Casas clandestinas para cirugías plásticas están en Airbnb

En el mundo de la estética en República Dominicana no solo el ejercicio de las intervenciones quirúrgicas en lugares y en manos no aptas preocupa a las autoridades. La coexistencia de negocios paralelos que se expanden sin el debido registro ni control de los organismos estatales también constituye un dolor de cabeza para más de uno en el área de la salud.

Uno de esos negocios son las casas de recuperación, el lugar al que acuden los pacientes una vez intervenidos, para recibir el reposo y el cuidado que demanda su estado de convalecencia. Las hay con licencia y sin ellas, en un mercado de la estética que hace germinar otras formas de negocio alrededor de las intervenciones.

“Un problema que hemos ido enfrentando también de manera responsable, es el tema de los Airbnb. Hay muchas, muchas personas que se van a un Airbnb con una enfermera que consiguen por ahí a recibir atención”, dice el director de Habilitación del Ministerio de Salud Pública, Juan Gerardo Mesa, en referencia a los pacientes de procedimientos estéticos.

Cita que, hace un par de semanas, cerraron dos centros clandestinos en el Distrito Nacional que funcionaban en edificios.

A la Dirección de Habilitación le corresponde regular cualquier establecimiento que vaya a ofrecer servicio en salud, independiente del tipo que sea, así que una casa donde se ofrecen cuidados especializados para personas convalecientes deberá contar con la licencia expedida por el Ministerio de Salud y que obliga a cumplir con ciertas características.

No obstante, las casas de recuperación bajo registro son 22, incluyendo dos en etapa de cumplir el proceso de habilitación.

Las que operan superan, por mucho ese número, a juzgar por las ofertas que se encuentran en internet o los estimados que hacen algunos conocedores del área. Un taxista consultado por este diario habla de tres casas a las que ha acudido a llevar pacientes, tras sus  cirugías. Una en la Zona Universitaria, otra en Los Ríos y otra en la Urbanización Fernández, todas en el DN y cuyos servicios se pueden gestionar mediante la aplicación de Airbnb.

Paquete y precios

En medio de una conversación entre compañeras de trabajo sobre procedimientos estéticos, Dolfina decidió buscar en internet informaciones sobre una abdominoplastía y casas de recuperación. 

Las opciones llegan por Google o cualquiera de las redes sociales de mayor uso en el país. 

Personal de dos de esos establecimientos con nombres reconocidos en Santo Domingo, ofrecieron la información respecto al servicio que ofrecen, precio, ubicación y facilidades para una visita previa. Uno de los establecimientos dijo que cobra 85 dólares por día de alojamiento al paciente y 75 dólares por día a su acompañante. Ofrece el servicio de enfermería y alimentación.

90%

de los pacientes que van a casas de recuperación llegan del extranjero, en su mayoría dominicanas que viven en los Estados Unidos y Europa.

Otra de las casas dio un precio que iba desde los 75 a los 100 dólares por noche, dependiendo si se reservaba una habitación doble o privada, incluyendo servicios de enfermería, transporte y masaje y, afirma que tienen la habilitación de Salud Pública.

En Airbnb hay ofertas hasta en US$25 dólares la noche. Una de ellas ofrece un paquete de coordinación “con los mejores cirujanos” del país, servicio de cuidado, “con enfermeras 24/7 Airbnb, donde tendrás las tres comidas, dos meriendas, área para masajes post”, pero aclara que el precio no incluye el pago a las enfermeras ni el transporte.

El taxista de las operadas

Desde hace casi cinco años, Antonio (nombre ficticio, pues prefiere no ser identificado) se dedica a transportar mujeres que llegan de otros países a operarse por razones estéticas en República Dominicana.

Su trabajo consiste en trasladarlas desde el aeropuerto y llevarlas a las casas de recuperación, a los laboratorios clínicos y moverlas hacia el centro elegido para las cirugías, tanto el día de la intervención como para las citas de seguimiento.

El número exacto de mujeres que ha montado a través de los casi cinco años que lleva en ese negocio no es exacto, pero es muy probable que sean 300, casi todas en zonas del Distrito Nacional.

Regularmente cobra 150 dólares por todo el transporte, aunque puede ser un poco más, dependiendo siempre del total de días que mueva al cliente.

El pago del servicio se hace en dólares o en pesos, según el caso, y casi siempre se cobra desde la casa de recuperación en el paquete que ofrecen a las pacientes, aunque en ocasiones puede hacerlo directamente el taxista.

1,500 estimadas 

Las 22 casas de recuperación habilitadas o en proceso de ello que registra Salud Pública, coincide con los 22 miembros que tiene la Asociación Dominicana de Casas de Recuperación.

La presidenta de ese gremio, Rocío Ortega, asegura que sus afiliados operan en el Distrito Nacional y parte de la provincia Santo Domingo, para aclarar luego que las casas ubicadas en Santo Domingo Este no son asociadas, aunque algunos centros fueron socios alguna vez. 

De la cantidad que puedan estar funcionando sin estar reguladas no conoce el dato, pero recuerda una conversación en la que personal de la Dirección de Habilitación estimaba en unas 1,500 las casas de recuperación en funcionamiento y sin habilitar.

“Este es un negocio muy complejo, en el que hay muchos intereses envueltos y donde hay también muchas personas inescrupulosas aprovechando las situaciones”, comenta Ortega.

De ella, dice que fue la primera en hacer la habilitación para operar, la que obtuvo tras unos 26 años trabajando con cirujanos plásticos, según su testimonio.

Recuerda cómo, de la mano de del doctor Alberto Díaz, que en ese momento dirigía Habilitación, y siguiendo como referencia sobre casas de recuperación de Colombia, estos establecimientos quedaron registrados habilitados como un centro de atención de salud del primer nivel, y como tal, deben operar con determinadas facilidades.

Una de ellas es que deben funcionar en casas unifamiliares para que un paciente pueda tener facilidad de acceso y que haya disposición y manejo adecuado de los desechos. Además, se debe disponer de servicio de ambulancia, camas de posición, personal médico 24 horas, un médico general, por lo menos, y enfermeras certificadas.

La Masajista

Cuando la pandemia del COVID-19 obligó a los dominicanos a encerrarse en sus casas, Iris Binet quiso aprovechar el tiempo y decidió formarse como auxiliar de enfermería. Terminado el curso, empezó a trabajar en una clínica especializada en cirugías estéticas, en la que ejercía de enfermera y masajista. Allí laboró por poco más de un año y decidió independizarse como masajista, un servicio que ofrece a domicilio y que le permite un ingreso extra, fuera de su trabajo de psicóloga que tiene en una escuela privada.

Al mes, Binet puede ver cinco o más mujeres que se han realizado cirugías estéticas, a las que les cobra entre 1,000 y 1,500 pesos por masaje. Esos masajes que se dan con fines de drenaje, en primer momento, y de moldear, después, se deben realizar diario y durante por lo menos 40 días. “Se gana bien”, dice la enfermera, aunque aclara que hay meses en que puede no tener pacientes.

Para Binet, lo que ocurre actualmente en el mundo de la estética es una locura. “Las mujeres están que no quieren morirse sin hacerse una cirugía”, dice la mujer residente en Santiago. La fiebre de la estética, sin embargo, no la atrapa. Ha visto demasiado dolor y llanto entre sus pacientes y ve demasiados riesgos en esos procedimientos, los que no se haría “ni loca”.