De querer una feliz navidad, Lisbeth pasó a tener su propia casa

Lisbeth Zabala pasó de anhelar tener una mejor Navidad junto a sus dos hijos, Ruth y Heyler, a tener un techo digno donde refugiarse.

Listín Diario contó la historia de la joven madre en diciembre del año pasado y fue casi inmediata la conmoción pública ante el deseo de salir adelante de Lisbeth, quien no solo no tenía trabajo, sino que también vivía sumida en la precariedad de sus condiciones y lidiaba con el cáncer y el tumor cerebral de carácter terminal que padece su niño de cinco años, Heyler.

Fue casi inmediata la solidaridad de personas que se volcaron en ayudas para concederles a la joven madre y sus hijos la mejor de las navidades. Desde empresas privadas y entes individuales, movidos por la solidaridad, hasta el coordinador de Gabinete de Política Social, Tony Peña Guaba; el Ministerio de la Vivienda; la primera dama, Raquel Arbaje, y otras entidades gubernamentales, suplieron sus necesidades de momento y la llenaron de promesas, siendo la del ministro de la Presidencia, Joel Santos, la de más peso.

Santos fue de los primeros en reaccionar ante la situación de Lisbeth y sus niños. Realizó una visita a la familia en el que era su humilde hogar, les brindó su cena de Nochebuena y prometió que en tres meses entregaría la llave de la vivienda que la familia está lista para aprovechar hoy, un mes antes.

“Me siento muy feliz y muy agradecida, sobre todo porque no me lo esperaba tan rápido. Tanto tiempo anhelado tener mi propia casa, mi espacio y ahora verlo hecho realidad”, expresó la oriunda de Elías Piña con la voz afectada por la emoción al ver materializado su hogar amueblado.

Nómadas

El momento quedó sellado en la vida de la pequeña familia Zabala como el día en el que sus vidas cambiaron para siempre. Desde pequeña, la cabeza de familia emigró desde su ciudad natal hasta Santo Domingo, regresando cuando era más grande, hasta que hace seis años llegó otra vez de Elías Piña a la capital, ahora con su bebé de siete meses a rastro y con la entera intención de buscar un mejor futuro para ambos.

Un viacrucis

Para ella resultó ser una sorpresa cuando la tía con la que había venido a quedarse solo hizo ver el gran tamaño de la cabeza de su niño para deducir que debía padecer alguna condición especial.

Por situaciones externas, terminó en la vivienda de la abuela de su primer hijo por tres años y fue echada por problemas con el papá del niño, quien desde siempre lo ha rechazado.

Pasó a vivir en una iglesia, para luego hacerlo con una amiga y luego nueva vez en un templo cristiano hasta llegar a la casa alquilada en La Ciénaga con ayuda de su suegra y los hermanos de su iglesia.