Intérpretes en lenguaje de señas son mal remunerados y poco valorados

La interpretación en lenguaje de señas es un oficio poco remunerado y reconocido en el país, por lo que las personas que se dedican a esta labor tienen que recurrir al pluriempleo para generar ingresos económicos.

 Las pocas oportunidades laborales que se les brinda a las personas con discapacidad auditiva repercuten en la comunidad de intérpretes, haciendo que no sean tan demandados en empresas e instituciones, sino más bien por las personas sordas que lo necesitan, pero por lo general no pueden pagar.   

Aunque algunas instituciones tienen contratados intérpretes en lenguaje de señas, la mayoría trabaja de manera independiente, cobrando entre 500 y 700 pesos por hora.  Unos tienen que combinar el servicio de intérprete con otros oficios o carreras que han cursado para poder mantener a sus familias.

Juana Falcón, presidenta de la Asociación Nacional de Intérpretes en Lenguas de Señas de la República Dominicana (Anilesred), y Melqui Pérez, de la Agencia Meps Intérprete, sugieren que todas las instituciones nombren a un intérprete en lenguaje de señas.

También plantearon que las universidades contraten un personal, para que les den el servicio a los estudiantes que lo requieran, de forma que no sean los propios sordos que lo paguen, ya que generalmente son de escasos recursos.

Tanto Falcón como Pérez coinciden en la necesidad de contar con un campo de trabajo más abierto y formal y que la interpretación se extienda a diversos ámbitos, incluyendo los medios de comunicación televisivos, principalmente en los noticiarios.

Abogaron por la aprobación de una ley sobre lengua de señas y que rija el servicio de los intérpretes.

 Al no impartirse la lengua de señas como carrera universitaria, las personas aprenden a través de cursos y diplomados que imparten algunas entidades, o porque son hijos de padres sordos y han tenido la seña como su primera lengua.  Ese es el caso de Pérez, que sus padres son sordos. 

Los centros educativos a nivel básico, hospitales, tribunales, fiscalías, instituciones públicas y descentralizadas, así como actividades multitudinarias, como congresos, son las principales plazas de trabajo de los intérpretes.

“Es un trabajo poco remunerado, a veces se hace por vocación, yendo a asistir sin ningún costo”, expuso Falcón, quien, además de intérprete, es sicóloga.  

Contó que en una ocasión fue a una fiscalía y tuvo que darle el pasaje a la persona sorda para que regresara a su casa.

Señala que el trabajo no tiene un costo fijo y refiere que han luchado para que todas las instituciones nombren a un intérprete en lenguaje de señas. 

Sostiene que han surgido agencias que funcionan de forma independiente.

“La mayoría tiene que desempeñar dos y tres trabajos, no pueden vivir de la interpretación solamente, porque tienen familia. Si hubiera una estabilidad de empleos, pudiéramos mantener una entrada fija”, señaló.

Afirma que hay mucha demanda del servicio de parte de la comunidad sorda, pero poco pago, porque los destinatarios del servicio no tienen dinero para costearlo.

 Emprendimiento

 Melqui Pérez decidió constituir la agencia Meps Intérprete, no solo como su medio de trabajo, sino también para ayudar a otros a conseguir plazas, de modo que ese servicio se convierta en un trabajo sostenible y confiable.

“No se reconoce la interpretación como una fuente de ingresos, se cree que debe ser algo de solidaridad, de amabilidad porque son sordos y hay que hacerle el favor, no, el intérprete come, paga una casa, tiene hijos, la interpretación tiene costos”, señaló.

Aunque dice que algunos tienen precios sobrevalorados, sostiene que hay empresas que tampoco lo pagan, o solamente le ofrecen salir en una cámara.

Cree que el sector no se ha desarrollado porque muchas empresas no reconocen que la interpretación es una herramienta para el sordo.

Sostiene que es un trabajo de emprendedores, dando principalmente el servicio directamente a entidades y a los propios sordos cuando lo requieren.

“Quienes han crecido es porque han persistido y han sido disciplinados”, enfatiza Pérez.

Precisó que hace alrededor de dos años se creó el primer código ético del Intérprete, que ha llegado a ser un modelo para algunos países.

“Pese a todo, como no hay una ley sobre la lengua de señas, y que rija al intérprete, que dé garantía de ingreso económico, la interpretación hoy se maneja como un trabajo de emprendedor, independiente, pero todavía no es reconocido como una necesidad oficial de herramienta para la comunidad sorda”, subrayó.

Considera que en el momento en que esa ley se apruebe, todas las empresas que nombren a un sordo deberán tener un intérprete. Deploró que en las universidades sean los propios sordos que tengan que pagar el intérprete para poder cursar una carrera o buscar un patrocinio.

Comentó que durante la cuarentena, debido a la pandemia del Covid-19, a los intérpretes no se les permitió un pase libre, por lo que si un sordo iba al médico no podía tener la asistencia necesaria.

Propuso que el Consejo Nacional para la Discapacidad (Conadis) otorgue al intérprete un carné que le permita reconocimiento de su trabajo, tras indicar que solo poseen uno de la asociación.

 Asociación

 En el 2010, fue formada la Asociación Nacional de Intérpretes en Lenguas de Señas de la República Dominicana (Anilesred), la cual agrupa a 83 personas.

Su presidenta, Juana Falcón, estima que hay más de 200 en el país.

Dijo que se rige por sus estatutos como organización sin fines de lucro y por del Conadis.

 Aunque recibe una subvención del Ministerio de Educación, sostiene que es muy ínfima, de unos 20,000 pesos mensuales. En el último año no la ha recibido, pero porque no ha agotado algunos trámites.

 Incursión en lenguaje de señas

Falcon se interesó por la lengua de señas a través de misioneros de una iglesia cristiana evangélica, que impartieron un curso para que trabajen con sordos de la comunidad.

Así luego comenzó a dar clases en la Escuela Nacional de Sordos, y ahora es directora del Centro Cristiano Especial para Sordos, un centro educativo público ubicado en la provincia Santo Domingo.

Su motivación nació porque al frente de su casa pasaba una persona que solo hacía señas y ahí le surgió la idea de que le gustaría aprender ese lenguaje, por lo que cuando tuvo la oportunidad en la iglesia, no dudó en aprovecharla.