Ética policial: las siete virtudes de un policía correcto
Los códigos deontológicos tienen como máxima aspiración promover una serie de virtudes que constituyen las pautas para un ejercicio profesional en consonancia con la ética. Cada disciplina, en función de la naturaleza del oficio que les ocupa, priorizará las valores que guarden los mayores niveles de consistencia con la misión y las funciones correspondientes.
En el caso de los policías, el ejercicio ético de su profesión debe tener como marco el Estado Social y Democrático de Derecho en que vivimos, por lo cual ha de enarbolar el respeto y la protección de la dignidad y los derechos humanos como los fundamentos de su actuación.
De esta manera, la labor policial se debe traducir en la garantía de un clima de justicia, convivencia pacífica y paz social que permita el ejercicio pleno de las libertades públicas, contribuyendo así con la seguridad ciudadana mediante el servicio y el mejoramiento de la calidad de vida de la comunidad de la cual es parte.
Todo ello, teniendo como pilares insoslayables una ética de profundos valores y arraigadas convicciones, lo cual propiciará la asunción de compromisos incorruptibles y su capacidad para discernir un adecuado uso de la fuerza aún en momentos de máxima tensión.
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El Dr. Stephen J. Vicchio, filósofo y profesor universitario estadounidense, ha elaborado una lista de siete virtudes que, si bien admite no es exhaustiva, la considera esencial para los propósitos de las organizaciones policiales, por lo que entiende deberían requerirse a los agentes de policía:
1) Prudencia: sabiduría práctica, la virtud de la deliberación y el discernimiento. La capacidad de descifrar conflictos aparentes entre virtudes cuando se decide qué acción (o inacción) es la mejor en una situación dada.
2) Confianza: implica las tres relaciones primarias del agente de policía: la relación ciudadano-agente, agente-agente y agente-supervisor. La confianza debería engendrar lealtad y veracidad en estos tres contextos.
3) Ausencia o eclipse de los intereses propios: dada la posibilidad de “explotación” de los ciudadanos, la moderación del protagonismo es importante. Sin ella, los ciudadanos pueden convertirse en medios para engrandecer el poder, el prestigio o los beneficios del agente de policía, o en medios para llegar a los objetivos del departamento que no sean su protección y servicio.
4) Coraje: es el medio dorado entre dos extremos: la cobardía y la temeridad.
5) Honestidad intelectual: reconocer la ignorancia y ser lo suficientemente humilde para admitirla constituye una virtud relevante en cualquier contexto profesional, siendo muy peligrosa su falta en el trabajo policial.
6) Justicia: normalmente pensamos que la justicia es dar al individuo lo que se le debe. Sin embargo, al poner la virtud de la justicia en un contexto policial, se requiere a veces retirar el pañuelo que deja ciega a la justicia y adaptarse a las necesidades de cada ciudadano en particular, incluso cuando no encajan en la definición de lo que se le debe estrictamente.
7) Responsabilidad: una persona que exhibe responsabilidad es aquella que intenta hacer las cosas bien, tiene un entendimiento claro de lo correcto y es plenamente consciente de otras alternativas que podrían considerarse. Aún más importante, una persona íntegra es aquélla que no intenta evadir la responsabilidad encontrando excusas para una actuación pobre o un juicio erróneo.
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