Amor y convivencia: por qué hay parejas que deciden vivir en hogares o espacios separados
Según la Real Academia Española (RAE), el amor “es el sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear”.
Como se ve, la convivencia puede aparecer como uno de los preceptos fundamentales del amor, toda vez que dos personas que se aman, quieren compartir un hogar y unificar sus proyectos de vida bajo el mismo techo. Sin embargo, este imperativo parece estar cambiando en el último tiempo.
¿Por qué? Porque hay parejas que deciden vivir en casas o en espacios separados, buscando preservar la intimidad personal sin menoscabar lo que se construyó entre ambos. En estos casos, amar al otro va más allá de convivir, ya que el proyecto se forja por medio de otros aspectos como la comunicación y el respeto por la individualidad, entre otros.
En primer lugar, la psicóloga y escritora Beatriz Goldberg, especialista en crisis individuales y de pareja, apuntó a Infobae: “En los últimos tiempos se incrementó mucho el fenómeno de muchas parejas que deciden no convivir porque buscan el placer de volver a elegirse. Es decir que no están juntos como una parte de la casa que no se puede modificar, sino que eligen cuándo ver al otro o cuándo dormir juntos, por ejemplo. Lo sienten como algo más cómodo y libre, e incluso más romántico”.
En algunos casos, la decisión tiene que ver con problemas en la convivencia (Getty)
Para Goldberg, lo importante es que la decisión “se tome en conjunto, ya que todos los acuerdos y los contratos entre dos deben ser bilaterales. Hay que evitar, entonces, que uno solo desee no convivir y que el otro diga que sí solo para no perder la relación”.
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“Muchas parejas sienten que la convivencia mata al amor y apuntan a esta filosofía -siguió la psicóloga-. En otros noviazgos, en cambio, hay una decisión explícita de convivir y levantarse a la mañana con el otro, aunque no sea romántico después de muchos años. Es que hay gente que si no duerme con su pareja no siente pasión”.
En tanto, Goldberg profundizó que hay casos “en los que dos personas con muchos años de convivencia deciden tener piezas o camas separadas porque tienen distintos horarios o porque sienten que quieren tener su propio espacio”. Incluso, “si los dos tienen hijos de parejas distintas y están separados, puede que no quieran perder la individualidad con sus hijos y buscan tener con su pareja solo el fin de semana libre, un viaje o una salida. Es decir, verse en momentos puntuales y no convivir”.
De este forma, según la especialista, las parejas “tienen la sensación de que están lejos pero que, aun así, pueden verse en cualquier momento. De hecho, hay quienes son vecinos del mismo edificio, y eso aporta para bien, porque ir lejos a ver al otro sin poder improvisar un plan puede ser contraproducente para la pasión. De todos modos, esta decisión también puede ser por motivos económicos o como proceso intermedio hasta la separación, en algunos casos”.
El hecho de no convivir puede ser ideal para quienes disfrutan los espacios y momentos de soledad (Getty)
Por su parte, la psicóloga Florencia Cereseto (MN 71253) aportó a Infobae: “Hoy está muy en auge la preservación de la individualidad; lo propio, lo ajeno y lo personal. Si la decisión de no convivir viene de un lugar genuino y sin mandatos, entonces es más que válida, ya que cada pareja tiene sus propias necesidades y, muchas veces, además de la necesidad de conservar el espacio propio, también está la necesidad de cuidar a la relación. En estos casos, vivir separados preserva el futuro porque se evitan conflictos o situaciones en las que hay que negociar y ceder más de lo que se desea”.
“Cada pareja es un mundo, y lo importante es que estos acuerdos sean el resultado de una búsqueda conjunta en pos de las individualidades y también de la pareja como un tercer orden”, dijo Cereseto.
Y planteó: “Cuando se convive por razones económicas es más delicado, porque aunque no se comparta la cama o la habitación, la convivencia igualmente exige de una flexibilidad y paciencia que, si no se trabaja, puede resentir el vínculo en la dinámica diaria de la casa. Viviendo bajo el mismo techo es difícil, aún en cuartos separados, establecer el límite entre lo mío, lo tuyo y lo nuestro. Es que la demanda del otro igual va a aparecer y hay que ser muy adultos para sentarse a conversar las veces que sean necesarias para renovar los acuerdos”.
Según Cereseto, algunos de los beneficios de no convivir son los siguientes: “Disfrutar los encuentros sin el residuo que deja la cotidianidad y la rutina, renovar el deseo y las ganas de compartir, poder extrañarse, dar oxígeno a la pareja a través del autocuidado, tener espacios propios generando puntos de encuentro con el otro más planeados, deseados y pautados de común acuerdo”.
Según Beatriz Goldberg, estas decisiones «deben ser bilaterales» (Getty)
“Para cada pareja, la convivencia representa cosas distintas. En la mayoría de los casos, por razones culturales, la asociamos con un mayor nivel de formalidad y compromiso, y eso siempre implica un movimiento a nivel personal y conjunto. Convivir implica adaptarse al otro, conocerlo en otras facetas, y aparecen nuevos defectos pero seguramente también nuevas virtudes. El desafío para quienes eligen convivir es construir un tercer orden que nace en esa casa común: ni el mío no el tuyo, más bien el nuestro”, cerró la psicóloga.
En tanto, el psicólogo Sebastián Saravia (MN 63817) consideró a Infobae: “Hay parejas que deciden no convivir porque ese es el acuerdo. Toda pareja renegocia sus modos de vincularse. Pensemos que antes las personas salían, estaban en pareja un tiempo, hacían algún viaje juntas y pasado eso se iban a vivir juntas. La convivencia era el paso obligado y sostenía a la pareja, la enmarcaba. Hace un tiempo esta era la dinámica pautada, implícita y asumida. Pero hace varios años esta tendencia fue cambiando. Las parejas hoy no necesariamente conviven ya que los acuerdos se renuevan, se repiensan, están abiertos y evolucionando”.
“Hoy una pareja puede decidir no convivir ya que no lo necesita como punto de partida ni de llegada -completó Saravia-. La convivencia no confirma que haya o no pareja; no da más o menos valor a esas personas que se eligen. Porque ahí está la cuestión: hoy es importante elegirse y respetarse, no necesariamente convivir. Uno de los beneficios que más se relata en quienes están en pareja y deciden no convivir es el respeto por la intimidad del otro, pero sobre todo de la propia. Entienden que vivir juntos puede hasta perjudicar a la pareja”.
Al no convivir, hay parejas que disfrutan más el tiempo que pasan juntos (Getty)
Al no convivir o compartir todo el tiempo el mismo espacio “hay una pausa, una alternancia de presencia y ausencia que es importante en cada pareja. Al no verse pueden pensarse ellos mismos y ubicar lo que les genera el otro”, sostuvo el psicólogo.
Y postuló: “En algunos casos, la inestabilidad económica y la inflación juegan un papel a destacar, ya que hay parejas que quieren vivir en casa separadas pero no pueden hacerlo, entonces, viven en el mismo lugar pero duermen en cuartos separados. Es una solución intermedia. Lo importante, siempre, es ubicar la elección o necesidad. Acá se sigue sosteniendo la idea de determinados segmentos de intimidad por separado”.
En ese contexto, Saravia relató el caso de una paciente que llevaba 20 años de relación con su marido. “Ella le pidió a él que duerma en otra habitación porque transpiraba mucho y se movía incesantemente. Luego de idas y vueltas, él aceptó. Es destacable que pudieron hablarlo y llegaron a un acuerdo”, profundizó el experto.
Por el contrario, hay parejas que toman la decisión explícita de convivir bajo el mismo techo. «Hay gente que si no duerme con su pareja no siente pasión», explicó Godlberg (Getty)
A su turno, Alexis Alderete (MP 85367), psicólogo especializado en sexología clínica, introdujo el concepto de Living Apart Together, que en español se conoce como “vivir separados juntos”, según el experto. “Se trata de una forma de relación en la que dos personas comprometidas sentimentalmente mantienen lugares separados y no conviven en su cotidianidad. La idea es no perder su individualidad y sus hábitos, resguardando lo mejor de su vida y a la vez compartiendo momentos en pareja. En muchos casos, esta decisión se toma de manera consciente y puede ayudar a fortalecer la relación al proporcionar un mayor equilibrio y satisfacción individual”.
Para cerrar, Alderete remarcó: “Para que las parejas decidan llevar adelante este estilo de vida debe haber una comunicación clara y abierta. Ambos deben expresar sus necesidades, expectativas y preocupaciones. Cada pareja puede establecer sus propias dinámicas y acuerdos, por ende, es importante establecer una rutina de encuentros, pasar tiempo juntos y mantener la conexión emocional. En un mundo donde a menudo se nos enseña que el amor verdadero significa estar constantemente juntos, esta idea nos invita a cuestionar y redefinir nuestras creencias sobre las relaciones románticas. El amor y la intimidad no se limitan a un formato único y cada pareja tiene la libertad de explorar y encontrar su propio camino”.
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