Salama Masha, la sobreviviente de la secta suicida en Kenia
Salama Masha reconstruye su vida después de rozar la muerte. Pertenecía a una secta por la que estaba dispuesta a matar a sus hijos para conocer a Jesús. Todo comenzó con el miedo a las vacunas y un nuevo documento de identidad que iba a recoger más información.
«Durante la pandemia el líder de la secta nos dijo que teníamos que irnos a vivir al desierto. Afirmaba que iban a llegarnos los nuevos documentos de identidad y que tuviéramos cuidado, porque sus chips eran peligrosos. Pero mi marido ya había caído en la trampa de las teorías de la conspiración», cuenta Salama Masha, una mujer que sobrevivió a la secta suicida que dejó al menos 400 muertos en Kenia.
Salama y su esposo se mudaron, junto a sus dos hijos, a una zona boscosa donde construyeron casas y comenzaron a cultivar. Las pocas noticias que llegaban del exterior eran alarmantes.
«Nos dijeron que a la gente le estaban dando carnés de identidad del Gobierno, que había vacunaciones forzosas. El predicador nos dijo que siguiéramos cultivando, incluso nos animó a plantar plátanos, que nos ayudarían a sobrevivir más tiempo». Pero un año después, todo tomó un giro macabro.
«Una señora nos dijo que se nos estaba acabando el tiempo, que no había tiempo para seguir cultivando, que era hora de ayunar, rezar y conocer a Jesús. Ahí es cuando nos ordenaron que teníamos que hacer ayunar a los niños.», explica la joven madre.
Cuando descubrió que cuando su marido estaba fuera, se encargaba de enterrar a personas que habían muerto de hambre y vio a los hijos desnutridos de otra mujer, comenzó a sospechar.
«Mi marido me dijo que estaba perdiendo el tiempo y que los niños saldrían descarriados, y que les inyectarían vacunas a la fuerza y una vez vacunados, tendrían un billete directo al infierno».
Se marchó con sus padres. Su marido se quedó en el bosque, donde oyó que murió. Las autoridades se llevaron a sus hijos, que salvaron la vida.