Este es el extraordinario efecto que tiene en la salud y las emociones tomar de la mano a un ser querido
Tomarse de la mano tiene efectos sorprendentes en nuestro estado emocional, sobre todo cuando se trata de una pareja romántica: Puede ayudar a bajar la tensión arterial, reducir el dolor y amortiguar las experiencias estresantes. Un experimento de 2021 confirmó el efecto calmante de coger la mano de la pareja mientras se ven escenas de películas de terror como “Sé lo que hicieron el verano pasado”.
El simple gesto puede limitar el impacto que el estrés tiene en nuestro sistema nervioso autónomo, que regula funciones corporales inconscientes como la dilatación de las pupilas. Cuando las personas se sienten amenazadas, agarrar de la mano a un ser querido calma partes del cerebro responsables de la vigilancia y la respuesta emocional.
Pero la investigación también sugiere algo mucho más profundo sobre nuestra necesidad de conexión. “Si realmente entendemos lo que es tomar de la mano y cómo produce sus efectos, empezamos a entender casi todas las facetas del ser humano”, afirma James Coan, psicólogo clínico y director del Laboratorio de Neurociencia Afectiva de la Universidad de Virginia. “Expresa todo lo que somos los unos para los otros”.
Un experimento de 2021 demostró el efecto calmante de coger la mano de la pareja. (Freepik)
Los experimentos de cogerse de la mano
Coan y su equipo han realizado varios experimentos sobre los efectos de cogerse de la mano. En el primero, se sometió a 16 mujeres casadas a un escáner cerebral por resonancia magnética y se las amenazó con una descarga eléctrica. Los escáneres cerebrales mostraron que cuando estas mujeres cogían la mano de un desconocido, disminuía el estrés de recibir una descarga.
Pero el efecto era aún más pronunciado cuando cogían la mano de sus maridos. También influyó la calidad de la relación. El beneficio de ir de la mano era mayor entre las mujeres con las puntuaciones más altas en las pruebas de calidad marital. Estudios posteriores demostraron que el estrés disminuía en otros tipos de relaciones, incluidas las de pareja o las de mera amistad.
Según Coan, los resultados sugieren que tomarse de la mano ayuda al cerebro a descargar el trabajo de enfrentarse al estrés. Por eso, cuando se tiende la mano a un ser querido en un momento difícil, es como si se compartiera la carga con él.
El contacto físico como sostener manos podría ser la clave natural para combatir el estrés. (Shutterstock)
¿Por qué la gente se toma de la mano?
Durante los experimentos, Coan y su equipo se toparon con un hallazgo extraño. Muchos expertos habían establecido que la regulación emocional la gestiona el córtex prefrontal. Es la parte del cerebro que nos ayuda a controlar nuestros instintos y a entrar en razón: te dice: “Tranquilo, sólo es una película” cuando estás viendo una de terror, explica Coan.
Coan planteó la hipótesis de que coger la mano de alguien cercano provocaría un aumento de la actividad en el córtex prefrontal a medida que el participante se relajara y se sintiera más seguro. Con más actividad en el córtex prefrontal, pensó, se produciría menos actividad emocional -como las implicadas en el miedo o la ansiedad- en otras partes del cerebro.
Pero no fue así. Cuando las parejas se tomaban de la mano, Coan observaba una disminución en todas las regiones emocionales del cerebro, tal y como esperaba. Sin embargo, experimento tras experimento, la actividad del córtex prefrontal no aumentaba, sino que disminuía.
Estudios indican que el tacto comunica emociones sin utilizar palabras. (REUTERS/Mohammed Salem)
¿Qué estaba ocurriendo?
Al principio, Coan no podía explicar qué parte del cerebro era responsable del alivio del estrés de los participantes cuando se cogían de la mano. Era como si la gente sacara bocadillos de la máquina expendedora sin pagar dinero.
Finalmente, llegó a una nueva conclusión: ¿Y si había confundido los estados basal y experimental? Quizá el cerebro no percibía el hecho de agarrarse de la mano como algo nuevo, sino como algo que se añadía a la situación de partida de estar solo. ¿Y si nuestra línea de base neuropsicológica era sentirnos conectados a alguien? Tal vez sentirse solo era la desviación desde el principio, una desviación que requeriría la activación metabólicamente costosa de nuestro córtex prefrontal para hacerle frente.
“Para el cerebro humano, el mundo presenta una serie de problemas que resolver”, afirma Coan. “Y resulta que estar solo es un problema”.
A este fenómeno lo denominó teoría de la línea de base social: es la idea de que el cerebro humano espera tener acceso a las relaciones y la interdependencia porque, sin ellas, los problemas del mundo son descomunales y necesitamos gastar mucho más esfuerzo fisiológico y psicológico. Pero cuando sabemos que no estamos solos -como se transmite al cogernos de la mano- es como si pudiéramos acceder libremente a bocadillos sin necesidad de una máquina expendedora.
Entrelazar las manos puede reducir la tensión arterial, disminuir el dolor y mitigar el impacto de experiencias estresantes. (Shutterstock)
La complejidad de la mano humana
Las manos son una parte fundamental de nuestra forma de explorar el mundo desde el momento en que nacemos, y por una buena razón. Los recién nacidos son miopes (no pueden ver más allá de unos centímetros de su cara) y tampoco pueden procesar los colores. Pero nuestras manos -incluso antes de que desarrollemos cualquier habilidad motora- pueden procesar información sensorial cuando rozan los objetos que nos rodean.
Las palmas de las manos son una fracción minúscula de la superficie total de la piel, pero en ellas se concentra el 15% de las fibras nerviosas táctiles. Gracias a esa densidad nerviosa increíblemente alta, nuestras manos pueden discernir entre los innumerables estímulos que nos ofrece el mundo: una magdalena caliente, el suave pelaje de un cachorro o las frías gotas de lluvia.
Además, las palmas y sobre todo las puntas de los dedos contienen terminaciones nerviosas especiales llamadas corpúsculos de Meissner. Gracias a ellos, las palmas reaccionan al tacto más fino, incluso a menos de 10 micrómetros de profundidad, es decir, aproximadamente el ancho de una tela de araña. Permiten que nuestras manos procesen el braille y son la razón por la que percibimos inmediatamente si algo resbala para poder apretarlo con más fuerza.
Las palmas de las manos se erigen como centros sensoriales poderosos, permitiendo experiencias que van desde el tacto más delicado hasta comunicaciones emocionales profundas. (REUTERS/Marko Djurica)
También utilizamos el tacto para comunicar nuestros sentimientos. Un estudio de 2009 observó a 124 parejas de desconocidos: a uno se le vendaron los ojos y al segundo se le pidió que transmitiera una emoción al otro simplemente mediante el tacto. Los participantes fueron capaces de reconocer -sin oír ni ver a la otra persona- emociones como gratitud, asco, felicidad y miedo. En un estudio reciente de la Universidad de Londres, los participantes fueron capaces de identificar correctamente la emoción de otra persona con sólo mirar sus manos sin verle la cara.
Durante la pandemia, cuando atendía a pacientes hospitalizados en los días en que incluso estrechar la mano era algo insondable, muchos me confiaron que sentían un profundo vacío por la falta de contacto físico con otros seres humanos. Una mañana, cogí la mano de una anciana en urgencias mientras mi residente se preparaba para hacerle un examen, y la mujer me dijo: “Es como si fuera la primera persona a la que toco en meses”. Todavía pienso en aquel encuentro y en esa hambre visceral de contacto que muchos de nosotros no sabíamos que existía hasta que nos la arrebataron.
No tengas miedo de tender la mano a alguien que lo está pasando mal: está claro que estamos hechos para ello
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