Iván Duque no cree inevitable una guerra entre China y EE.UU.
Iván Duque, expresidente de Colombia, responde con prontitud. Apenas deja que termine la pregunta. Esta es la última parte de su entrevista con Aníbal de Castro, presidente del Grupo Diario Libre.
—Saliendo de nuestra área, del continente, ¿estamos en una repetición de la Guerra Fría, presidente?
Yo creo que, como decía alguien, pasamos de la Guerra Fría a la paz caliente. ¿Por qué lo llamo así? Porque estamos volviendo a la bipolaridad comercial entre Estados Unidos y China. Dos grandes motores de la economía global que se enfrentan, que se amenazan con sanciones que muchas veces elevan las tensiones. Ha habido una aproximación un poco más amigable, pero la economía mundial no va a funcionar si se apaga cualquiera de esas dos turbinas, las economías más grandes del planeta. Hay una responsabilidad en entender esa codependencia que se ha generado a través del tiempo. En el Hemisferio Occidental, China es en más del 80 % de los países el primero o el segundo socio comercial principal. Inclusive, es el mismo caso con los Estados Unidos, ya que China es el mayor tenedor de bonos del Tesoro.
—¿En qué lugar está China en el comercio de Colombia?
Número dos. Hoy el principal socio comercial son los Estados Unidos y el segundo, China. Esa realidad en el continente nos obliga a tratar de minimizar las tensiones y entender que para los países de América Latina es muy difícil quedar en un sandwich en esa confrontación. Necesitamos aumentar nuestras exportaciones a Estados Unidos, pero también a China. Tenemos que hacer permanentemente licitaciones para infraestructura, para energía y para múltiples sectores y curiosamente no están llegando las suficientes empresas norteamericanas. Sí las empresas chinas y por eso han ganado tantos proyectos de infraestructura estratégica. Hay que llegar a un acuerdo en medio de la diferencia, o como diría un político colombiano, un acuerdo dentro del desacuerdo entre Estados Unidos y China para la salud de la economía global. Faltan decisiones sobre temas necesitados de pronunciamientos categóricos, como por ejemplo el genocidio que se ha producido en Ucrania por ese ataque absurdo e indiscriminado de Vladimir Putin contra la población ucraniana.
—¿Pero no estamos en América Latina hasta cierto punto siendo el jamón del sandwich? Tenemos el otro reducto democrático en el mundo que es Europa Occidental y también está en guerra comercial con China, además de que no nos presta atención…
Tenemos una relación con Europa sin lugar a dudas y una relación comercial. Miremos las cosas en contexto. Hace pocos meses, un artículo muy importante de Fareed Zakaria en la revista Foreign Affairs muestra cómo, en los últimos 15-20 años, Estados Unidos ha duplicado el tamaño de su economía frente a Europa. Europa ha visto surgir en muchos de sus países partidos y gobernantes que no son propiamente europeístas. Esas tensiones internas dentro de la eurozona explican por qué ha sido tan difícil una participación mucho más activa en lo comercial e inversiones en América Latina. Nosotros en Colombia tenemos socios comerciales importantes en Europa, pero si uno mira la participación de empresas europeas en las grandes licitaciones de infraestructura estratégica y el crecimiento de exportaciones, hay otros jugadores que están desplazando a Europa. Se explica por la lentitud de muchas decisiones en la estructura institucional de Bruselas, pero también porque falta un criterio europeísta unificador. No lo tenemos hoy como en otras épocas y es algo que llama la atención.
—Fareed ha sido un crítico de la política norteamericana frente a China.
Sí, pero por ejemplo hay un libro, el último de Ian Bremmer, que se llama El poder de la crisis. Tiene un capítulo muy especial sobre la relación entre Estados Unidos y China, que se empezó a gestar desde el restablecimiento de las relaciones diplomáticas en el gobierno de Richard Nixon hasta nuestros días. Y claramente el comercio, la inversión y la forma como China se empezó a convertir en un proveedor de muchas materias primas, e inclusive de productos de alto valor agregado para los Estados Unidos, ayudaron a que ese país sea una de las historias más importantes, a sacar masivamente población de la pobreza, a crear una clase media emergente con niveles de ingresos no pensados en las últimas tres o cuatro décadas. Es una historia donde hay constructivismo en términos de relaciones internacionales y también un poco de respeto frente a la expansión. Muchas personas se han dedicado a pronosticar un conflicto inevitable en el tiempo entre Estados Unidos y China. Yo no creo que eso sea saludable. Que hay diferencias, claro que las hay entre una concepción 100 % democrática y una visión de un gobierno de partido. En el ejercicio de las libertades, es abismal la diferencia. Pero lo cierto es que el mundo multipolar y bipolar macroeconómico de hoy, hay que entender que estos dos países deben contribuir a que salgamos adelante pues el incremento de las tensiones solamente nos trae costos absolutamente insostenibles.
—Entonces, ¿usted no cree en la trampa de Tucídides?
No, yo no creo en esa trampa. Inclusive, cuando uno mira a los clásicos, la diferencia es entendernos en un marco internacional. Yo he sido por muchos años un estudioso de lo que se conoce como los ofensivos realistas en términos de relaciones internacionales. También he sido un gran estudioso de los que se denominan constructivistas. El constructivismo nace a partir de la codependencia del comercio, de la coinversión, etc. Le hace mucho bien al mundo mantener en medio de las diferencias un sentido constructivista entre Estados Unidos y China, sin que eso signifique que ninguno de los dos tenga que ceder en sus valores y principios.
—¿Advierte un peligro ideológico, político, apareado con el comercio?
Creo que el comercio, y eso es interesante en el caso de América Latina, el comercio y la certidumbre sobre el comercio ayudan a transformar naciones. Lo digo de forma muy pragmática. Muchos presidentes de Estados Unidos han tenido una relación con América Latina cercana, un poco con el deseo de colaborar y cooperar. Desde la Alianza para el Progreso hasta nuestros días. Pero quizás uno de los gobiernos que tuvo una visión más audaz fue el de George W. Bush a través de los tratados de libre comercio. Él tomó una decisión que políticamente era costosa dentro de los Estados Unidos y dijo vamos a hacer estos tratados de libre comercio. Ahí entró el tratado con Centroamérica, CAFTA y República Dominicana. Ahí entraron los tratados de libre comercio con países como Colombia. ¿Y qué nos han traído? La posibilidad de desarrollar industrias con vocación exportadora hacia los Estados Unidos, con certidumbre de acceso, con estabilidad en el tiempo, con estabilidad jurídica, y eso sencillamente nos ha permitido expandir nuestras economías, generar empleo, generar empresas con valor agregado y posicionarnos mucho mejor frente a ese gran socio comercial
regional que tenemos. El comercio intrarregional. América Latina tiene un pecado: dentro de todas las regiones del mundo somos quizás unas regiones con menos comercio intrarregional como porcentaje del PIB, comparado con Europa o con Asia. Entonces, el comercio intrarregional también es algo que es y necesitamos el comercio intrarregional. Por eso Colombia entró a la Alianza del Pacífico; por eso Colombia, si bien no tenemos, aunque lo intentamos, un tratado, la relación comercial con la República Dominicana y también con otros países es muy fluida. El comercio intrarregional y tener acceso a los Estados Unidos nos ayuda a una mejor política macroeconómica, con grandes repercusiones en materia social. Hace poco, en una charla en la Universidad de Oxford les pude demostrar que todos los indicadores sociales, económicos, institucionales de América Latina de los últimos 30 años o 20 años han sido los mejores de nuestra historia. ¿Qué hay ahí? La integración regional, los tratados de libre comercio con Estados Unidos, con Europa. Eso nos muestra que cuando hay estabilidad, certidumbre y posibilidad de hacer empresa para que genere empleo y por esa vía también bienestar, logramos grandes conquistas sociales.
—Algunos se quejan de que Estados Unidos no tiene una política definida hacia América Latina, pero otros dicen que eso es lo mejor.
No, a mí me parece que la política frente a América Latina se necesita. Para nosotros fue un caso exitoso, el de Colombia, porque hemos tenido una política bipartidista y bicameral. La visión de Estados Unidos hacia América Latina tiene que ser bipartidista y bicameral. Que haya presidentes que puedan acentuar elementos de la política, que para ellos sean prioritarios, está bien, de eso se trata la democracia. Pero mantener una política de Estado. Cuando se habla de nearshoring y friendshoring, es una posibilidad única de volver a traer inversiones hacia este continente que se habían desplazado hacia Asia y otros lugares. Se ayuda a la formación bruta de capital, pero desde el punto de vista de los Estados Unidos, constituye un mecanismo disuasor de la presión de migración masiva en la frontera sur. Aparte de eso, tenemos mejores estándares laborales, mejores estándares ambientales que muchos de los lugares a donde antes se desplazaba la inversión de los Estados Unidos en el sur global. Hoy América Latina tiene la madurez, la capacidad y la oportunidad, porque contamos con una región joven, pujante, donde más del 70% de la población es menor de 45 años, con la posibilidad de ser ese gran proveedor de bienes y servicios hacia los Estados Unidos, con una relación probada en el tiempo, de estabilidad y también de coincidencia en muchos de los fundamentos institucionales y democráticos.
—En Europa hay una tendencia hacia el aumento en el gasto militar. La presidenta de Estonia hizo unas declaraciones un poco alarmantes sobre el peligro ruso.Con Polonia ocurre lo mismo. ¿Estamos ante la posibilidad de una tercera guerra mundial?
A mí no me gusta hablar en términos apocalípticos, pero sí me parece que hay realidades que son obvias. Hace 15 años era impensable lo que está pasando en Ucrania. Pero no se nos olvide que antes de esta agresión a Ucrania ya se había visto otra contra un país vecino de Rusia hace tan solo ocho años y el mundo miró hacia el otro lado. Entonces Putin se sintió empoderado para seguir atentando contra sus países vecinos. Ucrania ha sido la última víctima. ¿Y qué nos deja esta lección? Si antes se hablaba de la interdependencia, por ejemplo, a través del suministro de gas, y de la imposibilidad de una confrontación de Rusia con sus vecinos, hoy lo que nos ha probado esta agresión a Ucrania es que Europa está seriamente amenazada. Es también lo que nos dice la realidad, bajo la estructura, la égida o el marco del tratado de cooperación Atlántico norte de la OTAN. Entonces, nos hemos dado cuenta de que Estados Unidos por muchos años ha ejercido casi que una labor de principal socio militar estratégico y por eso los presupuestos militares de Europa han tenido mínimos históricos en muchos países. Pero ante esta inminencia de agresión, ante los riesgos existentes, pues Europa no puede ser indiferente y eso va a levar a que el gasto militar pueda llegar en promedio a niveles del 5% del PIB. Lo cual significa la mayor expansión de los presupuestos militares y de defensa dentro de Europa. Pero pretender que eso no ocurra es tan ingenuo como pensar que lo de Rusia en Ucrania es un caso aislado. Entonces, claro que van a aumentar los riesgos, claro que van a haber muchas más tensiones, pero es preferible una Europa fortalecida militarmente que una débil ante una amenaza latente como la que representa Rusia.
—Si lo entendí bien, frente a China se necesita una real politik. No necesitaríamos tener una détente en el caso de Rusia y el resto del mundo.
Yo creo que frente a China hay que mantener, no solamente una Realpolítik, sino llegar a acuerdos sobre los desacuerdos y de pronto también invitarla a que haga algunas reflexiones importantes frente a algunas políticas. Yo personalmente creo que el mundo necesita mejores comunicaciones, mejores sistemas de información, avanzar hacia la mayor cobertura de Internet de altísima velocidad para que la inteligencia artificial, el machine learning, el internet de las Cosas puedan ser disfrutados por toda la sociedad. Pero eso tiene que darse dentro de redes de comunicación confiables, con seguridad sobre el manejo de los datos y que no representen riesgos futuros para países que deciden casarse con la tecnología de uno u otro. Es un tema que si China lo sabe entender, lo sabe manejar, puede permitir una mayor profundización de la cobertura en las redes de 5G a nivel mundial. Pero las preocupaciones que han expresado Europa y los Estados Unidos frente a esa tecnología china son genuinas, sin obviamente dejar de señalar que muchas de sus empresas son extraordinarios proveedores. Pero se necesitan sistemas de información confiables y sobre todo donde los datos no estén abiertos a la manipulación o a la captura con fines de inteligencia. Ese es un tema que se debe resolver. Pero no hay duda también de que necesitamos una China que tenga alianzas comerciales, que se entienda mejor con los Estados Unidos en medio de diferencias, que nos abra más espacios a las exportaciones, que también donde haya inversión de calidad para la formación bruta de capital pueda llegar bajo reglas de juego claras. Es una forma de aproximar un fenómeno como ha sido el crecimiento de China. Pero también, frente al caso de Rusia, Aníbal, no podemos como sociedad global ser permisivos, mantener indiferencias con un país que decide agredir a una nación para despojarla de su territorio, para arrebatarle su soberanía. Rusia ha cavado una tumba en su credibilidad moral, en su credibilidad institucional, en materia de relaciones internacionales, por lo que es a toda luz un genocidio atroz. La gallardía y el heroísmo del pueblo ucraniano han mostrado su fortaleza. Por otro lado, frente a ese fenómeno, qué se requiere: un mundo realmente comprometido, que diga no lo vamos a tolerar, vamos a estar siempre allí, hasta lograr la defensa integral del territorio ucraniano. Porque dejar a Ucrania, como decimos en Colombia coloquialmente, colgada de la brocha, puede representar no solamente un triunfo de Putin, sino una amenaza permanente para todos los países limítrofes y también para Europa. Hay que apoyar a Ucrania y garantizar que el triunfo se vea en la preservación de su soberanía.