La Restauración y sus próceres desconocidos
Hay que precisar que el general José Antonio Salcedo, primer presidente restaurador, participó tanto en la guerra de independencia contra Haití en 1844, como con su liderazgo en la guerra de Restauración en 1861. Sobre el otro destacado soldado, general Francisco Antonio Salcedo, este luchó en la guerra de independencia, (batalla del 30 de Marzo), saltando a la gloria al ser la primera espada en la batalla del cerro de Beller en Dajabón, con la toma del fuerte el Invencible.
En lo que respecta al general Gaspar Polanco, que todavía es menos conocido que los otros héroes restauradores mencionados, el profesor Juan Bosch, nos dice que este fue el verdadero adalid de la Restauración, nacido en Corral Viejo, Guayubín. En la guerra de independencia participó en campañas que tuvieron por teatro la Línea Noroeste. Ascendió a general de brigada, grado con que le encontró la reunificación a España. Al iniciar formalmente la guerra restauradora en el 1863, fue el más importante hombre de armas que se pasó a las filas dominicanas. Marchó hacia Santiago, tras vencer a Alfau, Buceta y Hungría, cercó a los españoles en la fortaleza San Luis, incendiando el recinto cercano a la fortaleza, haciendo que los invasores se batieran en retirada hacia Puerto Plata.
Posteriormente, fue conformado el primer gobierno restaurador con el general José Antonio Salcedo (Pepillo) a la cabeza. Este tuvo la honra de ser el primer y el más espontáneamente elegido de los tres que se sucedieron en el período de la guerra restauradora, siendo fusilado por orden del general Gaspar Polanco, destacado soldado de vanguardia, que participó en la batalla de Sabana Larga (1856) bajo el mando del general Juan Luis Franco Bidó, en Dajabón.
Como aprendizaje de la política dominicana, Pepillo Salcedo, un hombre valiente, cuando iba a ser fusilado, cortó una vara de un árbol de la foresta y se midió el cuerpo con la misma, y le dijo a sus captores: “tengan esa vara y dénsela a Gaspar Polanco, que con la misma vara lo medirán”, y así fue, ya que sólo permaneció tres meses en el poder, traicionado por los mismos intrigantes que lo hicieron con Pepillo Salcedo, quienes lo acusaron de asesinar a Pepillo de forma sumaria, sin que mediara de por medio un juicio justo. Es curioso precisar que Gaspar Polanco, siendo un presidente iletrado, firmaba los decretos con una cruz.
Como se puede colegir, el fusilamiento de Pepillo, producto de la mentira aviesa y la influencia de los perversos de siempre, manchó la hoja de vida del valiente general Gaspar Polanco, quien en el teatro de guerra fue un maestro de las embocadas, el hostigamientos y las persecuciones que tanto daño le causaron al ejército español, figura solamente equiparada por el general Gregorio Luperón, héroe de la Restauración de la República.
La guerra continuó por la región que hoy comprende a Monte Plata, Bayaguana y el río Yabacao. El 3 de marzo de 1865, la reina de España, firmó el decreto derogando la anexión. El 10 de julio las tropas españolas comenzaron la retirada para: Cuba, Puerto Rico y España. Quince días más tarde no quedaba un solo soldado español en Santo Domingo.
Con Pedro Santana muerto, y el ejército español derrotado, la guerra había terminado, y gracias a ese sacrificio de nuestros valientes soldados, hoy tenemos una bandera, un escudo e himno que nos hacen sentir dominicanos, celebrando con júbilo este 16 de agosto la Restauración de la República.
Esperamos que con una acertada estrategia del Estado, se reestructuren los pensum académicos de los colegios privados y las escuelas públicas, haciendo énfasis en el conocimiento real de nuestra historia, reforzando la importante materia de educación cívica, ya que un país de gente culta y educada, que ame su país, tendrá la tripulación adecuada, sobre todo en los gobiernos y en el sector privado, para guiar el buque de la nación por la senda del progreso y la paz.