La figura de papá es importante
“El vínculo padre-hijos no se adquiere de forma instantánea, se construye sobre la cotidianeidad de los pequeños momentos”, relata Isabella Paz, pedagoga terapeuta, psicomotricista y directora de felicesjugando.com. De ahí que, en los últimos años, todos los estudios indiquen que la figura de la paternidad es vital en la crianza, tanto así que, cuando los padres se involucran, a los hijos les va mejor, ya que es importante para el desarrollo de los niños. Ahora, ¿cuáles son los beneficios de tener un padre involucrado? Isabella Paz los detalla paso a paso.
1. El padre ayuda a internalizar un sentimiento de valía personal y seguridad afectiva. A través de los cuidados y atenciones de su papá, esta niña adquiere un sentimiento de ser importante para su padre, de valía personal y seguridad interna, que le permitirá desarrollar relaciones armoniosas con los demás. Se siente protegida y cuidada, podrá en el futuro cuidar de sí misma.
2. El padre acompaña emocionalmente en el malestar y ayuda a canalizar la agresividad de los niños hacia otras actividades más constructivas: contarle un cuento en este caso. Al ser acompañada en el malestar, el padre ayuda a su hija a canalizar esa rabia reduciendo otros comportamientos destructivos.
3. El amor del padre y su disponibilidad emocional, presencia y atención desarrollan internamente estabilidad, fortaleza y confianza. Al recibir la ternura y el consuelo de su padre, aun en el desbordamiento, se siente aceptada y amada incondicionalmente. Esta niña comprendió que cuando ella esté mal, habrá alguien que la sostenga, lo que le da estabilidad y fortaleza.
4. El padre contiene los excesos de los niños. El padre muestra el camino de lo que puede y no puede hacer. Se mantiene firme y consecuente con los límites que pone y le enseña a respetar a los demás. Enseña al control de sí mismo, renunciando a la satisfacción inmediata: no le devolvió el dispositivo a pesar de su gran enfado.
5. El padre empuja a la exploración del mundo y a la vida social. El padre rompe el lazo de la madre con su hijo o hija, quien habitualmente, al ser más protectora, mantiene al niño en posición de dependencia (al menos en nuestras culturas latinas) y reprime conductas de aventurarse al mundo. El padre estimula a desarrollar iniciativas, descubrir y explorar el mundo.
6. El padre modela respeto, empatía y paciencia. La relación empática que su papá le ofrece, le permitirá a su vez desarrollar empatía por los demás.
7. El padre construye un vínculo y conexión emocional a través del juego, forma privilegiada de comunicación infantil. A través del juego con su hija, el padre le muestra que disfruta invertir tiempo y atención en ella, creando lazos profundos que generan alegría, los acerca y los mantiene unidos. Sin duda, la niña no solo se sabe amada, sino, lo más importante, se siente amada.
8. El padre es un modelo de identificación. Para el varón, un modelo a quien parecerse, y para la niña un modelo ideal del sexo opuesto. Es muy probable que la niña de nuestra historia, con la actitud de su padre, busque en el futuro una relación con alguien que esté disponible emocionalmente para ella, que pueda ofrecerle respeto, empatía y ternura.
El padre ausente
Numerosas investigaciones reflejan que crecer sin padre puede dejar secuelas en los niños. Si bien la madre, familia extendida y amigos podrían compensar esta situación, la ausencia del padre biológico puede impactar en el estatus económico de los niños (mayor tendencia a la pobreza), el nivel educativo que alcancen y provocar mayor vulnerabilidad para ser abusados, tener trastornos conductuales como delincuencia, crímenes, adicciones, abandono escolar, dependencia, conductas sexuales tempranas y embarazos precoces, etc.
Convertirse en un buen padre, sobre todo cuando no hemos tenido modelos en nuestra infancia de padres activos, implicados y presentes es todo un reto que, probablemente, requiere de un trabajo de crecimiento personal.
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La capacidad de estar disponibles, de interesarnos por lo que a nuestros hijos les gusta, de posponer nuestras propias necesidades para atender las de nuestros hijos, de escucharlos, la paciencia, la ternura, la atención, el poder hacerlos sentir que son amados incondicionalmente, son aspectos que podemos desarrollar si realmente queremos hacerlo.
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El vínculo padre-hijos no se adquiere de forma instantánea, se construye sobre la cotidianeidad de los pequeños momentos, los juegos, la escucha, el interés, la conversación, los cuidados prodigados, la orientación en los límites y en sus emociones.
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Esto requiere una auténtica presencia e invertir tiempo. A cada padre le toca transformar sus horarios laborales para vivir plenamente su paternidad.