La tumba enrejada: “Aquí descansa el barón del cementerio”
“¿Un cafecito a nombre del barón?”. Si no lo quieres tú, lo acepta otro, pero la insistencia de quienes le rinden tributo al primer enterrado en cualquier cementerio no cesará hasta cumplir su cometido.
Le llevan flores, le encienden velas y velones de todos los tamaños y colores. Al barón le dejan comida y las monedas le llueven mientras le rezan un Ave María o un Padre Nuestro.
Quienes le creen, confían en que Benjamín Pórtela Álvarez, el primer cuerpo enterrado en el cementerio de la Máximo Gómez, responderá a sus peticiones.
“Salud y dinero. Eso es lo que yo vengo a pedirle al barón, cada tanto uno viene y le prende sus velas negras”.
En unos dos minutos al menos 10 creyentes en los supuestos poderes que le fueron entregados a Benjamín por encabezar la lista de los fenecidos que descansan por la eternidad en ese campus se acercaron a realizar ritos distintos.
Las peticiones
Un grupo de cuatro, dos jóvenes y dos adultas, llegaron con un termo y vasos desechables brindando café para todos los cercanos mientras rezaban el Ave María, para que el barón los guarde y conceda todos sus deseos.
Segundos más tarde, otras personas se unieron a encender velones y continuar con las oraciones.
Dos creyentes más remeneaban las rejas detrás de las que se encuentra el sepulcro con una alta cruz en yeso que se distingue entre todas las demás, donde también descansa María del Consuelo Pellerano, la baronesa (primera mujer enterrada en él Máximo Gómez).
“La gente siempre viene a darle su vueltecita al barón. Brinda café en su nombre, algunos le tiran dinero”, contó Carlos Luis, quien trabaja desde hace 30 años en ese panteón y fue más que evidente.
Unos piden dinero, otros piden amor, salud, cuidados e incluso el mal para otros.
Dando vueltas alrededor de la tumba, rociando con vino tinto y entonando plegarias, pedían al barón para que les mantuviera “arriba” en una especie de pacto en el que ellos le visitan cada tanto y él les da bienestares materiales.
Elías del Monte y Carmelo, representan la imagen del barón y muchos tienen la creencia de que a las doce de la noche y al medio día es cuando se responden las peticiones.
“Al varón sólo lo limpio yo”, dice quien día y noche se mantiene pendiente del meneo a las veras de las rejas negras.