ACV, una carrera contra el tiempo

El reconocimiento de los factores de riesgo y los síntomas en fase precoz del ACV, son una carrera contrarreloj

El accidente cerebro vascular (ACV, enfermedad cerebrovascular, embolia o trombosis, ictus o apoplejía) son todas aquellas alteraciones transitorias o permanentes de una o varias áreas del cerebro, secundarias a un trastorno vascular. Su forma aguda, la conocemos como ACV, cuya presentación es brusca y violenta. Su característica principal es la alteración del funcionamiento del cerebro, así lo describe la neuróloga de Grupo Médico San Martín, Awilda E. Candelario.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la incidencia promedio mundial del ACV se sitúa en torno a 200 casos por cada 100,000. Ésta se incrementa de forma progresiva con cada década de vida a partir de los 55 años, el 67-80 % de los casos incidentes son ACV isquémicos.

Cuando uno de los vasos sanguíneos que irriga el cerebro queda obstruido y hay una disminución importante del flujo sanguíneo, según Candelario, hablamos de un ACV isquémico; en cambio cuando hay una rotura de un vaso cerebral estamos hablando de un ACV hemorrágico. La gravedad de esta lesión dependerá de la zona del cerebro que se vea afectada, así como del tiempo que haya pasado entre el inicio de la enfermedad y el comienzo del tratamiento revascularizante de la zona afectada.

“El ACV representa una de las primeras causas de muerte e invalidez en los adultos, ya que un elevado porcentaje de los pacientes que han sufrido un ACV queda con secuelas incapacitantes (parálisis, trastornos del habla, inestabilidad), lo que determina que hasta un 35-45 % de los supervivientes tenga una dependencia parcial o completa para las actividades cotidianas, lo que genera un gasto sociosanitario importante”, manifiesta la doctora.

Según los datos estadísticos, esta enfermedad se considera la primera causa de incapacidad, la segunda causa de muerte, la primera causa de muerte en mujeres y la segunda causa de muerte en hombres, no obstante gracias a los avances técnicos y de la medicina, la incidencia de esta enfermedad ha disminuido notablemente en los últimos años, indica la neumóloga.

Sobre los factores de riesgo, destaca que están: diabetes, niveles elevados de colesterol, tabaquismo, enfermedades cardiacas (arritmias, insuficiencia cardiaca), vida sedentaria, obesidad, uso de anticonceptivos orales, drogas y alcohol.

“Aproximadamente un 30 % de los pacientes pueden tener síntomas previos, de aviso, de escasa duración, llamados “ataques isquémicos transitorios”. Es importante su identificación, ya que puede evitar un infarto cerebral posterior”, dice la galena.

A pesar de su elevada prevalencia, Candelario indica que muchas personas aún no saben qué es el ictus ni cuáles son sus causas o consecuencias. “Cada minuto que pasa, las posibilidades de recuperación se reducen, debido a esto es primordial reconocer los síntomas y signos del ACV”, asegura Candelario.

Síntomas más habituales

En cuanto a los síntomas más habituales, la doctora menciona pérdida de fuerza en la mitad del cuerpo (cara, brazo y pierna del mismo lado), dificultad para hablar, pérdida de sensibilidad u hormigueos en la mitad del cuerpo, pérdida súbita de visión en un ojo y dolor de cabeza muy intenso distinto del habitual.

“La prevención disminuye el riesgo. Debe hacerse a cualquier edad, pero sobre todo a partir de los 45 años, a fin de identificar los factores de riesgo: diabetes, hipercolesterolemia, tabaquismo, enfermedades cardiacas, etc. Su control reduce drásticamente el riesgo de ACV”, expresa la especialista.

Aconseja que es vital acudir de manera precoz a un centro para instaurar el tratamiento cuanto antes y aprovechar la neuroplasticidad del cerebro que hace que, en esas primeras horas, sea más fácil recuperar las funciones cerebrales afectadas.
“Cuanto más tiempo permanece interrumpido el riego sanguíneo, mayor es el riesgo de sufrir secuelas permanentes”, advierte.

Tratamiento

Conforme a Candelario, durante la fase aguda, el tratamiento consiste en disolver los trombos que se han formado. Puede realizarse de diferentes formas:

Tratamiento farmacológico. Se aplican fármacos fibrinolíticos (rt-PA) por vía venosa y tratamiento quirúrgico. Si el ACV es hemorrágico, el tratamiento adecuado es la embolización del aneurisma.

“El reconocimiento tanto de los factores de riesgo, como de los síntomas en fase precoz del ACV, es una carrera contrarreloj, que disminuye el impacto en la calidad de vida de los pacientes, y probablemente puede que nunca ocurra sin son bien identificados”, dice la doctora.

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