ALERTA. ¿Cómo cultivar el egoísmo positivo a través de la meditación?
El domingo 12 de abril, prometí escribir para responder a qué llamo egoísmo positivo. Eso trataré hoy. Para alentar en ustedes el hábito de dedicar unos minutos de cada día a la meditación, y recibir sus beneficios. En esa ocasión hablé del egoísmo negativo.
¿QUÉ ES EL EGOÍSMO POSITIVO?
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (DRAE) define el egoísmo así: “Inmoderado y excesivo amor por sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás”.
Sin embargo, yo puedo cambiar ese significado, y crear otra forma de ver la palabra egoísmo. Esto, sin pretensión de convertirme en creador de nueva doctrina sino simplemente para expresar mi modo personal de concebir ese fenómeno conductual.
Ello me está permitido por poseer la libertad del hablante y escribiente para modificar la definición de un vocablo y adecuarla a mi manera de enfocar las cosas. Como hacen filósofos, científicos y artistas, creadores de sistemas de pensamiento, que no son más que una nueva estructuración y funcionamiento de la realidad según su visión. Igual, los pueblos del mundo que comparten un común idioma: cada uno crea su propia forma de expresarlo, cambiando el significado de muchas palabras, acorde con sus vivencias, experiencias y convicciones.
Ensayemos a definir el egoísmo positivo con una variación de la original. Digamos que es un “moderado y razonable amor por sí mismo, que hace atender comedidamente el propio interés, cuidando el de los demás”. La consecuencia de esto es hacer el bien por puro placer personal de sentirse servido al servir a los demás, y no como mandato religioso, filosófico, político legal o por fama, costumbre, dinero y otros motivos similares.
Es el que despierta la pasión de sentir gran alegría interior a causa de haber contribuido a mejorarse mejorando a los demás y al mundo, para satisfacción individual.
EGOÍSTAS DEL ARTE, LA CIENCIA Y LA TÉCNICA
Ya que hablé de científicos y artistas, serán mi ejemplo a ese respecto. Generalmente, un escritor o investigador crea, inventa o descubre algo impulsado por uno de los dos egoísmos. En el caso del negativo, lo hace básicamente en búsqueda de la felicidad o satisfacción individual. Porque le producirá un pago físico-emocional: fama, premios, reconocimiento, petulancia, orgullo, dinero, y todos los beneficios colaterales correspondientes a esas búsquedas del ego: homenajes, bebidas, placeres sexuales, fiestas, viajes, vicios, etc.
En el caso del egoísmo positivo no se obvian esos motivos del negativo. Lo que cambia es la dirección e intensidad de esas causas. La diferencia está en incluir la satisfacción o bienestar de los demás como causa con igual, casi igual o mayor intensidad el interés por la felicidad personal. Se estimula pensando que su acción beneficiará a otros individuos de su especie o seres de su entorno o al mundo. Esto sin obviar su interés en conseguir todo lo personal que pueda darle su creación, invento o descubrimiento.
Esa actitud de combinar la búsqueda propia con la ajena, lo llevará a desarrollar paulatinamente un proceso de cambios en su mundo interior y exterior. Le asegurará con mayor probabilidad sus momentos felices. Dejará de entristecerse cuando un colega realice algo que lo supere. Al contrario, eso lo impulsará a hacer mejor su tarea, sin desmedro de alegrarse de que otro también puede hacerla bien o mejor cada vez.
Competirá, pero sana y limpiamente. No verá el éxito ajeno como fracaso propio, sino como fuerza de autosuperación. Reitero que, desde esa óptica, quien lo sobrepasa es una ayuda en el proceso de mejorar su oficio o profesión y como ser humano.
HACER EL BIEN POR PLACER Y NO POR MANDATO
El egoísmo positivo nos motiva a lo ideal: hacer el bien por puro gusto personal, sin que nada nos mande, reclame ni castigue. Hacerlo por gozarnos en hacerlo. Crear el hábito de convertir ese elevado sentimiento espiritual en instinto corpóreo-cerebral-mental. Claro, no dejará de ser egoísmo, condición intrínseca a la naturaleza humana. Es inútil intentar librarnos de él. Nos viene del instinto de supervivencia de la especie. Como en animales y vegetales. Le llamo egoísmo positivo porque pone el ego al servicio del desapego. Convierte en sano el insano deseo de sentirnos individualmente superiores, al transformarlo en impulso de buscar servir, dar en vez de recibir.
Así, armoniza lo interior y exterior. Hacer el bien es aquí medicina psicológica dadora de paciencia, calma y silencio interior que evitan huracanes emocionales dañinos para nuestras relaciones con el entorno y el propio ser.