Clausura del RD Jazz Festival

La noche de este sábado ha llovido un poco. Pero no ha sido óbice para que sea una noche realmente memorable.

La cerró poniendo a bailar a cientos de personas, el Grupo Bonyé.

Pero antes fue la magia de Buika, rediviva, entregada, con una energía que envolvió a la cerca de 2,500 personas que vieron el festival.

Buika, entregada

Antes que suba Buika, comienza el trombón, el bajo puntea y enseguida la caja da ritmo. Intro. Un formato inusitado para una voz única. Buika va de falda con motivos vegetales. Un canto africano a Eleggua.

No creas que porque canto, comienza a cantar. Dedica el concierto a María Elena Gautreaux, presidenta del festival. Bebe algo echa un poquito a los santos, o a sus muertos. Pide algo allá para sí.

Desde la garganta rajada sigue subiendo y subiendo Sueño con ella. La gente corea. El trombón la sigue. Improvisa.

«Para que la luna siga siendo la directriz de nuestras locuras», menciona y canta Luz de luna, de Alvaro Carrillo. Y que en su estilo y su voz es una recreación absolutamente novedosa cada vez que la hace desde su disco Niña de fuego, del 2009. Ahora el bajista se pone de pie emocionado y se vuelve a sentar. «Pues desde que te fuiste, no he tenido luz de luna».

Brujería. Dedica la canción a los hombres perros.  El bajista hace cantar el bajo de cinco cuerdas que por momentos hace el papel de piano. Mientras Buika desborda sensualidad danzando y cantando.

«Uno es capaz de autoboicotearse con tal de quedarse con el amor que quieres», más o menos dice y arranca el trombón, cantando. «No hay nadie en el mundo». La gente corea. «Despacio va mi boca sobre tu cuerpo».

Bebe de nuevo un sorbito. Pide un tono. Trombón da guaguancó, gracias a Santiago Cañeras. Pide cajón «pequeñito»; quiere decir suave. Buika saca un chorro de voz. Es una ranchera y la armonía la va poniendo el bajo.

Pide rumbita en el cajón. Y pide al trombón y ella vuelve con los dioses. Es aquel guaguancó que se habia quedado guindado. No me vayas a olvidar de Osvaldo Farrés que popularizara Antonio Machín… «di la verdad, di lo justo».

«En estos momentos tengo que reconocer que estoy en trance. Perdonadme porque soy muy libre, soy muy libre» y vocaliza «me siento muy conectada con todos aquí». 

«Me habían contado que no tengo permiso que no es real que no puedes amar a una persona que no conoces», confiesa. «Pero os quiero mucho. Y tampoco estoy acostumbrada a creer todo lo que me cuentan, porque tiendo mas a creer en mi voz interior. Estoy aquí esta noche para daros las gracias» Habló de que «tenía jefes, discográficas y managers y quisieron hundirme; vinieron ustedes y me rescatasteis otra vez. Vengo a daros las gracias, por cada vez que me habéis rescatado y darle las gracias a Dios porque tengo los jefes mas guapo del mundo. Ustedes»

Arrancó Josué en el bajo. Jodida pero contenta contó con la auto invitación de David Almengod.

Buika cantó Teatro, de Tite Curet Alonso. El bajo hace la armonía. Coro del público. Luego el trombón y el cajón lentísimo. Y su voz muy Lupe, pero buikiada.

«Fíjate cómo es el tiempo, que vamos llegando al final», advierte.

«Me siento muy bien aqui y no me quiero marchar».

Se canta Santa Lucía, un tema que escuchaba de niña.

«Dame otra cita/ vamos al parque…» debió haber pedido un tono más arriba. Se sentía muy en las graves. «Amada mía, Santa Lucía».

«Lo dedicó a todas las perdonas que como ella saben amar: Mi niña Lola». Y luego Yo me lo merezco. 

Ñapa: Desde que te fuiste, alguien quiso ocupar mi pobre corazón… no sé por qué y te perdona. Ahí por encima de los aplausos, comenzó a capella. «Y fueron tus ojos dos luceros verdes de mayo para mí». De Conchita Piquer «Ojitos verdes».

La gente aplaudió hasta el delirio. María Elena Gratereaux, me confesó que para ella también ha sido el mejor de los conciertos en el festival que el año que viene cumple 25 años. 

Bonyé encendió

Bonyé encendió porque transmite la calidez de la familia, esa sensación de que aún hay bolsones gigantes donde viven el buen gusto, la buena música y los intérpretes genuinos.

Bonyé encendió porque después de un concierto tan maravilloso, intenso, energético y cálido como el de Buika, la gente echó a andar esa otra parte lúdica que es el baile.

Así arrancaron con Caña brava, luego Carmen, en homenaje a Félix del Rosario, seguido de Los saxofones, Bilongo, El guardia del arsenal, de Luis Díaz; La foto, Ayer te llamé; El cuarto de Tula, compuesto por Arsenio Rodríguez; Cascabel, por la cercanía de la Navidad; Preparen candela, de Compay Segundo; La salve y El africano, de Wilfrido Vargas.

Lo interesante fue cómo el público hizo la transición, de un concierto para escuchar, a otro para bailar. Una despedida maravillosa.

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