¿Cuáles son los orígenes del año bisiesto?
Durante siglos, los humanos tuvieron dificultades para sincronizar los calendarios civiles, religiosos y agrícolas con el año solar. Añadir un año bisiesto resolvió el problema, aunque solo durante los próximos 3300 años.
Esa época del año ha llegado de nuevo: el próximo jueves es 29 de febrero, 2024 es bisiesto; esa rareza del calendario que ocurre (casi) cada cuatro años.
Durante siglos, los intentos de sincronizar los calendarios con la duración del año natural han sido caóticos, hasta que el concepto del año bisiesto proporcionó una forma de compensar el tiempo perdido.
«Todo se reduce al hecho de que la cantidad de revoluciones de la Tierra sobre su propio eje, o días, no está vinculada al tiempo que tarda la Tierra en completar una órbita alrededor del Sol», explica John Lowe, que dirigió la División de Tiempo y Frecuencia del Instituto Nacional de Estándares y Tecnología estadounidense (NIST, por sus siglas en inglés) hasta jubilarse.
El año solar tiene aproximadamente 365,2422 días. Ningún calendario compuesto de días enteros puede igualar ese número e ignorar sin más esa fracción aparentemente pequeña crea un problema mucho mayor de lo que sospechas.
Los humanos hemos organizado nuestras vidas acorde con lo que hemos observado en los cielos. Los antiguos egipcios cultivaban cada año la noche en que desaparecía la estrella más brillante del firmamento, mientras que los historiadores de las antiguas Grecia y Roma también se basaban en las posiciones de las estrellas para fijar eventos en el tiempo. Los líderes religiosos esperaban que los días festivos se alinearan con las estaciones y las fases lunares.
Por eso la mayor parte del mundo moderno ha adoptado el calendario gregoriano y su sistema de año bisiesto para que los días y los meses sigan el ritmo de las estaciones. «Hemos creado un calendario que se acerca, pero para que funcione tenemos que hacer años bisiestos con reglas peculiares», afirma Lowe.
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Las antiguas estrategias para medir el tiempo
Las iniciativas para hacer que el calendario de la naturaleza encaje en el nuestro han sido imperfectas desde el principio.
Los egipcios (antes del 3100 a.C., aproximadamente) y otras sociedades de China y Roma usaban calendarios lunares para medir el tiempo.
Pero los meses lunares tienen una media de 29,5 días y los años solo 354. Así que las sociedades que seguían el tiempo lunar enseguida se desincronizaron de las estaciones debido al desfase de 11 días.
Otros calendarios antiguos, que se remontan a los sumerios de hace 5000 años, dividían el año en 12 meses de 30 días cada uno. Su año de 360 días era casi una semana más corto que nuestro viaje anual alrededor del Sol. La práctica de añadir días adicionales al año es casi tan antigua como estos sistemas.
«Cuando los egipcios adoptaron este calendario, eran conscientes de que había un problema. Simplemente añadieron cinco días más de festividades al final del año», afirma Lowe.
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Julio César crea un «año de confusión»
Para cuando Julio César disfrutaba de su famosa aventura con Cleopatra, el calendario lunar de Roma había divergido unos tres meses de las estaciones a pesar de los esfuerzos de modificarlo añadiendo días o meses al año de forma irregular.
Para restaurar el orden, César se basó en el año egipcio de 365 días, que data del siglo III a.C. y que había establecido un sistema de año bisiesto para corregir el calendario cada cuatro años.
César adoptó el sistema decretando un «año de confusión» de 445 días (el 46 a.C.) para corregir de un plumazo la desviación que se había producido durante años. A continuación, estableció un año de 365,25 días que simplemente añadía un día bisiesto cada cuatro años.
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¿QUÉ ES UN EQUINOCCIO?
Aunque este sistema era imperfecto, ya que el cuarto de día que se añade al año bisiesto anualmente es algo más largo que los 0,242 días restantes del año solar. Esto hacía que el año natural fuera unos 11 minutos más corto que su homólogo solar, así que ambos divergían un día entero cada 128 años.
«Resulta que si colocas uno cada cuatro años, es demasiado», afirma James Evans, físico de la Universidad de Puget Sound y editor del Journal of the History of Astronomy.
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La reforma de las normas del año bisiesto
Entre la época en que César introdujo el sistema y el siglo XVI, esta pequeña discrepancia había provocado un desfase de unos 10 días en fechas importantes como las festividades cristianas.
Al papa Gregorio XIII le pareció una situación insostenible, así que desveló su calendario gregoriano en 1582 tras la drástica adopción de otra táctica para distorsionar el tiempo.
«Gregorio reformó el calendario y aquel año sacaron 10 días del mes de octubre. Después modificaron las normas del día bisiesto para corregir el problema», cuenta Evans.
Ahora nos saltamos los años bisiestos divisibles por 100, como el año 1900, a no ser que sean divisibles por 400, como el año 2000, en cuyo caso se respetan. Nadie vivo recuerda el día bisiesto perdido.
Los calendarios alternativos modernos
Incluso en la actualidad, algunos calendarios descartan el año bisiesto diseñado para que sigamos el ritmo de nuestra órbita, mientras que otros ignoran el Sol por completo.
El calendario islámico es un sistema lunar que equivale a solo 354 días y que cada año se desplaza unos 11 días del calendario gregoriano, aunque a veces añade un día bisiesto.
Aunque China usa el calendario gregoriano con fines oficiales, el calendario lunisolar tradicional aún es popular en la vida cotidiana. Sigue las fases de la luna e implementa un mes bisiesto una vez cada tres años, aproximadamente.
«No hay nada sacrosanto sobre fijar un calendario al año solar como pasa con el nuestro», afirma Evans. «La gente puede acostumbrarse a cualquier sistema de calendario. Pero una vez se acostumbra, lo que parece irritarle es que se cambie algo».
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Complicaciones futuras
El actual sistema del calendario gregoriano prácticamente iguala los días fraccionarios del año solar y el calendario del año bisiesto saltándose de vez en cuando un día bisiesto.
Este sistema produce una duración anual media de 365,2425 días, solo medio minuto más largo que el año solar. A este ritmo, el calendario gregoriano tardará 3300 años en desplazarse un día del ciclo estacional.
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