De gremio a Asociación de Malhechores II

gregory-castellanos-ruanoPor Lic. Gregory Castellanos Ruano

«Todos estaban inmóviles, rígidos, fijos, tiesos, dentro de sus vestidos negros. Miré con más atención. Sobre las pecheras blanquísimas todas las cabezas eran iguales; cabezas enigmáticas de maniquíes de cera, de cadáveres artificiales. Los mismos ojos de cristal, las mismas bocas de carmín, la misma nariz rosada y ligeramente brillante.«

(Papini, Giovanni: Gog; publicado por Plaza and Janes, S.A., Barcelona, 1965, página No. 22)

Muy contrario a lo que algunas personas creen, por desinformadas, el Colegio de Abogados de la República Dominicana no es un vaso de perfecciones ni de cerca ni de lejos.

Algunas pruebas evidentes de la ineptitud intencional, deliberada, de la Junta Directiva del Colegio de Abogados, de que es un sello gomígrafo de Miguel Alberto Surún Hernández, entre otras, los son: que nada hizo ni hace frente al hecho de que Miguel Alberto Surún Hernández le diera poder a un no dotado de exequátur ni de matriculación en el Colegio de Abogados para representar a dicho Colegio de Abogados en un proceso penal, en franca y descarada violación a las Leyes 111 y 3-2019; que nada hizo ni hace frente a las actividades políticas de Miguel Alberto Surún Hernández promoviéndose, desde una rueda de prensa para dar a conocer tal cosa hasta rellenar de afiches numerosas calles de Santo Domingo Este, como aspirante a Síndico de ese municipio por un partido político, la auto denominada Fuerza del Pueblo (FUPU), en descarada violación al Artículo 40 de la Ley 3-2019 que prescribe muy taxativamente: «Artículo 40.- El cargo de Presidente del Colegio es de naturaleza gremial; por lo tanto, no podrá realizar actividades político partidista.«; que nada hizo ni hace frente a las propiedades inmobiliarias multimillonarias compradas en la Provincia de La Altagracia (Higuey) por una compañía off shore `propiedad de Miguel Alberto Surún Hernández` específicamente por ciento diecinueve millones de pesos dominicanos (RD$119,000.000.00); que nada hizo ni hace para obligar a Miguel Alberto Surún Hernández  a dejarse auditar por la Cámara de Cuentas, al contrario se puso a proclamar que supuestamente «él no tiene que rendirle cuentas a la Cámara de Cuentas«, es decir, asumió una actitud complicitaria propia de un coasociado en un crimen o en un delito; etcétera. Ahora la última que se viene a sumar es la que a continuación se narra.

En uno de los tantos casos de acusaciones disciplinarias falsas, por fabricadas artificiosamente, en que el tristemente célebre Presidente del Colegio de Abogados, Miguel Alberto Surún Hernández, tiene interés particular como parte de la instrumentalización patrimonialista que hace del CARD como la instrumentalización patrimonialista que del Estado hacía Trujillo, tres nuevos jueces del Tribunal Disciplinario admitieron una recusación contra éllos tres. Como es de conocimiento elemental para los abogados en ejercicio, cuando esto ocurre (el hecho de que lo jueces admiten la recusación) lo procedente es que el órgano competente proceda, pura y simplemente, a designar a los tres respectivos jueces suplentes, que, en el caso de la especie lo es la Junta Directiva de dicho Colegio de Abogados. Pero, lejos de dicha Junta Directiva proceder a lo que procedía, es decir, a lo ya señalado de designar a los tres jueces suplentes para continuar con la ventilación del caso, lo que ella hizo fue nada más y nada menos que rechazar dicha recusación. Para un abogado en ejercicio conocedor del procedimiento, esto narrado, que es inconcebible en el estado actual de nuestro Derecho, por ello de seguro le parecerá increíble, pero lo relatado es tan cierto como que existimos.

Es decir, a todas las anteriores inconductas de la Junta Directiva se viene a sumar la Resolución que parió rechazando una decisión de jueces del Tribunal Disciplinario de aceptar una recusación en su contra. …Pero de una Junta Directiva que es una Asociación de Malhechores comparable a la MAFIA de Al Capone dirigida por éste Al Capone tropical que es Miguel Alberto Surún Hernández nada bueno, nada correcto se puede esperar. El sólo hecho de ser miembros de una plancha encabezada por Miguel Alberto Surún Hernández y luego de una Junta Directiva presidida por éste sujeto lo dice todo respecto de cada uno de éllos y de éllas. Esa supuesta «Junta Directiva« (¿?) en realidad es una `Junta Dirigida`, manipulada sus integrantes por Miguel Alberto Surún Hernández de quienes son meros títeres.

Los componentes de dicha Junta Directiva que preside Miguel Alberto Surún Hernández son meramente `Monigotes de Surún`,` un Coro de máscaras` `con obscuras tareas asignadas` en `un mundo que se mueve por la mentira` que es en lo que ha devenido con él y con éllos dicho Colegio de Abogados.

Son `meros borregos` detrás de un cheque y detrás de explotar lo que consideran es una mina.

Ellos están ahí sólo para servir de parapeto, es decir, de soporte a las vagabunderías y a los crímenes y delitos cometidos por quien la preside, por quien es su Presidente.

Por todo ello es que han aceptado formar parte de ese reparto infame que es esa Junta Directiva del mundo de mentiras y fábrica de infamias de Miguel Alberto Surún Hernández que es  la última degradación conocida de la Historia Universal de la Infamia, un mundo donde se reproducen en aparentes miniaturas situaciones infames de la Historia Universal y de nuestra Historia Nacional que se creían superadas.

No es que el Colegio de Abogados parece haber perdido el rumbo, es que hace tiempo que lo perdió totalmente. Ahí sobrevino el trágico impulso de Miguel Alberto Surún Hernández que produjo el eclipse  vertiginoso de un mundo que se hunde, que sólo se hunde y se hunde y cada vez más y más, que se desliza en uno de sus vacíos, en un vacío ensordecedor, en el que todo se desploma, en el que todo va de derrumbe en derrumbe, en el que se hizo añicos entre riberas negrísimas en las que reina la obscuridad, una obscuridad a la que el referido inefable le agregó varias capas más de obscuridad.

En ese Colegio de Abogados presidido por el personaje de referencia hay la presencia de un patrón muy específico. El creador de tanta saga autoritaria signada por el interés de la ambición económica: él: se vale de sus órganos marionetas, los que participan de ese negocio allí instaurado por él de vender acusaciones y sentencias disciplinarias, lo que da lugar a que un abogado decente nunca podría estar seguro de que por una actuación suya apegada a la Ley y al Derecho no sufrirá un castigo disciplinario indebido, con la consiguiente merma de derechos de su persona. No se trata, pues, de  ingénuos secuaces.

En teoría la Junta Directiva está llamada a ser un órgano de control del Presidente del Colegio de Abogados, pero bajo las gestiones de éste sujeto ha quedado desenmascarada entera, han sido desenmascarados cada uno de sus miembros girando alrededor de la estrategia de un dictador impulsado por la ambición económica, poniendo en evidencia que sólo estamos en presencia de canallas que se disfrazan, de canallas que son financiados por quien los dirige para éste jugar a la perpetuidad de la mentira y a colocarse la máscara griega de la seriedad para ocultar la horripilante faz de su corrupción.

El Colegio de Abogados no puede ser ni aspirar a ser un vaso de perfecciones viniendo  la «inspiración« (¿?) que lo gobierna de esa cavidad sombría que es Miguel Alberto Surún Hernández, pues la perversión y la ambición económica circundan a éste. Fue una revolución negativa lo que con él a la cabeza se produjo en el CARD, lo que ha sumido a este en la obscuridad insertándolo en el catálogo de lo que ya no asombra a nadie en esta extendida prostitución de los valores que da lugar a que se aprecien relaciones de degradación y opresión llegando a los peores extremos `entre lo lamentable y lo grotesco`. Los que componen la Junta Directiva que él preside son carbuncos y furúnculos, pus, la expresión clara de la decadencia moral en que cayó el Colegio de Abogados al rebajar, envilecer y disolver los ideales que dieron origen a la fundación de dicho Colegio de Abogados. No ha hecho otra cosa que socavarlo y ensuciarlo de barro y de estiércol metiéndolo de lleno en el aluvión de lo innoble y de lo repugnante, en un abismo de pura porquería y de inferioridad, porquería que al ser tocada de ella sólo salen miasma y hedor. Es una náusea que jamás abandonará a quienes combatimos a esta Asociación de Malhechores que encabeza Miguel Alberto Surún Hernández.

El flamante Presidente del Colegio de Abogados tiene el criterio de que el Colegio de Abogados es una mina que él puede explotar de las más diversas maneras, por ello siempre está a la espera de que le caiga algo para, llegado el momento, ejercer su insoportable talento para las urdimbres signadas por la ley de Adam Smith, siempre en su ferocidad, dejando entrever claramente desnudeces que ofenden, desnudeces que  excluyen el aire limpio e introducen el aire sucio de su corrupción para él poder forzar a negociar instrumentalizando a la Junta Directiva, a la Fiscalía y al Tribunal Disiciplinarios, en ese sentido se asemeja a los buitres que sobrevuelan las batallas, a un buitre grande con ese séquito sombrío como él que tiene en la Junta Directiva.

Bajo su égida ahí corren las aguas de las cloacas, se produce el fétido amontonamiento y ello produce en el exterior la repugnancia de esa decadencia lamentable que se ha cimbrado en esa entidad así vilmente desgarrada.

Esos trazos no se irán, lo marcarán a él y a su sequito mafioso de por vida, por eso ninguno de sus componente sirve ni servirá  para la edificación moral de los abogados en general ni de abogado alguno en particular.

Así es como una entidad se degenera, se encoge…  Así es como una entidad es degenerada, es encogida… Y lo que queda es una organización criminal, una Asociación de Malhechores.