El acoso laboral: letal para la salud mental y la productividad

Uno de los objetivos de la función de salud ocupacional a nivel organizacional se enfoca en el mantenimiento del mayor grado de bienestar mental y social de los empleados, mediante la prevención y el control de riesgos.

Para lograr dicho objetivo se fomenta un clima laboral satisfactorio, que impactará positivamente tanto en la eficiencia y la productividad, como en la calidad de vida de cada empleado.

Son muchos los factores de riesgo que conspiran contra el bienestar y la salud mental de aquellos que prestan un servicio en virtud de un contrato de trabajo, aunque muchos de ellos se presentan con frecuencia en otros contextos, una de las razones por las cuales se dificulta el diagnóstico de un daño mental como «ocupacional» y el establecimiento del lugar de trabajo como el origen.

En el acoso laboral, conocido también con el anglicismo de «mobbing», encontramos una de las causas más insidiosas de desviaciones de la salud mental derivadas de la ocupación que se desempeña. Se define como aquella situación en la que una persona ejerce violencia psicológica extrema, de forma sistemática y recurrente, y durante un tiempo prolongado, sobre otra persona o personas, en el lugar de trabajo.

Gritos, insultos, burlas, humillaciones y amenazas, son solo algunos de sus indicadores. Además, las bromas sarcásticas, la evitación de todo contacto con la víctima, dificultarle el trabajo, negarse a delegarle e imponerle puntos de vista ajenos.

El acoso laboral, sancionado en nuestra legislación interna y en diversos instrumentos internacionales, violenta la dignidad y los derechos humanos del empleado, y atenta contra un ambiente de trabajo decente. A diferencia del acoso sexual, que busca la gratificación de este tipo por parte del perpetrador, persigue fundamentalmente la exclusión de la víctima de la organización. En otras palabras, hacerla renunciar o lograr que sea despedida.

Desafortunadamente, existen organizaciones donde el acoso laboral se convierte en una práctica no solo común, sino también normalizada, pudiéndose identificar como maltratadores no solo a gerentes y supervisores, sino también a compañeros.

La práctica del acoso laboral se puede verificar en el mismo lugar de trabajo, pero la denominación es igualmente aplicable cuando acontece en el trayecto hacia o desde el mismo, y en eventos fuera de la organización relacionados con las funciones propias del cargo.

Las consecuencias suelen ser múltiples. Al ausentismo y la disminución de la productividad y la calidad en el desempeño hay que añadir los cuadros de ansiedad y de depresión, los trastornos del sueño y los problemas músculo-esqueléticos, sin obviar la percepción de baja autoeficacia, el aislamiento social, los sentimientos de culpa, los problemas financieros por despido y la pérdida de prestigio de la organización.

Como una medida para contrarrestar este flagelo, la gerencia puede diseñar y difundir políticas contra el acoso y demás manifestaciones de violencia, en adición a lo cual se recomienda desarrollar campañas de educación sobre el tema entre los empleados, entrenándolos también en el desarrollo de habilidades sociales y asertividad.

El establecimiento de mecanismos de atención e investigación de las quejas sin demora representa una de las más efectivas estrategias para evitar la escalada y los desenlaces fatales. Es importante que la presunta víctima comunique la situación cuanto antes. Si lo hace por escrito, mucho mejor.

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