Especialistas están alarmados por la «pandemia de ruido» que afecta al Gran Santo Domingo

Cuando se habla de los efectos negativos que causan los ruidos, los otorrinolaringólogos tienen la voz cantante. Por eso, muchos ya conocen que el principal daño de éstos se verifica en los oídos. Pero, ¿saben ustedes qué tan dañina es la contaminación acústica para la salud mental, el cerebro y el corazón? Si su respuesta es que no, LISTÍN DIARIO se encarga de informarles que también provoca estrés crónico, riesgo de experimentar bajo rendimiento intelectual, problemas de memoria a corto plazo, así como angina de pecho y, hasta infarto.

En República Dominicana se ha hecho difícil controlar la contaminación sonora y, ahora con el confinamiento hay una combinación “escandalosa” que ha empeorado las cosas. Se trata del triángulo: ruido, crisis económica y pandemia. “La gente no se imagina lo nefasto que pueden resultar los efectos de los ruidos a la salud en todo el sentido de la palabra, tanto para quienes disfrutan de ellos como para las personas a quienes se les imponen”, explica el psiquiatra Luis Rafael Serret.

Desde su punto de vista, el daño del referido triángulo va más allá de lo que pueda ocasionar a la salud física y mental. Su comentario lo fundamenta en el hecho de que puede provocar un estrés crónico que lleve a la persona a “explotar” y reaccionar de manera violenta contra quienes hacen los ruidos. “La situación ha empeorado, sobre todo en estos momentos en los que la gente está prácticamente encerrada, algunos con crisis económica, sin trabajo, con problemas de salud, que han perdido algún pariente o amigo por el Covid-19 y, que se sienten aterrados ante la pandemia”, comenta Serret.  Especifica que, en lo que tiene que ver con la salud mental, los ruidos pueden provocar estrés crónico, trastornos psicofisiológicos y alteraciones del sistema inmunitario. “Por lo complejo que es esto, les sugiero a las autoridades que tomen cartas en este asunto que cada día se torna más difícil. No es cosa de tolerancia ni nada que se parezca, es un problema de salud que hay que resolver ya”. Son palabras textuales del especialista.

 “Despertando” el cerebro

El neurólogo José Silié Ruiz comienza diciendo que hay una conexión peligrosa entre ruidos, cerebro y daños. Para justificar su parecer explica que, está demostrado, que la contaminación sonora aumenta las probabilidades de infartos cardíacos y la producción de las temibles arritmias cardíacas, que son fuentes de embolismos al cerebro, produciendo infartos cerebrales, con la constelación de manifestaciones que van desde la visión doble hasta la pérdida de la fuerza en un hemicuerpo, vértigos, visión borrosa, voz estropajosa, etcétera. 

“Esto no es solo producido por el indolente guagüero que toca una estridente bocina, por el ruidoso colmadón, o el joven oyendo un radio que se escucha en la luna, el bullicioso motorista, o estar en un sitio cerrado y escandaloso, donde no se puede ni conversar. También los ecos causan estragos a la salud. Y de más está decir que, está demostrado que el ruido afecta el rendimiento intelectual, sobre todo la memoria a corto plazo. Es importante evitar los ruidos para preservar la salud en todo el sentido de la palabra. Y, se hace necesaria la higiene auditiva para no quedarnos todos sordos”, puntualiza. 

Silié está consciente de que luego de la exposición a estos altos ruidos, puede presentarse la aparición de zumbidos de oídos, esas chicharras internas que pueden perseguirle durante todo el día, y que empeoran con el silencio (el tinnitus). La contaminación acústica también provoca fatiga auditiva, cefaleas, mareos y estrés. “Pero por igual puede ir acompañado de daño cardiovascular, y la combinación de respuestas nerviosas y hormonales aumentan la tensión arterial por los ruidos. Esas mismas estructuras neuronales, inducen a la irritabilidad y a la desconcentración”. Coincide con Serret en que hay que ponerle el frente a esta problemática porque ruidos, crisis económica y pandemia son una combinación ‘escandalosa’ .

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El problema en cifras

El neurólogo José Silié trae a colación la opinión de la Organización Mundial de la Salud (OMS), diciendo que se estima que un tercio de la población mundial y el 75% de los habitantes de ciudades industrializadas padecen algún grado de sordera o pérdida auditiva, causada por la exposición a sonidos de alta intensidad. 

De acuerdo a la OMS, hay 1,100 millones de jóvenes en el mundo en riesgo de sufrir alguna forma de pérdida de la audición. Más de 743 millones entre las edades de 12 a 35 años, muestran ya discapacidades auditivas. El 50% de esta franja, es producto del alto ruido en los auriculares de sus MP3 y los teléfonos inteligentes y un 40% por estar expuestos a niveles nocivos de los decibles aceptados, en clubes, discotecas y bares. Para el oído humano, los niveles de 85 decibeles o más, ya son dañinos. 

Citando los argumentos de la OMS, el especialista corrobora que, si a las estridencias ruidosas se les agrega alcohol, drogas, bebidas energizantes, estimulantes sexuales, y otros problemas, la persona se convierte en un hiperestimulado “superhombre” que toma el volante y pone su música a todo lo que alcance sin detenerse a pensar en el daño que esto puede ocasionarle. “Si tiene por ejemplo una cardiopatía, o una alteración visual, o un descontrol de personalidad, ya sabemos que los resultados, pueden ser muy tristes y trágicos”, concluye.  

La realidad

LISTÍN DIARIO publicó el pasado martes las penurias que pasa la gente cuando, en búsqueda de paz, no encuentra respuesta en el Sistema Nacional de Atención a Emergencia y Seguridad (911) ni en el Departamento Antirruidos de la Policía Nacional. Ante las quejas, Francisco Contreras, procurador general de Cortes, y titular de la Procuraduría Especializada para la Defensa y Protección de Medio Ambiente y Recursos Naturales, se comprometió a iniciar un plan de trabajo para buscar una solución.