Informalidad y desconfianza

Un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) recientemente publicado establece que la desconfianza es un factor que limita la estabilidad y el desarrollo económico de los países latinoamericanos.

“Si no se confía en los demás, no se invierte, no se produce, no se compra y no se vende”.

“La confianza es el problema más acuciante y, sin embargo, el menos abordado al que se enfrenta América Latina y el Caribe. Ya se trata de los demás, del gobierno o de las empresas, la confianza en la región es menor que en cualquier otra parte del mundo”, dice el informe.

En nuestro país, por ejemplo, nueve, de cada diez, desconfía de los demás, es decir, en este país nadie cree en nadie, ni respeta a nadie, todos desconfían de quienes les rodean en la oficina, la fábrica, la universidad, incluso en los hogares donde los esposos se vigilan y se espían mutuamente.

A ese nivel de desconfianza hay que agregarle la impuntualidad o informalidad, la falta de respeto al tiempo, propio y ajeno. Las reuniones, no importa el nivel de las personas, políticos, empresarios, comerciales, académicos, profesionales de distintas áreas, etc., acuerdan una hora determinada, pero comienza tarde y termina igualmente tarde. El encuentro se pauta para las cinco de la tarde, pero comienza a las seis; si es a las diez de la mañana comienza a las once; si debe terminar una hora después, termina dos horas después. La excusa del tráfico (el tapón) es recurrente.

El dominicano suele decir: “nos vemos mañana”, pero no establece la hora ni el lugar. También dice: “nos juntamos la semana entrante” sin mayores detalles. “Nos vemos unos de estos días”. Eso es nunca. “Yo te llamo”. Pero no llama, luego dice que lo olvidó. “Voy ahorita”. Y no llega, ni llama para pedir perdón. “Nos vemos mañana en tal lugar”, y te deja esperando.

Informalidad y desconfianza es resultado de una cultura propia del subdesarrollo. Un país donde los ciudadanos no se respetan entre sí, donde hay un todos contra todos, no “uno para todos y todos para uno” de manera solidaria, es lo más cercano a la selva antropófaga, donde sobrevive el más fuerte porque el débil está condenado a la muerte temprana.

El presidente del BID, Mauricio Chavercarone, dice que “mayor confianza significa menos burocracia que daña a los negocios, a las inversiones y a la innovación; significa gobiernos más transparentes, comprometidos en cumplir sus promesas y en rendir cuentas. Y, por último, también implica ciudadanos, comprometidos que den voz a sus opiniones y participen activamente para realzar las democracias y apoyar la construcción de sociedades más inclusivas”.

La formalidad es sinónimo de seriedad, transparencia, rectitud y honestidad; la informalidad, por el contrario, es igual a desorden, anarquía, irresponsabilidad, caos, indisciplina y falta de transparencia. Nuestro país debe ser disciplinado y organizado estructuralmente fortaleciendo sus instituciones públicas y privadas para que pueda avanzar. El desorden, que se convierte en violencia, no pueda caracterizar una sociedad, ni un país donde exista un supuesto Estado democrático de derecho.

Hay que respetar el tiempo propio y el de los demás. El tiempo es demasiado valioso para desperdiciarlo. El tiempo es vida cuando se aprovecha, cuando se usa adecuadamente, pero es muerte cuando no se optimiza, cuando se deja pasar sin ton ni son. Cuando el tiempo se nos va, se nos va la vida.

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