La licenciada en Letras que fríe pescados en Guayacanes
Para LISTÍN DIARIO es un honor contar hoy la historia de las “fritureras” de Guayacanes. La voz de un grupo de mujeres que lleva años dedicándose a este oficio, se la pusieron Aura García y Yanira Mercedes, quienes desde que el equipo de reporteros llegó al lugar, se pusieron en pie de lucha.
Se dieron un “tire” de “apaga y vámonos”. Nada que ver con la ropa que usan para trabajar. Querían estar bien puestas para representar a sus compañeras, las que mientras ellas respondían preguntas, continuaban su labor en las remodeladas plazas que les hizo el Ministerio de Turismo. Son dos. Aura tiene su puesto en una y Yanita en otra.
“No podemos explicar cómo es que nos sentimos con este cambio, y más sabiendo todo el trabajo que hemos pasado en este oficio, en el que llevo 18 años. Porque no es fácil fajarse a freír para mantener a tu familia, para echar hacia delante. Yo pasé mucho trabajando”. Aura ofrece estos datos y sus palabras dejan claro lo orgullosa que está de sus logros. No es para menos. Friendo pescado, cocinando y atendiendo a sus clientes fue que pudo hacerse de una carrera universitaria y ayudar a sus dos hijas a graduarse. Una es abogada y otra es psicóloga. Su hijo menor todavía no ha terminado los estudios.
“Soy licenciada en Letras, pero sigo con mi negocio. Trabajo dando clases de Lengua Española, y dejo a mi hija, la psicóloga, que atienda el puesto en lo que voy a la escuela. Ella concursó para trabajar en el Estado, y pasó con buena nota, espero que la llamen para que ejerza su carrera”. Lo expresa con emoción. Manteniendo su alegría, también dice que, aunque su hija consiga el empleo, ella tiene otras mujeres que la ayudan a atender ‘El Sazón de Mamá’. Este nombre se lo puso la madre de Aura, la primera dueña de la fritura. Lamentablemente, falleció hace dos semanas.
Yanira y el poder de la palabra
Su historia no es diferente a la de Aura. Primero duró como tres años trabajando en la fritura de su mamá, y luego se independizó poniendo un puesto de jugos, batidas, café, refrescos, mentas, dulces… En total, ya suma 15 años en esos menesteres. “Yo entré aquí embarazada, y hasta el sol de hoy, sigo aquí buscando bienestar para mí y mis compañeras. Nosotras somos como hermanas”. Eso pudo observarse.
“Si viene alguien a comprar dos pescados fritos, una vende uno y la otra, el otro. Si a una le faltan sillas, la compañera que tenga se las presta, y así es que nos manejamos. De esto vivimos y tenemos que ayudarnos mutuamente”. Lo dice con sinceridad, Yanira, quien en la ‘Placita de Guayacanes’, o La Playita como también le dicen, es la encargada de que todo funcione bien y de que la obra se mantenga en óptimas condiciones como se la entregaron el presidente Luis Abinader y David Collado, el pasado 26 de marzo.
Estrenando plaza
Están “que no caben” de la alegría. Su realidad es otra. Las casetas donde antes laboraban detrás de un anafe quemándose “hasta los pensamientos”, han sido cambiadas por dos atractivos establecimientos, que invitan, no sólo a disfrutar de sus frituras, jugos, café y otros alimentos, sino también de la hermosa playa del lugar.
Ahora tienen estufa, nevera, frizer y otros electrodomésticos que facilitan su trabajo, garantizan la higiene y le dispensan seguridad a su clientela. De esta positiva transformación, responsabilizan a David Collado, quien tuvo la visión de crear un ambiente más agradable para los turistas, así como proporcionarles a ellas, mejores condiciones para que sigan ganándose la vida dignamente.
“Un sueño hecho realidad que ha cambiado nuestra vida”
Ya avanzada la entrevista, Aura García y Yanira Mercedes se mostraban un tanto “aceleradas”. Tenían un motivo muy poderoso para ello: “Vamos a darnos rápido que tenemos una reunión con la gente de Politur”. Ahí todo quedó aclarado. Es que su nivel de compromiso para que las cosas sigan funcionando bien con la nueva obra, es demasiado grande. No quieren quedarle mal a quien tan bien les ha quedado a ellas: David Collado.
“Ustedes no se imaginan lo agradecidas que estamos todas nosotras de este proyecto. Aunque al principio estábamos incrédulas, porque era demasiado bello para ser verdad, después nos dimos cuenta de que era cierto, de que no nos estaban engañando”. Esta cita es de Yanira, una mujer de armas tomar que se enfrentó al ingeniero y cuántas personas entendía podían estar jugando con “el pan de mis hijos”.
El murmullo que escuchaban cuando se hablaba de tumbar las casetas, las tenía con “las espuelas puestas”. Había motivos para estar así. En varias ocasiones hasta ellas llegaban rumores de que los dueños de esos terrenos iban a ir a sacarlas de allí. “Entonces, viene esta gente y nos dice que iban a transformar esto, no podíamos creerle. Por eso es que hoy decimos que esto es un sueño hecho realidad que ha cambiado nuestra vida”. Lo dice Yanira hablando por todas.
El proceso
“No fue nada fácil, pero ellos supieron hacer el trabajo. Primero nos hicieron casetas provisionales para que no dejáramos de trabajar, ellos saben que de esto viven muchas familias. Luego comenzaron y como en un año y medio, o menos, ya estaba todo listo y nos lo entregaron como le dije, equipado de un todo, y no tuvimos que pagar un peso”. Esto lo cuenta Aura, feliz también de los baños que tienen ambas plazas, y de que hay un personal pago por Turismo para que los mantenga limpios todo el tiempo.
Hay gente de la Policía Turística y de Control de Obras llegales de Turismo (Coidet), que se mantiene atenta a todo lo que allí sucede para garantizar la seguridad de las “fritureras” y sus clientes. “Y tenemos un ángel que nos ha ayudado como nadie se imagina, es una joven que se llama Lorna Carrasco, que siempre está para nosotras”. Son agradecidas.
Víctimas de estafa
Las “fritureras” de Guayacanes, y puede que las de otros puntos turísticos, no solo han tenido que enfrentarse al peligro de bregar con fuego, aceite, o la inclemencia del tiempo. También han sido víctimas de personas desalmadas que sabiendo con el esfuerzo que se ganan su sustento, las engañan sin piedad.
“Para que tengan una idea de todo lo que hemos pasado nosotras aquí, que nadie nos tomaba en cuenta a no ser para aprovecharse, como lo hizo alguien que nos decía que estábamos en un sindicato y por eso pagábamos 2,400 pesos al año, que para nosotras es mucho, y en mi caso que duré 13 años perdiendo ese dinero, y cuando ahora, investigaron si estábamos en el dichoso sindicato, resulta que nunca lo estuvimos, nos estafaron”. La experiencia la da a conocer Yanira. Por este tipo de caso es que se les hacía tan difícil creer en que alguien podía ayudarlas desinteresadamente.
Hoy, ellas y sus compañeras se muestran felices porque aunque realizan un trabajo que requiere de mucha entrega, lo están haciendo en un lugar seguro, limpio, bonito y cada una con su sello.
Llanto y satisfacción
Han sido muchas las veces que han llorado de impotencia y de rabia. “Nadie se imagina lo grande que es que usted coja un dinero prestado para comprar mercancía y que venga y llueva y se le moje todo, no haya gente clientes y comoquiera usted tener que pagar ese dinero. Mire, eso no es fácil, y nosotras pasamos muchas veces por eso”. Dice Aura, encargada del otro espacio llamado Plaza del Pescador.
A su compañera Yanira también le ha tocado llorar de impotencia. “Cuando no teníamos baños y los clientes nos pedían ir a uno, y lo que podíamos ofrecer era ‘cubeticas’, y por más que hablábamos con la gente del dizque sindicato, nunca logramos nada porque nos decía que las autoridades no habían aprobado ese proyecto. Sin embargo, nos cobraban nuestro dinero que con tanto esfuerzo nos ganamos”.