“Luis sabe que no puede fallar”

Milagros Ortiz Bosch tiene clarísima la coyuntura espe­cial en la que Luis Abinader y su Partido Revolucionario Moderno han tomado el po­der en República Dominica­na. “El país cambió, el mun­do cambió”, advierte.

“Luis sabe que no puede fallar”, remata. Esa reflexión la hace des­de la Dirección de Ética e Integridad Gubernamen­tal, posición que ocupa en el nuevo Gobierno, siendo la primera persona anunciada por el presidente para ocu­par un cargo público desde el 16 de agosto.

Y la hace también con la autoridad que le brinda su pasado: aquel momento en que puso en evidencia a dos asistentes cercanos del pre­sidente Juan Bosch y cuan­do en funciones de presi­denta de la República, en el año 2001, con el presidente Hipólito Mejía de viaje por Taiwán, destituyó a escasos siete meses a un funcionario de Bienes Nacionales por de­nuncias de venta de terrenos de manera irregular.

“Yo a esta edad ya no ten­go tiempo para cambiar”, di­ce entre risas al participar del Desayuno del Listín, donde acudió acompañana de Be­renice Barinas, directora eje­cutiva, y de Edison Joel Peña, director de investigación y se­guimiento de denuncia de la Dirección de Ética. Por el Lis­tín participaron Manuel Co­rripio, presidente de la Edito­ra; Miguel Franjul, director; Fabio Cabral, subdirector, y Juan Eduardo Thomas, edi­tor jefe.

En ese reconocimiento de la coyuntura en la que han tomado el poder hay una re­flexión en particular que lla­ma la atención y que, al pa­recer, será el impulso de su gestión y de buena parte del nuevo Gobierno: recuperar la confianza. “En este país falta confianza. Si tenemos una ta­rea pendiente es la de recupe­rar la confianza de la gente”, dice.

Se refiere a la desconfian­za de la gente por los políti­cos tradicionales y al sistema de castigo a malas conduc­tas desde la justicia. “Hay que rescatar la justicia, es un pro­ceso”, precisa.

Uno de los ejemplos de la falta de confianza de la po­blación lo pone con la misma institución que hoy dirige. “La Dirección no tenía prestigio ni reconocimiento. Los emplea­dos dicen que les daba ver­güenza decir que trabajaban allá”, cuenta.

Básicamente, las perso­nas que se atrevían a denun­ciar algo ante la Dirección de Ética no obtenían respues­ta a tiempo razonable. Pero puede que el mayor proble­ma sea el desconocimiento de su propia existencia como canal para las denuncias: en­tre 2014 y 2020 se tienen re­gistros de solo 1,440 interac­ciones de ciudadanos con los servicios de la entidad.

“No se corresponde la can­tidad de empleados con los servicios prestados”, se queja.

Cuando Milagros Ortiz Bosch asumió la entidad en­contró 146 empleados, la mayoría de ellos “con salarios muy bajos”.

“Nadie quería tener un país señalado como corrup­to… pero había ciertamente una descomposición”, dice la ex vicepresidenta del país.

Su mensaje a los funcio­narios que han asumido hoy es que se sienten a pensar en las razones por las que otros se fueron del poder y en las que ellos han llegado. “Si no entendemos la diferencia en esos dos conceptos no enten­demos lo que ha pasado con el pueblo”, dice.

“Todos estos procesos no se produjeron solo por una fuer­za política, fue un país que tomó una decisión frente a una conducta y un funciona­rio donde quiera que esté tie­ne que saber que ese es un re­clamo que no tiene retroceso, que el mundo cambió, que la pandemia si faltaba algo nos cambió mucho más. La pala­bra cambio deber ser una acti­tud real”, explica.

Por el momento trabaja con su equipo en propuestas para readecuar la legislación de Compras y Contrataciones por un lado; por otro laboran con la Optic la mejora de los

 portales de transparencia de las instituciones públicas; un tercer flanco lo hace para rein­corporar al país a una iniciati­va llamada Gobierno Abierto, impulsada por la administra­ción Obama y también hacen acercamientos con Naciones Unidas para profundizar en la creación de una cultura de éti­ca en el país.

En su discurso hay una re­flexión especial que comien­za con una admisión: se les ha hecho difícil la toma del po­der. Lo primero han si las nue­vas leyes con las que se han encontrado, luego los 16 años seguidos en el poder del Par­tido de la Liberación Domi­nicana y, por ende, la desco­nexión con el funcionamiento del Estado del hoy PRM, y lo siguiente, como consecuencia de lo anterior, es que las posi­ciones de mayor confianza en instituciones se encuentran dentro de la carrera adminis­trativa.

El caso Gonzalo

El caso del asfalto en el minis­terio de Obras Públicas sur­gió ante la petición de su ex ministro, Gonzalo Castillo. Bueno, en realidad parte de la investigación realizada por Alicia Ortega en su programa El Informe.

El procedimiento usado por la Dirección de Ética fue el siguiente: el caso se divi­dió en tres, uno para saber si había relación entre las em­presas con los funcionarios, otra para determinar si se produjeron sobornos o des­vío de capitales y una tercera para ver si en cuanto a docu­mentación se hicieron bien las cosas.

A la dirección de Com­pras y Contrataciones se en­vió la documentación pa­ra que opinara si las cosas se hicieron bien y las otros dos quedaron a cargo de la Dirección de Ética. Esta úl­tima entidad es la que reco­mienda su archivo tras haber concluido con dos patas del proceso y en la tercera, ale­gando no haber recibido el informe final de Compras.

Es cuando se produce la comunicación de Compras y Contrataciones Públicas (de la pasada administración), alegando que sí depositó a tiempo el informe final pi­diendo reconsiderar ese error.

Fue ahí que la nueva Direc­ción de Ética asumió el caso, procediendo junto a Compras y Contrataciones a depositar­lo ante la Procuraduría Ge­neral de la República por en­tender que había indicios suficientes para proceder con una investigación.

SEPA MAS
Enamorar a la gente.

Milagros Ortiz Bosch piensa que la Dirección de Ética debe acercarse más a la gente, ganarse su confianza.

Una de las cosas que más le preocupa es la poca interacción de la ciudadanía con la ins­titución, tomando en cuenta que se trata de una entidad que recibe denuncias sobre casos de corrupción y para la resolución de problemas básicos en las comuni­dades.