Niños, Escuela y Pandemia

Todos hablan del año escolar, de los profesores, de la nueva normalidad, de clases presenciales, semipresenciales, de los docentes, de la digitalización de la enseñanza, de las dificultades económicas de los colegios si se suspenden clases para enero, de la ayuda que el nuevo gobierno debería dar como subsidio. 

Algunos hablan del papel de los padres en el acompañamiento del proceso de «enseñanza-aprendizaje» del nuevo año escolar. 

Y nadie se le ocurre hacerse las preguntas claves: 

¿La pandemia afecta igual la educación pública y la privada?

¿Es más importante perder meses de clases o perder aprendizaje sobre una vida que ya no es igual a la de antes de 2020?

¿No es necesario replantear los programas de enseñanza, los libros de textos y las formas de evaluación frente a la nueva realidad mundial?

¿Qué piensan los niños y niñas de la pandemia y sus secuelas de encierro y enfermedad?

¿Para qué vamos a someter a los niños y niñas a un sistema de aprendizaje basado en pruebas de «ensayo y error»? 

¿Por qué los padres tienen que cubrir décadas de deficiencia y desigualdad educativa?

¿Con cuáles métodos didácticos los niños y niñas sanaran las secuelas de meses de encierro, paranoia y/o inconciencia adulta del rol que ejercer en medio de la crisis?

¿Quiénes curaran las heridas emocionales consecuencia de la pandemia y sus duelos de profesores, alumnos y alumnas?

¿A cuál instancia pueden acudir los padres y madres solteros, viudos o divorciados y en condiciones económicas precarias para recibir asistencia para educar a sus hijos e hijas?

¿Cuál, al fin y al cabo, será el adulto de mañana que producirá un sistema escolar mediocre, mercantil e incapaz de mitigar sus profundas desigualdades de clase, nutrición y cognición?

El que tenga las respuestas por favor antes de irse que apague la luz, si es que alguna vez estuvieron en encendidas.