Otro educador que se va
Introducción
Pasó por la vida haciendo el bien en la educación de jóvenes y niños. Esta vez no es un sacerdote. Es un laico, un hermano Lasallista: Hermano Agustín Enciso. Lo conocimos desde los años de estudiante de postgrado.
1- Breves datos biográficos
El hermano Agustín Enciso Seiglie nació el 7 de diciembre del 1929 en la ciudad de Sagua la Grande de la provincia de Las Villas, en Cuba. Hijo de Miguel A. Enciso y de Edita Seiglie. De cuyo matrimonio nacieron cuatro hermanos en una familia muy religiosa que pronto brindaría uno de sus hijos al servicio de la Iglesia.
Muy joven entra con los hermanos De La Salle donde continuará sus estudios hasta que recibe sus primeros destinos en la misión educativa de los Hermanos De La Salle en Cuba. Fue de los primeros hermanos del Simón Bolívar en la Capital y allí logró con su esfuerzo y tenacidad organizar una casa para los hermanos.
En el año 1975 es trasladado a la ciudad de Higüey donde impartirá docencia y estará encargado de la Escuela Vocacional que funcionaba en el mismo plantel. Estudió una licenciatura en Ciencias Físicas y Matemáticas y, posteriormente, se trasladó al Instituto Católico de Paris para estudios avanzados de Catequesis. Hombre laborioso y hombre espiritual, con su sencillez y su afecto se ganó el aprecio de todos.
En el año 1980 fue trasladado a “la casa de Pekín” en Santiago de los Caballeros con los formandos. Estuvo uno o dos años. Luego estuvo en el Colegio de Santiago en donde residió. Mantuvo una buena relación con sus alumnos. La Comunidad de las Escuelas Cristianas De La Salle beneficia las sociedades en donde se establece e Higüey no fue la excepción.
El hermano Agustín dedicó muchos años de su vida a la enseñanza cristiana, de manera desinteresada, altruista y tesonera.
2- Anuncio de la comunidad lasallista
“Nuestro querido hermano Agustín Enciso, decano del Distrito, se encontró plenamente con Dios.
Damos gracias a Dios por su presencia y testimonio. Un ser ilustre en todo el sentido de la palabra.
Nos unimos de corazón como Comunidad Lasallista en República Dominicana y Cuba.
Un hombre de Dios entregado a aquellos que Dios le confió, sus queridos alumnos.
¡Gracias Hermano Agustín!”.
3- Palabras de agradecimiento en el novenario, a cargo de Llisán Wu
“En este día, elevamos nuestra plegaria de agradecimiento a nuestro Padre Celestial por la dicha de concedernos el privilegio de haber conocido, tratado y compartido un tramo significativo de la vida del hno. Agustín. Y en mi caso, tuve el privilegio de ser su alumno; pero lo recuerdo más como maestro, scout, religioso y compañero de faena. Cada vez aparecen nuevos testimonios de grandeza y desprendimiento del Hno. Agustín en estos aspectos.
¡Cuánto aprendimos y disfrutamos de su compañía!
Nos deja un legado y una tarea exigente por cumplir, de ser mejores maestros, hombres y mujeres de fe, por la intensidad, perfección y empeño que puso a cada reto que afrontó, pues, como pidió el santo fundador, el hermano vivió su encomienda de vida “de la mañana a la noche”, sin receso.
Darle gracias al hno. Agustín por su entrega, visión y ser tan generoso con nosotros, por darnos tanto sin pedir recompensas, como dice la oración scout, sólo con la convicción de que hacía la santa voluntad de Dios.
Agradecemos todas las muestras de cariño y afecto de toda la comunidad de Santiago y que ustedes son una constancia de ello. A todos aquellos que le hicieron la vida más llevadera o le dimos la oportunidad de buscar nuevas razones para poner a prueba su paciencia de siervo de Dios.
Gracias padre Diego y monseñor de la Rosa y Carpio, amigo personal del Hno. Agustín, con el que compartió momentos importantes de su vida. Gracias monseñor, por su disponibilidad y estar siempre presente en esta casa que tanto amó el hno. Agustín.
¡Gracias a todos!
¡Viva Jesús en nuestros corazones!
¡Por siempre!”.
4- Himilce Tejada, exalumna lasallista e hija de Adriano Miguel tejada
“Querido hermano Agustín:
Esto intenta ser una carta, pero no de despedida. Aunque dejara este plano, su esencia se queda en los corazones de tantas vidas que tocó. Gente como el hno. Agustín no mueren nunca.
Creo que voy a dejarla como una crónica de recuerdos, plagada de agradecimiento y notas personales. Así es más fácil, porque a este punto, se me han aguado las puntas de los dedos con los que digito.
Su muerte no nos llegó por sorpresa. Otros hermanos De La Salle se encargaban de remitir un parte diario de la evolución de su salud y sabíamos que iba empeorando paulatinamente. Aun así, la certeza de su muerte nos golpeó en el pecho. Después de unos días en cuidados intensivos y tras agotar los procedimientos médicos, el hermano Agustín Enciso, de la congregación de los hermanos de La Salle, falleció lleno de años, más de 90, dejando una estela de cariño que trasciende fronteras y generaciones.
Los lasallistas de Santiago y de otras partes del país tienen un grato recuerdo del hno. Agustín. Era un hombre menudo, de mirada franca y siempre curiosa, de sonrisa fácil. Caminaba despacio, tratando de que ningún detalle le pasara desapercibido.
Amaba a Dios, la naturaleza, y enseñar y aprender todos los días. Fue Scout muchos años, orgulloso de serlo. También era astrónomo, biólogo y físico aficionado. Nada humano le era ajeno, pero si algo cuidaba, si algo le era sagrado, era el corazón de sus alumnos. Procuraba educar y sanar con la palabra.
Oriundo de Cuba, a los 20 años tomó sus primeros votos de una vida pletórica dedicada a la enseñanza y a la juventud. El hermano Agustín fue profesor de varias generaciones de alumnos de todos los estratos sociales. Tuve el privilegio de tenerlo como maestro en el Colegio De La Salle en Santiago. Sus clases siempre eran divertidas, aunque el tema fuera aburrido. Cuando hablaba de los insectos, de células o de planetas, sus ojos brillaban y no paraba de sonreír. Para él, no había divorcio entre ciencia y fe. La naturaleza respondía a su Creador.
Trataba a sus alumnos como individuos y los respetaba. De muchos conocía sus carencias afectivas y problemas familiares y se mantenía cercano, sin entrometerse. A pesar de que era religioso, se podían tratar en confianza todos los temas, sin tabúes. De él emanaba un aura de compasión que invitaba a la confidencia.
En una ocasión hice algo que no era correcto, él lo supo. Solo tuvo que mirarme para que yo intuyera el dolor en sus ojos. Claramente le había fallado, pero de sus labios no salió una sola palabra para condenarme. Me le acerqué para explicarle y me interrumpió. No le interesaban los detalles, solo saber si había comprendido el error para no repetirlo. Cuando le dije que sí, me abrazó y me dijo que todo estaba olvidado. Fue una preciosa lección de vida que nunca olvidé.
Ya retirado de las aulas, siempre se mantuvo presente. Impresionaba la cantidad de alumnos que se mantenían visitándolo. Con muchos mantenía una continua correspondencia y comunicación. Con una memoria excepcional, lograba recordar nombres, ocasiones y motivos. Repartía abrazos y siempre tenía un consejo o una exhortación que compartir.
En navidades, y como era su costumbre, uno de nuestros compañeros fue a visitarlo y a llevarle un ponche que prometió degustar esa misma noche. Aprovechó y le pidió al hermano Agustín que enviara un mensaje para sus alumnos de la promoción 89. Su voz se escuchaba juvenil y rezumaba el mismo cariño de siempre. Sus palabras nos recordaron la razón de la navidad y el inmenso amor de Dios por nosotros. Fueron las últimas palabras que escuchamos de sus labios. ¡Qué hermosa forma de despedirse!
El hermano Agustín partió de este mundo como vivió, con sencillez ni estridencias. Sin herencia ni posesiones materiales, su mayor riqueza la recibió en vida. Disfrutó sin mezquindad el cariño, el respeto y la admiración de cientos de personas cuyas vidas fueron impactadas por la suya. Un hombre sencillo, curioso, amable y compasivo que honró su vocación y su llamado hasta el último día. Un hombre al que me honra llamar maestro.
¡Hasta pronto, querido hermano Agustín! Sus alumnos lo despiden con amor y un abrazo rompe costillas como los que daba.”
Diario Libre, 4 febrero 2022
5- Un momento, de un servidor
“Otra persona que se nos va físicamente: el hermano Agustín Enciso. Murió en Santiago de los Caballeros. Nació en Cuba, estuvo en Santo Domingo, en Higüey, en Santiago y en muchas otras partes prestando servicios.
Murió su cuerpo, pero quedan vivas sus obras.
Durante toda su vida el hermano Agustín se dedicó a la educación, haciendo un aporte magnífico e invaluable. Son innumerables los jóvenes que pasaron por las enseñanzas del hermano Agustín. A mí me maravillaba el que este hombre, con la vasta preparación que tenía, adquirida en distintos lugares del mundo, si se hubiera dedicado a ganar dinero por ello, hubiera ganado un montón. Sin embargo, murió pobremente, porque lo entregó todo a los jóvenes y a la educación.
¿No es cierto que hay que levantar un monumento a todos estos hombres y mujeres que se dedicaron de una u otra manera a los otros, en este caso dándoles educación?
Hasta mañana, si Dios, usted y yo lo queremos.”
Listín Diario, 17 febrero 2022
Fuente: Wikipedia
Conclusión
CERTIFICO que he citado textual y literalmente testimonios fidedignos.
DOY FE, en Santiago de los Caballeros, a los diecisiete (17) días del mes de febrero del año del Señor 2022.
La entrada Otro educador que se va se publicó primero en Periódico El Caribe.