Sex and the city, la serie icónica de hace unos años, regresó este jueves con dos capítulos en HBO Max y un tono más dramático y alejados de la comedia que la hizo famosa.
Aunque se extraña a Samantha, en And just like that…, Carrie, Miranda y Charlotte siguen siendo química pura, ahora en los 55 años. Sus primeros episodios dejan un sinsabor, pero es imposible dejar de verlos.
Han pasado 17 años desde que terminó la serie que rompió varios tabúes televisivos y se convirtió en un icono popular, gracias a Carrie, Samatha, el Cosmpolitan, los Manolo Blahnik y la ropa colorida.
Luego vinieron dos películas -la primera era mediocre, pero con momentos iluminados, mientras la segunda era infumable- y ahora una continuación televisiva llamada And just like that…, que trae a tres de las cuatro amigas de vuelta, luego de que Kim Catrall decidiera no volver a ponerse el traje de Samantha.
En And just like that… hace falta Samantha, que aportaba muchas risas, el sexo y lo sexy, pero realmente no es el principal punto bajo de este regreso. Lo que se echa de menos, realmente, es que haya optado por dejar de ser una comedia y abrace el drama.
Como reseña el medio “La Tercera”, que hace una crítica de los primeros dos capitulos estrenados, la cinta tiene puntos buenos y varios a mejorar.
Sex and the city es una de las mejores comedias estadounidenses de todos los tiempos -fresca, graciosa, con estupendos e inteligentes guiones, personajes entrañables y muy, pero muy entretenida- y su regreso ya parecía sospechoso, tras esas películas, que delataban que no había nada más que contar sobre Carrie y sus amigas. Pero si la decisión fue seguir, es cuestionable que se cambie el tono que era su ADN.
Samantha revolotea en las conversaciones de los primeros dos capítulos de este retorno, pero Carrie sigue siendo un personaje bien escrito y querible. Sarah Jessica-Parker está espléndida, como siempre, en el personaje de su vida, y la química con Miranda (Cynthia Nixon) y Charlotte (Kristin Davis) permanece intacta cada vez que se ponen a conversar.
También hay un esfuerzo consciente y bien encaminado por hacerlas crecer junto a su audiencia: tienen alrededor de 55 años, Miranda se ha dejado canas, llevan vidas sentimentales estables (no andan buscando pretendientes, que era el motor de la serie original) y ya no están para ir a la disco de moda. En eso, And just like that… acierta y hace un upgrade que correspondía.
Incluso, hay momentos donde se logra más profundidad en las escenas. La serie, sin hacer mucho spoiler, es justamente sobre eso: cómo las tres amigas neoyorquinas se adaptan a estos tiempos, con hijos que tienen sexo, parejas que ya vienen de vuelta y vidas hogareñas en tiempos de pandemia (se hacen varias referencias), podcast, redes sociales y obligaciones de la adultez.
¿Es una mala serie And just like that…? No. ¿Es una buena serie? Tampoco. Es extraña, si ese adjetivo le calza. Los libretos de sus dos primeros capítulos no tienen la chispa de antaño, hay un tono melodramático que la hace poco entretenida, como si uno esperara todo el tiempo por algo que no llegará. Por cierto, la magia de la serie, a fines de los años 90, es imposible revivirla. Incluso, cuando uno repasa capítulos antiguos, se comprueba que la historia no envejeció completamente bien, que tenía ciertos tonos machistas y poco inclusivos -cuatro mujeres blancas- que hoy la hacen lucir algo desgastada.
Buscando encajar, ahora integra a dos actrices afroamericanas -una, como una profesora de Miranda; otra, como una amiga de Charlotte-, pero resultan algo forzadas en el elenco, más aún cuando la serie lanza un quiebre fundamental en su historia y hace que estas inclusiones se vean puramente en la senda de lo políticamente correcto. Ahí, el guion no logra sumarlas, quizás porque con las amigas hay poco espacio para iluminar a alguien más. De hecho, salvo ellas tres, el resto de los personajes, en esta vuelta, son solo secundarios decorativos.
Sus dos primeros capítulos dejan un sinsabor, pero a la vez, resultan imposibles de dejar de verlos.