Desde hace más de dos meses Kristen Stewart habla casi a diario sobre su interpretación de la princesa Diana en la película “Spencer” de Pablo Larraín.
Es una experiencia normal para una estrella de cine que promueve una película importante, que probablemente sea una de las principales candidatas a los premios del próximo año, y Stewart, con la tremenda fama que la ha acompañado durante la mayor parte de su vida, está acostumbrada a todo eso.
Pero esta noche en Nueva York, al final de un día en el que ha usado cinco atuendos diferentes para otros tantos eventos, se permite admitir que está ‘(grosería) agotada”.
“Tratar de meter toda nuestra experiencia en unos pocos momentos es imposible”, dijo Stewart, de 31 años.
Eso es porque “Spencer” no es sólo una película ordinaria con anécdotas prefabricadas sobre coprotagonistas o preparación, aunque hubo mucho de eso para lograr los gestos y el acento.
Tampoco es un documental, una biografía o un ejercicio de llenar los huecos como “The Crown”.
“Spencer” es una “fábula sobre una verdadera tragedia” evocadora e ingeniosa sobre una de las mujeres más famosas que jamás haya vivido, que transcurre durante el fin de semana de Navidad con la familia real que precedió a su divorcio.
La película ha hecho de Stewart la favorita a una nominación al Oscar a la mejor actriz por primera vez en su carrera. Pero también ha invitado a muchas, muchas comparaciones con la propia vida y fama de Stewart.
Ella también entiende por qué, pero se apresura a señalar las diferencias.
“Imagínate que a los 19 años ya te estuvieras casando y teniendo un bebé y se te pidiera que cumplas una fantasía que todos quieren ser”, dijo la actriz.
“Es como ir a un campamento de verano y no poder volver nunca a casa, cuando uno en realidad odia los campamentos de verano”.
Pero la experiencia de hablar sobre esta experiencia, la de preparar y hacer la película y analizarla en lo que respecta a ella, ha sido desorientadora en cierto modo. Las respuestas que alguna vez tuvo se evaporaron, la certeza se convierte en ambigüedad y las verdades se transforman en otra cosa. A veces, dijo, se siente como si la estuvieran arrastrando por “los acertijos morales” de su vida.
“Es extraño porque mi trabajo es abrirme de una manera que se sienta generosa, porque lo que obtienes a cambio suele ser igual a lo que ofreces”, dijo.
“En este momento no estoy hablando sólo con usted, sino con sus lectores, por supuesto, y quiero que se concentren en lo que yo priorizo principalmente, que es la película y mi vida. Y si empiezo a victimizarme a mí misma, sería muy inconexo”.
La película está dirigida por Larraín, el realizador chileno detrás del ingenioso papel de Natalie Portman como Jackie Kennedy en 2016, y ha sido comparada con una historia de fantasmas gótica y de terror psicológico.
Diana, a quien vigilan obsesivamente y se encuentra dolorosamente aislada, tiene visiones de Ana Bolena. Hay un terror corporal real e imaginario, flashbacks inquietantes y una cena realmente escalofriante a la que simplemente se refieren como la “escena de la sopa de perlas”.
“Creo que es solo una extensión de su estado mental y podemos habitar eso”, dijo Larraín.
Quería crear la experiencia de un sueño lúcido, de ver cosas que no existen y fusionar 500 años de historia con un corte rápido de la cámara.
“Esta persona, este personaje en el que estamos pensando en su experiencia interna se siente como si Ana Bolena estuviera sentada en esa mesa y es mucho más divertido y honesto tenerla allí”, dijo Stewart. “Creo que es algo que las películas pueden hacer y que no muchas otras formas de arte pueden hacer”.
Ser parte de la “conversación de premios” también ha sido una experiencia interesante para ambos, pero sobre todo por su capacidad para ampliar la conversación sobre una película.
“Como dicen, solo te preocupan los premios cuando te los dan”, dijo Larraín riendo.
“Me encanta ser parte de una conversación más amplia”, dijo Stewart. “Pero algunas de mis películas favoritas de todos los tiempos tienen porcentajes muy bajos en Rotten Tomato y no obtuvieron un Premio de la Academia”.
Y en medio de toda esta reflexión sobre la fama y la vigilancia y sobre Diana y ella misma, Stewart reveló la semana pasada que ella y su novia de dos años están comprometidas. Fue una elección que tomó no a pesar de, sino debido a sus experiencias.
“Soy famosa desde hace mucho tiempo. Y cuando era más joven, sentía que este control abierto de hecho me estaba robando de mi experiencia como ser humano. Así que, al final de este día, es mejor no someterme a un escondite militarista”, dijo.
“Cuando era más joven, realmente traté de proteger lo que era precioso para mí. Pero en realidad, descubrí que al proteger esas cosas, las regalaba. Se convierten en algo que no es tuyo’.
“Pensar que podría ser más fuerte que esta entidad que es la prensa y los medios es psicótico”, continuó. “Me gustaría vivir una vida porque voy a ser una mejor actriz si puedo vivir una vida real, voy a ser una mejor artista que de hecho está más presente y es capaz de ser real”.