“Soy El Grillo Vargas gracias a Eduardo”
“Si tuviera la oportunidad de ingresar a una máquina del tiempo para volver a vivir un día en específico, sin dudas sería al día en que conocí a Eduardo Gómez, porque estoy seguro que junto a él, me convertiría una vez más en el hombre que soy”, dijo José -El Grillo- Vargas.
“El Vaquero” Gómez, estelar armador de la selección nacional de baloncesto en la década de los 70, llegó a La Romana con la intención de reclutar el mejor talento posible de la zona, en un proyecto impulsado por Carlos Morales Troncoso, presidente de Central Romana Corporation.
Vargas, afirmó que no fue fortuito conocer a Eduardo, pues ya éste tenía más de 10 meses detrás de él y un día finalmente se vieron las caras, lo que cambió su destino para el resto de su vida.
“Eduardo llegó en Audi de color blanco a La Romana, el carro más bonito que había en el pueblo, lo dejó parqueado a varias esquinas y bajó a pie, y después de tanto tiempo finalmente nos encontramos”, su diálogo a continuación.
EG: ¿Tú eres el grillo?
JV: Sí. Pero no fue mi culpa, respondió Vargas, porque su abuelo le aconsejó que no se reuniera con Gómez pues no le inspiraba confianza la insistencia sin decirle para que lo quería conocer.
EG: ¿Cuál es tu sueño en la vida? ¿Qué quieres ser?
JV: Yo quiero aprender idiomas y viajar por todo el mundo.
EG: Si te llevas de mí, conocerás todo el mundo.
La leyenda del deporte dominicano exaltado a la inmortalidad en la clase 2010, dijo que desde ese momento está viviendo un sueño, del cual aún no despierta.
“Eduardo se convirtió muy rápido en lo que yo nunca tuve en mi vida, un padre. Siempre estuvo conmigo en mis decisiones de vida más importantes y hasta el sol de hoy que soy un hombre de casi 60 años, sigue conmigo”.
Superó el bullying
Uno de los jugadores más intimidantes del baloncesto local, no siempre fue rudo. Todo lo contrario, en un momento determinado fue objeto de burlas.
José comenzó la práctica de baloncesto a los 12 años y por las constantes bromas que recibía en la cancha, abandonó el deporte por un tiempo. Y una vez más la figura de Eduardo Gómez se hizo presente para que más adelante pudiera convertirse en la figura dominante y temida de los tableros.
Vargas recuerda a un joven llamado Prospero, quien encabezaba el grupo de jóvenes que frecuentemente lo atacaba con insultos en la cancha, por su estilo de juego.
Eduardo lo aconsejó para dejar a un lado todo comentario negativo y al mismo tiempo habló con los demás jugadores para que no siguieran molestándolo, afirmando que Vargas pronto sería un ejemplo y motivación para todos en el pueblo.
Pasaron varios años y a mediados de los 80, “El Grillo” se encontraba de vacaciones de la Universidad de Luisiana y retornó a su natal provincia de La Romana, manejando un Mercedes Benz y con la intención de dar un gran mensaje.
“Volví a la cancha municipal, siendo un hombre y Prospero, una vez más me enfrentó, pero ahí la historia fue diferente, nos fuimos a los puños delante de todos, lo derroté y le dije que jamás volviera a relajar a nadie”.
Vida en Brasil
Uno de los jugadores más taquilleros del patio, no visitaba República Dominicana desde el 2005. Salió del país por sus problemas con la directiva de Fedombal de ese entonces e hizo vida en Brasil. Actualmente tiene una empresa de generación de biomasa en el país suramericano, que produce energía eléctrica para varias industrias.
Su mejor donkeo
Vargas considera que el mejor donkeo de su carrera fue jugando con el Club Los Mina en la final del TBS Distrito del 1993 contra Arroyo Hondo, en el cual saltó desde la línea de tiros libres para conseguirlo.
“Todos queríamos emular a Julius Erving, yo tenía grandes condiciones atléticas y me abrieron mucho espacio y me llevé el aro para mi casa, ese momento siempre lo recordaré”.
Momento más importante
Aunque parezca extraño, para Vargas, el momento más importante de su carrera fue en su temporada de novato, en el partido de Naco contra Arroyo Hondo (1981), tras un consejo de su compañero Pedro Leandro Rodríguez, encontró la motivación necesaria para escaparse de la defensa y donkear el balón por vez primera -en el baloncesto superior del Distrito Nacional. “Nada supera la sensación de ese momento”.