Tiempos recios

Por lo que vemos y experimentamos, tal parece que nos va a continuar tocando vivir tiempos exigentes. Parece que eso suele ocurrir en el desarrollo de la vida de los seres humanos. La gente habla de tiempos buenos y malos. Para nombrar situaciones complicadas en el mar los marineros hablan de mal tiempo, o, en sentido contrario, celebran la constatación de que parece que “tendremos buen tiempo”. El mismo es deseado con intensidad por los navegantes porque justamente se ha tenido la dura experiencia de tener que enfrentar algún mal tiempo. Nadie parece desear el mal tiempo, ni creo que lo busque conscientemente, sin embargo, sin esa experiencia probablemente no tendremos el aprendizaje necesario para enfrentar la vida con el coraje y el empuje necesarios para conducirnos adecuadamente al enfrentar los desafíos inevitables de la vida.
Lo anterior parece ser válido tanto para los colectivos como para los individuos. Por ello es necesario aprender a enfrentar adecuadamente esos inevitables desafíos que nos presenta la vida. Hay que aprender a enfrentar estos momentos difíciles que inevitablemente nos presenta la vida. Hemos de aprender a enfrentar los tiempos recios que nos trae la vida. Los “tiempos recios” ni se buscan ni se planean, se presentan. Aunque necesariamente haya que planificar el cómo enfrentarlos, la clave del éxito parece estar en la combinación de la actitud de dar la cara, con la aprendida destreza necesaria que se acrecienta y enriquece en el enfrentamiento.
Los tiempos recios demandan la necesaria reciedumbre de carácter de quienes son encomendados como responsables para enfrentar los desafíos inevitables que les son planteados por las situaciones concretas. Tal parece que a nuestra colectividad nacional, acosada por una combinación de situaciones diversas y no siempre agradables, le ha correspondido en estos tiempos atravesar por un período con estas características, nos está tocando vivir tiempos recios. La reciedumbre del tiempo demanda la compañía de la paciencia como factor indispensable para tomar las decisiones más adecuadas, de la capacidad de escucha para entender y responder de manera sopesada, argumentando con seriedad, y de varias otras de las capacidades necesarias para desarrollar con éxito estas tareas.
Es así como podremos en este tiempo colaborar en la construcción de las condiciones necesarias para ampliar las oportunidades para todos y todas, con insistencia en los que menos pueden, para ayudar a ponerlos en condición de desarrollarse de la manera más idónea para el bienestar suyo y de los suyos. Los tiempos como este que nos toca vivir parecen tener la capacidad de desafiar a los mejores a continuar dando lo mejor de sí, y a los regulares a esforzarse por formar parte de los mejores. Sólo de esta manera podremos ayudar a aprovechar estos tiempos recios para sacarle ventaja. Una ventaja que tiene que ver con el aprendizaje del valor del esfuerzo como único camino que conduce al éxito verdadero.
Así las cosas, aprenderemos a identificar los rasgos de cada tiempo que nos toque vivir, incluido este presente, y a descubrir el tipo de respuesta que se espera de cada uno de nosotros y nosotras. La reciedumbre, rasgo que caracteriza de manera prominente estos tiempos actuales nos invita a construir respuestas pertinentes para hacer de la vida, cada vez más, un tiempo de fraternidad y bienestar. Solo de esta manera podremos contribuir a hacer del presente una oportunidad para construir vida en abundancia para todos y todas. A excluir de nuestro horizonte a las exclusiones y convertir la reciedumbre del tiempo en ocasión de integración de todos y todas. Los tiempos recios nos invitan al cultivo de la reciedumbre como rasgo sobresaliente para la producción colectiva de vida buena.

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