Un dominicano en la temible selva del Darién, entre cadáveres y animales peligrosos

Más de 2,183 dominicanos cruzaron por la frontera entre Colombia y Panamá a través de la selva de Darién, el 0.95% del tránsito irregular de extranjeros por esa vía, de acuerdo con autoridades de migración de Panamá.

Un joven dominicano, que prefiere identificarse solo como “Volumen en la casa”, fue uno de los que cruzó recientemente el temeroso camino que le tomó cinco días.

El recorrido comenzó a principios de septiembre de 2022 desde el Aeropuerto Internacional Las Américas en un vuelo con escala en Panamá. Su destino era Bolivia, donde le esperaba un coyote, quien le prometió que lo iba a llevar en un vuelo directo hasta México, donde solo tendría que cruzar la frontera hacia Estados Unidos. Ahí estuvo la primera trampa: las promesas se desvanecieron.

Luego de haber cruzado la frontera de Perú, fue detenido junto al coyote y la esposa de este por las autoridades peruanas de la zona fronteriza de Desaguadero. Ahí pagó 100 dólares y después de un par de horas los liberaron. Desde ese momento, decidió seguir su camino en solitario, al percatarse que podría haber una estafa del coyote. 

En un recorrido de dos días y 1,444 kilómetros pudo llegar en autobús a la capital peruana, Lima, donde durmió en un hotel y al amanecer salió hacia la estación de autobuses para dirigirse hacia Ecuador, también a unas 18 horas en vehículo. El largo viaje terminó justo en la frontera, cuando una compañía le ofreció cruzar hacia Ecuador y llevarlos directamente hasta Colombia.

“A nosotros los dominicanos nos pintan como que tenemos dinero, como que tenemos plata, porque a nosotros siempre el precio lo ponen más caro que a los demás latinos”, dice en una videollamada con Listín Diario desde Estados Unidos.

Dentro de Ecuador no hubo mayores inconvenientes, pero al llegar a Colombia tuvieron que esperar que otros extranjeros le compraran el tiquete, debido a que la compañía de autobuses tenía prohibido venderle a los dominicanos y a los haitianos.

Y aquí llega una de las partes más complicadas de la travesía: ya en Colombia recorrió sectores como Lima y La Raya hasta adentrarse en Necoclí, localizado en el departamento de Antioquia, y que es una de las principales rutas para entrar a la selva del Darién y que costó 300 dólares. Pero también hay otra entrada a través de Capurganá, localizada en la costa del Caribe colombiano. Por ahí entran los de menos recursos, los que pagan menos o aquellos que simplemente no pagan.

“En Necoclí te montan en un bote y de ahí empieza el proceso donde entras a la selva, donde tú no sabes tu destino, si vas a salir vivo…  O sea, es algo que nadie te pone una pistola en la cabeza, un viaje que tú lo haces porque tú quieres”, dijo el joven.

Lo describe como un recorrido terrorífico, donde se ven personas muertas y hay “animales raros”. Cruzar el río es muy difícil, continúa, y le asombró ver a personas que iban con niños pequeños, adultos con discapacidades y ancianos. El grupo con el que lo recorrió lo integraban hasta 700 personas.

“Cuando tú estás dentro, la gente entra con mucho ánimo, pero hay muchas personas que se quedan en el camino, hay otras que salen, hay otras que se rompen piernas, porque es difícil”, sigue.

Uno de los retos más complicados fue cuando, al tercer día, se le acabó la comida, aunque dice que dentro de la selva hay negocios de comida que venden en dólares a quienes están de camino al sueño americano.

La zona más complicada es definitivamente la loma La Llorona, “que no es fácil de subir”.
Ya, al salir de la selva, los sobrevivientes son montados en botes “yolitas”, por un costo de 20 dólares, para llevarlos ante una comunidad indígena donde revisan los pasaportes de los que quieren entrar al territorio.

“Te registran y todo, luego de ahí te van a hacer dormir en una colchoneta valorada en cinco dólares y la comida te la venden a 5 dólares”, dijo.

Luego de esto, hay un proceso que lo conocen como “la ONU”, donde toman las huellas y toman fotos de los migrantes, proceso que según dice, es para verificar que no tenga antecedentes penales.

De salir airoso, se toma un autobús por 60 dólares hacia Costa Rica, donde a “Volumen” no se le presentaron mayores inconvenientes.

Y en más autobuses se trasladó por Nicaragua y Honduras hasta llegar a Guatemala, donde hay “una corrupción bien fuerte”, debido a que cada vez que las autoridades detenían los autobuses, ellos estaban obligados a entregarles dinero.

Antes de cruzar para México está el “río”, que es cruzado normalmente a través de un puente, pero los migrantes lo atraviesan desde una de sus orillas. “Ahí te montan en una balsa, una vaina que es como con un palo”.

“Cuando entré a México, ¡qué fuerte!”

“Volumen en la casa” pensaba que lo más difícil de su viaje iba a ser el Darién, pero admite que México también fue un gran reto, porque lo atravesó por completo por tierra. “Y este que está aquí lo atravesó enterito”, dice para reconfirmar su sufrimiento.

Cuando llegó a México tomó un autobús junto a otras dos personas, un dominicano y un hondureño, y conoció a una persona que les permitiría cruzar el pase fronterizo de Tapachula, desde donde querían cobrar 500 dólares solo para llevarlos hasta San Pedro.

Pero antes decidió unirse a una caravana de migrantes que pretendía llegar a pie de Tapachula hasta San Pedro de Tapanatepec, una distancia de unos 258 kilómetros. Al final solo caminaron una distancia, contextualizada, desde la Plaza de la Bandera, en Santo Domingo, hasta la avenida Duarte. En ese trayecto, pasó un autobús, que sin pensarlo dos veces tomó. 

“Ya de ahí para allá hasta la entrepierna la tenía pelada, ni en la selva se me llegó a pelar”, reveló.

A partir de ahí, el autobús estaba cruzando las “trochas”, que significa pasar detrás de los puntos migratorios. Según explicó, el chofer dejaba a los migrantes a cierta distancia de estas oficinas, y estos tenían que entrar por bosques hasta pasar al otro lado del retén.

“La selva no fue nada para lo que se vive en México, porque lo único malo de la selva es que es trancado, o sea que los ríos son complicados y que hay animales”, dijo.

Tanto Volumen como los demás migrantes sintieron alivio al finalmente llegar a San Pedro, pensando que era el final del recorrido. La realidad era que les esperaba una fila de unas 700 personas. 

Y, mientras esperaban los turnos, personas alquilaban colchonetas en sus casas por 100 dólares, y en su caso lo hizo por dos noches. Hasta que consiguió el permiso. Incluso dijo que hay un dominicano que se encarga de organizar la fila de migrantes, a quienes cobran hasta 300 dólares para agilizar el proceso.

Con el permiso en mano, se dirigió a la estación de autobuses para trasladarse a Ciudad de México, pero mientras iba de camino pasaron por uno de los puntos migratorios más grandes de todo el país, y el autobús fue detenido y los agentes sacaron a casi todas las personas, debido a que el permiso otorgado en San Pedro, presuntamente solo funciona dentro de esa ciudad. 

Pero Volumen, un par de dominicanos y un haitiano permanecieron sentados. Al ser solicitados los documentos, le pagó a una agente de migración y luego tomó su pasaporte y se dirigió al baño del autobús. “Hasta que el autobús no arrancó, yo no salí de ese baño”.

Horas después, ya cuando se desmontaba del autobús en la Ciudad de México, una patrulla de policías lo volvió a detener junto a un par de haitianos y lo estaban acusando de que estaba transportando a migrantes. Así que tuvo que darle 250 pesos mexicanos. 

Cártel de Sinaloa 

Durante el trayecto, miembros del cártel de Sinaloa detuvieron el autobús con armas de alto calibre para quitar la mayor cantidad de dinero, prendas y objetos de valor a los migrantes. 

“Te revisan todo, te bajan los pantalones, algo de otro nivel… Si tienes un reloj caro te lo quitan, si tienes unos tenis te los quitan”, dijo.

Al llegar a Tijuana se entregó a las autoridades estadounidenses, donde estuvo detenido cinco días. Durante ese tiempo comió burritos con agua.  

Antes de salir de la detención, el migrante debe indicar quien es su garante, la dirección y otros datos personales y es esa persona quien compra el boleto aéreo.

“A través de esta entrevista yo le digo a las personas que no han ido a Migración aquí, que vayan que hagan su proceso, porque no había uno con más miedo que yo de que me deporten y me encomendé a Dios”, dijo.

Admite que Estados Unidos es difícil

Cuando llegó lo recibió una tía que es ciudadana estadounidense, y aún está a la espera de la corte.

“Si usted no tiene ningún problema para tener que salir de República Dominicana, quédese allá”, dice.

Con él solo llegaron un par de tenis, un pantalón y anillos. También un celular que compró tras vender un iPhone 13 para comprar el boleto para Nicaragua. 

La vuelta de un mes y una semana le costó 6,000 dólares.