¿Ustedes le explican a las niñas de 10 años que su tratamiento las dejará estériles?

Las palabras textuales del juez fueron: “¿Ustedes le informan a las niñas de 10 años que no podrán ser madres?”. Iban dirigidas a la única ‘clínica de género’ para menores de edad de Inglaterra, llamada Tavistock and Portman NHS Trust, que se encontraba en el banquillo de los acusados. La querellante era una muchacha inglesa, morena y de hermoso cabello rizado, llamada Keira Bell.
Keira tuvo una infancia difícil. Padecía de baja autoestima y depresión. Odiaba su cuerpo y los estereotipos sexistas asignados a las niñas. Incentivada por el contenido que absorbía en las redes sociales y en distintos medios de comunicación, se preguntaba: ¿y si el problema es que soy varón y nací en el cuerpo equivocado?

El sistema de salud pública británico refiere a menores de edad con estas inquietudes, a la clínica Tavistock. Allí no se ofrece terapia para explorar problemas subyacentes ni se trabaja con la familia: su única oferta es recetar hormonas para detener la pubertad, testosterona para las niñas y estrógeno para los muchachitos. Keira empezó su tratamiento con bloqueadores de la pubertad, prosiguió con testosterona y se realizó una doble mastectomía a los 20 años. Todo esto es gratuito y auspiciado por el Estado.

La niñez es una etapa de cambios constantes. Entonces, ¿qué pasa con los niños y las niñas que luego de iniciar tratamientos hormonales, que acarrean cambios radicales en su cuerpo, se arrepienten? En el centro de la demanda de Keira se encontraba la siguiente pregunta: “¿Pueden (o a qué edad) los menores de edad consentir el uso de bloqueadores de pubertad?”.

Durante un período de 10 años, Inglaterra ha reportado
incrementos de un 4000% de niñas y adolescentes que rechazan su sexo y alegan sentir una inmensa incomodidad con su cuerpo. En el año 2019, la clínica Tavistock reportó que un 76 % de sus pacientes eran hembras.

¿Cómo llega una niña a una ‘clínica de género’? Nos encontramos en una coyuntura político-cultural en la que la niñez es incentivada (desde escuelas, bibliotecas, medios de comunicación y redes sociales), para que asuman que cualquier rechazo a los estereotipos sexistas, se explica “porque nacieron en el cuerpo equivocado y pertenecen al sexo opuesto”.

En las niñas, ese rechazo a su cuerpo es más marcado porque son objeto de supuestos piropos invasivos en la calle, la llegada de la menstruación es un período incómodo y su cuerpo es sexualizado cada vez más joven. Se añade a esta dinámica que muchas niñas y adolescentes han atravesado episodios traumáticos, como pérdida de parientes cercanos, sufren violencia machista o presentan comobilidades que las inducen a querer escapar de sí mismas. Esas niñas son particularmente vulnerables.

Estudios científicos han demostrado que los bloqueadores de la pubertad erosionan la densidad ósea y el crecimiento de los huesos (incluyendo la altura) en la niñez. Otras consecuencias de estos tratamientos son la pérdida de la fertilidad y disfunción sexual, producto de órganos reproductivos subdesarrollados.
En el Tribunal, uno de los tres jueces preguntó tres veces lo siguiente: ¿Ustedes le informan a las niñas de 10 años que no podrán ser madres? La abogada representante se rehusó a responder. ¿Qué porcentaje de esas menores de edad son autistas? La clínica argumentó que no tienen esas estadísticas. ¿Cuántas niñas se arrepienten de esos tratamientos hormonales? Tampoco saben, alegaron.

La corte determinó que es “muy poco probable” que menores de edad puedan comprender las ramificaciones de estos tratamientos y que, en los raros casos en los que sean necesarios, la clínica Tavistock deberá ir ante un tribunal para justificarlo. En la práctica, eso significa que la administración de tales tratamientos será excepcional, para no decir nula.

La querellante, hoy de 23 años, expresó ante el Tribunal Superior: “Yo tomé una decisión desacertada, en busca de confianza en mí misma y de felicidad, como lo hacen muchas adolescentes. Excepto que en mi caso, mi vida entera se verá afectada negativamente”. Keira Bell demandó a la clínica que le administró tratamientos experimentales siendo una adolescente. Y el primero de diciembre del año 2020, estableciendo un precedente histórico con repercusiones internacionales, ella ganó el caso.

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