Vicente García volvió con un show redondo en ovaciones

Lo de Vicente García es lo que sueña todo artista emigrante. Volver a casa a presentarse en un concierto y triunfar de manera rotunda. Ahí el cariño de los tuyos juega un papel esencial en cuanto a energías positivas.

El concierto de Vicente comenzó con un intro que estableció las reglas sonoras del juego.

Enseguida salió a escena y se metió de cabeza en un reggae. Cuando baje el sol. Aplausos. Vicente toca la guitarra y una máquina de ritmos.

Ahora trae un atuendo y el cabello colorido y cortado como debió llevarlo uno de aquellos nobles de El cantar de los Nibelungos. Como si hubiese acabado de llegar en una máquina del tiempo del siglo XIII.

La banda, sus integrantes van vestidos a la usansa de hoy. Ellos se encargan de darle razón de ser al bajo, la guitarra, el teclado y un poderoso set de percusiones que van del drum a la percusión menor, pasando por la tambora y la güira.

Suena Bachata en Kingston, donde reconoce “me muero por bailar bachata”. Con elementos de rock y house, bien mezcladitos, y el coro del público. Un coro que ya no le faltará en casi ninguna de las canciones

Dice Vicente sentirse contento de estar de nuevo en casa. En segunda fila están sentadas su mamá, su hermana, su tie. Con quienes se reuniría después del concierto, para festejar. A un costado de la tarima, atento a las nececsidades de su hermano, el fiel escudero, su mano derecha: Pablo, su hermano.

Fue el momento de Carmesí. Público de pie, algunos bailando, todos cantando. Después: El yeyo, con armónica y palmadas. Pambiche.

Y El reperpero, donde dice aquello de “Prefiero guayar la yuca, prefiero picar la caña, prefiero olvidar su amor…” y el público de pie. Coreando y bailando. Y cierra el tema a ritmo de merengue típico rapidísimo. Como El Farolito, de Juan Luis.

En Espuma y arrecife, siguió a Vicente de pie el coro del público. Agradeció otra vez al público. Emocionado puso otra bachata: Desde otro malecón. Luego, un solo de tambora, para el tema La tambora. Muy coreada.

No pudo evitarlo. Vicente habló del disco que va “a hacer ahora, que va a tener de salsa, chachachá, son”.
Así que no dejó para después a Entre Luca y Juan Mejía. Un son bien afincado. Con Richie Oriach de sorpresa. Y el rico coro de Ay cariñito de mi vida. Con trompeta incluida hecha por uno de los guitarristas suyos.

La Banda claro está compuesta por colombianos mayoritariamente y puede que por algún venezolano.
La salida de esa zona rítmica ocurrió con Merengue de enramada. Agradeció otra vez y pidió aplauso para sus músicos. Salió de escena. El grupo interpretó Bomba chévere, cantando el baterista.

Vicente regresó a escena con un cambio de camisa y cantó Ahí, ahí. Con autotune en la voz. Una bachata muy coreada. Un conuco y una flor, Candela, Mar de amore… todo corriendo hacia el final… Dulcito e coco, Mi balcón y volvió tras un adiós que fue ‘ahora regreso’ con Te soñé y claro que Sanbá. El último acorde de la guitarra quedó flotando. “Gracias Santo Domingo. Gracias por venir. Gracias por hacer que mi música tenga sentido… nos vamos felices”.

Detalles

Vicente García se muestra tímido al hablar. Su mejor expresividad es a través de la música. El autor de Dulcito ‘e coco, valora sinceramente a cada uno de los miembros de la banda. Son sus compañeros. Es humilde, no anda en pose de estrella.

El pianista regaló en el intro de Mal de amores un fragmente de la obra La Comparse, de ernesto lecuona, el compositor cubano del siglo XIX.

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