Video | Manny Ramírez disparó cuadrangular con una sola mano en secundaria
Manny Ramírez ya era una superestrella cuando estaba en la escuela secundaria.
Los scouts ya escribían que el dominicano, quien jugaba en su último año en la George Washington High School, tenía un “tremendo poder” con la capacidad para conectar entre 400 y 500 jonrones en las Grandes Ligas (terminó dando 555). En ese último año en la preparatoria, tuvo promedio de .650 con 14 cuadrangulares en apenas 22 juegos. Su swing era una obra de arte en pleno movimiento.
Pero el talento de Manny iba mucho más allá de los números. Tenía esa cierta aura, ese don que no se puede explicar y que todos pueden ver, pero pocos poseen. Sólo miren esto que escribió Sara Rimer en este perfil sobre el joven Manny que publicó The New York Times en el 2011. Parece una fábula.
“No recuerdo la primera vez que observé aquel swing extremadamente veloz. Lo que recuerdo es cómo se sentía estar en aquel terreno durísimo de grama artificial, ubicado en la colina al lado de la preparatoria, allí entre sus eufóricos compañeros y fanáticos gritando su nombre, bajo el ritmo del merengue que salía de una corneta ubicada por los lados de tercera. Los scouts de Grandes Ligas se alineaban detrás del plato mientras Manny iba a batear en aquel uniforme negro y anaranjado de segunda mano, con sus zapatos rojos, conectando un jonrón tras otro, día tras día”.
Y hoy, queremos hablar de uno de esos batazos. Uno de esos vuelacercas, para ser más precisos. Ésta es la historia del legendario jonrón de Manny Ramírez con una mano.
“La gente que estaba ahí, cuando cuentas la historia, piensan que fue alterada”, le dijo Steve Mandl, otrora manager del equipo de béisbol de la George Washington High School, a MLB.com. «Pero no, no, no. Sí, pasó”.
El equipo de Manny estaba enfrentando a sus rivales aquel día: Brandeis. En el montículo estaba Trovin Valdez, quien tiraba rectas de 90 millas por hora y luego fue elegido en el draft por los Orioles. Manny ya había disparado un kilométrico cuadrangular por el jardín central en un turno anterior, una parte del parque donde, según dice Mandl, “hasta ese momento, nadie había llevado un batazo”. Pueden ver qué tan lejos está la cerca del jardín central aquí abajo.
«Teníamos un terreno de Grandes Ligas, con la excepción del jardín derecho», expresó Mandl. «Había 343 pies por el izquierdo y 410 pies por el central».
Las gradas estaban llenas aquella tarde, por la rivalidad y también porque, como era el caso en casi todos los juegos del equipo de George Washington, la gente iba a ver a Manny.
«La gente venía a verlo, claro que sí», asegura Mandl. «Era un ícono. Era Tom Brady. Todo el mundo hablaba de él».
Esta tranquila zona del alto Manhattan había visto una infusión de inmigrantes de la República Dominicana a principios de los 90. Los muchachos, los dueños de las bodegas, las muchachas de las escuelas, todos hablaban emocionados de un muchacho al que le decían «The Hitman».
«No todo el mundo puede tener ese talento», dijo Víctor Capellán, fanático del equipo de béisbol de George Washington durante la época de Manny. «Cuando estás cerca de alguien tan talentoso, sientes como si fueras parte de él. Te pones contento. Al menos a alguien le está yendo bien. Alguien va a tener una buena vida».
«Es de nuestro país», dijo Miguelina Balbuena, dueña de un restaurante en la esquina de la calle 170 y la avenida Amsterdam. «Es de nuestro barrio. Es de nosotros».
“En fin, llegó al plato”, sigue Mandl acerca de Ramírez. “Y las gradas, tenemos de esas gradas de estadios, como las de fútbol americano. Dios sabrá cuánta gente había, pero estaba lleno. Manny estaba parado ahí, preparándose para batear. Trovin estaba listo para lanzar el pitcheo. Manny pidió tiempo y levantó la mano de atrás. El umpire nunca se lo otorga, así que Trovin tiró la bola”.
Y entonces, el muchacho con las manos más rápidas que Mandl había visto hizo algo sacado de un cuento de fantasías del béisbol.
“Manny estaba tratando de llevar la mano al bate, pero no pudo hacerlo, y simplemente hizo swing”, detalló Mandl. “Bateó la bola por la raya del jardín izquierdo hasta unas canchas de balón mano… casi 400 pies. Definitivamente, no pudo poner la otra mano en el bate; yo estaba allí mismo” (Mandl estaba de coach en la caja de tercera).
Para que estamos claros, no pudo agarrar el bate con la mano derecha. Mandó la pelota a más de 350 pies usando sólo la mano izquierda.
Los compañeros y fanáticos estaban enloquecidos. Gritos de “oh, Dios mío, oh, Dios mío”, bajaban desde las gradas. La gente se le acercaba a Mandl después y lo único que hacían era mover la cabeza.
¿La reacción de Manny?
“Manny era el muchacho más humilde del mundo”, cuenta Mandl. “No importaba qué le dijeras, él no les ponía atención a esas cosas. No recuerdo cuál fue su reacción, pero no es que se pusiera a dar brincos. Por loco que esto suena, era muy humilde y también tenía una autoestima bien baja”.
Mandl dice que incluso durante el Draft de MLB en 1991 – cuando Manny era claramente uno de los mejores jugadores amateurs del país – el joven de 19 años le seguía preguntando a su coach “si” alguien lo iba a seleccionar. El patrullero central y prospecto de las cinco herramientas prefería elogiar a otra persona antes de ponerse a hablar de sus propios logros.
Como fue el caso durante toda su carrera, Manny practicaba bateo cada vez que podía en la preparatoria… ¿pero con una mano?
“Teníamos ejercicios con una mano, pero no para batear un pitcheo”, se ríe Mandl. “Era para fortalecer la mano de arriba… normalmente se hacía con un bate pequeño que podías sostener con una mano. Pero no, nunca practicamos tratar de batearla por la parte larga del terreno con una mano”.
Quizás haya sido otro de los primeros ejemplos de que Manny era un poco mejor y un poco diferente a todos los demás. Manny, simplemente, siendo Manny. Según informó Matt Monagan de MLB.com